Trastorno de ansiedad política
"No necesito practicar actos que conduzcan a una eventual reelección. Puedo hasta ser impopular, siempre que produzca beneficios para el país." Esta declaración le pertenece a Michel Temer, presidente de Brasil. Fue pronunciada a mediados de mayo, cuando el proceso de juicio político contra Dilma Rousseff estaba en sus albores, por lo que difícilmente pueda repetirla en las actuales circunstancias. Sin discutir su sinceridad, vale tomarla como referencia para nuestra realidad. Está claro que el presidente Macri no corre con esa ventaja; las elecciones de medio término están a la vuela de la esquina, por lo que su gran desafío es construir bases sólidas en un país habituado a la cultura de la inmediatez.
Desde el 10 de diciembre se viene librando una batalla que, por lo sutil y global, es quizá la más difícil de afrontar. El Gobierno es el protagonista principal, mas no el único, ya que todos formamos parte. No es la inflación, no es la inseguridad, no es el problema energético ni la pobreza (o son todos ellos): es la ansiedad. Ese estado mental, devenido en algunos casos en trastorno, que puede dividirse en subtipos, tomó vuelo político en estos primeros nueve meses de gobierno.
La llegada de una administración de distinto signo político y una mirada opuesta a la del kirchnerismo representó para muchos una novedad imprevista. Los desafíos se presentaron inmediatos y acuciantes. En algunos casos, los más coyunturales, pero no menos relevantes, requerían un tratamiento inmediato y una solución rápida. Así fue primero con la eliminación del cepo y la unificación del tipo de cambio, lo que permitió ponerse a tono con lo que sucede en casi todos los países del mundo. En segunda instancia se desarrolló una intensa negociación, que alcanzó para poner fin a 14 años de default y permitir así el regreso de la Argentina a los mercados financieros internacionales. Cabe recordar que el kirchnerismo sostuvo hasta irse del poder que era imposible adoptar cualquiera de las dos medidas en el corto plazo.
Claro, si hablamos de ansiedad estamos parados en el presente, pero mirando hacia el futuro. Es así que los medios de comunicación, sobre todo los audiovisuales, parecen llevarse peor con la espera de resultados que el ciudadano común. La dificultad para analizar procesos en medio de la voracidad por las noticias del momento, sumada a la decidida acción de medios aún en poder de empresarios kirchneristas, se topa con una sociedad que parece tener una comprensión y una paciencia mejor cultivadas.
Algo similar a lo que sucede en la comunicación masiva aparece en algunos actores corporativos. La falta de discrecionalidad (vaya paradoja) en algunas políticas y lineamientos del Gobierno los perturba, un escenario al que no están acostumbrados. Un ejemplo es la mirada al sector externo; pese a la moderada apertura de la economía (que es más bien una normalización del comercio exterior), con la vuelta del sistema "puerta a puerta" para la compra al menudeo y el reemplazo de las nefastas DJAI por el régimen de licencias automáticas y no automáticas, muchos voceros empresariales y sindicalistas de sectores considerados "sensibles" instalaron el fantasma de la invasión del importado, que lejos está de ser una realidad estadística.
En política, como en otras áreas del quehacer humano, suele desecharse cualquier especulación respecto de "lo que hubiera pasado si..." por las dificultades metodológicas que impone lo contrafáctico. En ese sentido, el gobierno de Cambiemos corre con cierta desventaja para señalar la pesada herencia recibida. Sin embargo, la situación caótica que vive Venezuela, con una inflación esperada en más del 500% para este año, desabastecimiento y pobreza crecientes, índices de criminalidad entre los más altos del mundo y un ambiente político irrespirable, quizá sirva como espejo.
Focalizarse en los procesos y explicarlos, mostrar los resultados ya obtenidos en la normalización de algunas de las variables económicas, fortalecer las instituciones deliberativas de la sociedad, mantener un diálogo constante con el resto del arco político y con los grupos de poder, tanto públicos como privados, pero fundamentalmente no permitir que esa ansiedad permee sus políticas llevándolo a tomar los atajos que tanto daño nos han hecho. Todo eso puede hacer que el gobierno de Cambiemos camine por la cornisa (no puede ser de otra manera en un país como el nuestro), pero a paso firme.
Politólogo, miembro del Club Político Argentino
Alexander Güvenel