Sobreviviente
"Con un botín de un millón de dólares como incentivo, la serie Sobreviviente llevó a 16 personas a una isla desierta, fijó reglas para que se fueran eliminando de a una por semana y produjo -con esa fórmula robada de Robinson Crusoe- uno de los grandes éxitos de la televisión norteamericana."
(De María O`Donnell, corresponsal de La Nación en los EStados Unidos.)
Gracias al auge de la televisión que espía, pronto veremos aquí un calco del programa, en el que el verdadero sobreviviente es el espectador que supera la experiencia sin lesiones psicológicas perdurables. Creemos que la versión argentina será un suceso, pero también pensamos que estamos en condiciones de hacer otra cosa que sólo copiar. Animo, que con un poco de creatividad podemos mejorar la idea.
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Aquí va un argumento excitante para otro "reality show" de inspiración criolla: un grupo de senadores es forzado a permanecer en el recinto durante determinado período, sea éste ordinario o extraordinario. Dieciocho mil cámaras los siguen a sol y a sombra -especialmente a sombra, dado el grosor de las paredes y techo del edificio-, y las situaciones de tensión se multiplican. Violencia, codicia, ira, erotismo, hasta gula, pecados capitales y del interior transmitidos en vivo y en directo garantizan el quórum y el rating. Sobre tablas se decide quién es el sobreviviente de cada jornada.
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De pronto se presenta un invitado especial, un ministro que azuza a los sobrevivientes: "Si yo le propuse a alguien una transacción horrorosa, que me lo diga en la cara", los desafía. Se oyen gritos: "¡Soborno, corrupción!" En el paroxismo, alguien quiere avivar más el fuego: "Tenemos que sacarles la careta a los que denuncian", proclama, inextricable. En suma, un espectáculo imponente. Y económico: puesto que entre sobrevivientes todo se arregla, el monto del botín admite negociaciones secretas.