Tensa calma
NIZA, Francia.– Las fuerzas de la naturaleza cada vez nos demuestran más su furia incontrolable. Se desatan súbitamente y duran lo que tienen que durar, sin que se pueda hacer nada por limitarlas. Braman estruendosamente para advertirnos de su disconformidad. Y en esos momentos provocan miedo por lo impredecible de su alcance. El peligro que son capaces de representar no parece afectar a este ser solitario junto a un mar embravecido y bajo un cielo plomizo amenazante. Si no fuera por cómo el viento se ha ensañado con su pelo, la tranquilidad que demuestra es pasmosa. De pie, con su valija, sin protección, se ha detenido a consultar su teléfono tal vez para pedir ayuda. Pero no hay en su lenguaje corporal ningún gesto que trasunte inquietud. Por el contrario, exhibe una calma de la que siempre deberíamos gozar ante cualquier tormenta. Aunque sea una tensa calma.