Solo nos puede salvar una agenda ambiental
En estos días, con el tema presupuestario y la planificación 2021, mucho se debate sobre cómo se pagará la deuda con el FMI y cómo se generarán nuevas divisas para poner en marcha la economía argentina. Las propuestas son las de siempre: ajuste o subsidio, o una mezcla de ambos. Sin embargo, hay soluciones sustentables diferentes y políticamente correctas para cualquier pensamiento ideológico.
Actualmente hay tres agendas internacionales en sintonía: la Agenda 2030 global para el desarrollo sostenible, la Agenda por el Clima y la Agenda por la Diversidad Biológica. Las tres plantean una reducción de los impactos ambientales negativos sobre el planeta y la inclusión social. Estas agendas se pueden medir con el índice de sustentabilidad que publica la Universidad de Yale y que evalúa a 180 países por su salud ambiental y la vitalidad de sus ecosistemas. Si bien los países europeos dominan el top 10, este número presentado así es engañoso. ¿Por qué? Porque lo más importante, que tiene que ver justamente con los servicios y activos ambientales, no se prioriza como se debería. En este índice, la Argentina aparece en la mitad de la tabla. Sin embargo, un análisis exhaustivo demuestra que las actividades vinculadas con la naturaleza, como el agro, nos ponen entre los primeros lugares, y las que tienen que ver con el saneamiento, entre los últimos. En consecuencia, quedan claras las oportunidades que tenemos como país de mejorar nuestra productividad vinculada con la naturaleza, protegiéndola y, con esas divisas, cuidar de la gente, dándole la infraestructura sanitaria necesaria: cloacas, agua y gestión de residuos.
Pero para ello se requiere de un plan de desarrollo sustentable orgánico, que hoy no existe. Un ejemplo claro de esta inorganicidad es el reciente anuncio del gobierno nacional sobre una mejora significativa en reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Lo cual celebramos, pero objetamos la falta de posicionamiento geopolítico con el anuncio. El esfuerzo económico para mejorar esa posición no puede provenir solo de los bolsillos argentinos, sino que se debe financiar con el apoyo prometido desde hace más de 20 años por los países desarrollados, principales causantes del cambio climático.
Hoy las condiciones internacionales están dadas para que finalmente las promesas de inversiones verdes vean en la Argentina una oportunidad. Con muy poco, se pueden atraer capitales para recuperar los bosques incendiados o degradados por diferentes causas, evitar la sobreexplotación y piratería pesquera, fomentar la agricultura rural donde los grandes cultivos no son posibles y con ello diversificar las fuentes de producción y las cadenas de consumo local, como también reducir emisiones e incluir energéticamente a la gente, a través de los programas de energía limpia distribuida. Ahora, si no planificamos orgánicamente el desarrollo, será difícil salir del esquema actual de recesión y pobreza. Para eso debemos valorar que somos un país ecológicamente superavitario que aporta a diario bienes y servicios ambientales al mundo gratuitamente. Esta condición nos da la oportunidad de recoger esa riqueza. Sabemos que las agendas internacionales permitirían cobrar esos activos y servicios ambientales, dado que se trata de bienes comunes que disfrutan todos y que reducen los déficits ambientales de los que consumen de más. Necesitamos replantear en la negociación con el FMI el paradigma "país desarrollado-país emergente" por un paradigma de "aportes y consumos". La Argentina tiene con qué y hay argentinos que saben cómo.ß
Especialista en Finanzas Sustentables