¡Te lo dije!
"¿Querían salir a correr, abrir los comercios? Acá están las consecuencias".
(De Alberto Fernández.)
"No quiero tener razón", decía mi abuela cuando, sin conciencia del peligro o con ella, alguno de sus nietos nos empecinábamos en seguir adelante con la faena que nos habíamos propuesto.
Te estás buscando un "te lo dije", sentenciaba mi madre, recreando a su propia madre. Ellas asumían que nos estaban cuidando con sus advertencias. Para nosotros, sin embargo, eran solo un adelanto del reto que tarde o temprano nos caería con el fin supremo de dejar sentado quién mandaba y quién no en la casa familiar.
"¿Querían salir a correr, abrir los comercios? Acá están las consecuencias", se despachó el pater Albertus contra los porteños, después de que no mucho antes había coincidido, paradójicamente, con el jefe de los conchetos locales en la necesidad de aflojarle el nudo a la cuarentena.
"Son unos millennials estúpidos, sin conciencia social. Son tipos que lo único que saben es mirarse y darse besos en el espejo", dijo con la delicadeza de la seda el médico Luis Cámera, asesor presidencial sobre la pandemia, respecto de los mismos porteños de a pie que, con "el diario del lunes", fueron vistos como zombis acechantes, transmisores de microorganismos nefastos y rebeldes y, por ende, propaladores de desgracias inconmensurables traídas al país, además, por una clase media egoísta y lujuriosa.
¡Un Inadipor allá!, hubiera podido reclamar el viejo líder radical de haber conocido Zoom e inferido que un sector de la ciudadanía empezaba a sentirse discriminado y huérfano de defensores.
Que hay osados, los hay y muchos, y sin necesidad de llegar a extremos como la pareja que transportaba a sus hijos adolescentes en el baúl del auto, la empresaria que no solo acudió a una reunión a puro beso sino que lo hizo estando contagiada, la fiesta de casamiento para cien personas en zona liberada, el trekking con amigos, el baby shower, el baile en la vereda con música de DJ, el reclamo en las calles para pedir condiciones dignas para el aislamiento social y hasta el banderazo en defensa de los derechos y de la dignidad.
¿Y qué pasa con las recorridas políticas por el país, pródigas en abrazos sin barbijos, en encuentros postergables y hasta olvidables? "Ese es otro cantar", decía mi abuela cuando la taba amenazaba con darse vuelta, incriminarla y poner en duda su autoridad.