Relatos olvidados: curiosa Buenos Aires. Un censo centenario
En 1904, la capital argentina tenía un vigoroso presente, casi un millón de habitantes y apenas 133 mendigos
En estos días, pero de 1904, el flamante presidente Manuel Quintana llevaba menos de un mes de gobierno. Desde el 12 octubre enfrentó a un país opulento y a una ciudadanía mayoritariamente optimista por lo que esperaba de su gestión. La ciudad y el país crecían. Lo novedoso convivía con la reformulación de lo tradicional. Aunque el cine era sólo una curiosidad, ciertas formas de la política estaban en pañales (Cary Grant había nacido el reciente 18 de enero y Ricardo Balbín acababa de hacerlo el 28 de julio), pero las demandas populares no se demoraban. En el último 1º de Mayo una concentración obrera había ganado la Plaza de Mayo.
Poco después, el intendente Alberto Casares decretó un censo comunal para el domingo 18 de septiembre que se cumplió en las 20 circunscripciones con prestigiosas comisiones honorarias (la 14» a cargo de Bartolomé Mitre, por ejemplo). El censo resultó económico: 126.600 pesos o sea, 13 centavos por censado (30 centavos en 1895).
Las vacas gordas
Para abastecer la ciudad de entonces se faenaba cerca de medio millón de vacunos por año y se vendían 11 millones de kilos de pescado en igual período. Los tranvías acercaron los barrios al Centro y así se popularizó levantar modestas viviendas lejos de la Casa Rosada, pero cerca de los confines a los que llegaban 444 kilómetros de vías, 70 por ciento electrificadas. La ciudad bullía en actividad y, en 1905, los tranvías sumaban anualmente 150 millones de pasajeros.
Algunos empleados y obreros dejaban en los dos hipódromos 36.000.000 de pesos por año en apuestas. Pero también crecía la buena vida. En 1905 se registraron 4918 funciones de teatro.
Cuando los resultados del censo estuvieron compilados, se concretó un inteligente diagrama de interpretación. La ciudad había pasado a ser una de las más importantes y cosmopolitas del planeta con 950.891 habitantes, de los cuales el 86,6 por ciento se declaró católico, el 2,6 protestante y la "comunidad israelita con menos de 1 por ciento y sólo 6065 adherentes" (en 1895 se censaron sólo 753).
Y aunque las comunidades religiosas tuvieron sus propios colegios, 126.989 chicos iban a la escuela pública (había 15 por ciento de infantes analfabetos). De la condición surgieron los inquilinatos -o conventillos-, 2462 en total. Allí se hacinaban 138.188 habitantes que pagaban entre 10 y 20 pesos la pieza (que era, a la vez, comedor, dormitorio y cocina en muchos casos). No menos de 700 conventillos tenían un promedio de 50 a 100 inquilinos, sin contar "los críos", los perros y los gatos.
Cuando se confeccionó el informe del censo, afortunadamente también se encargaron indagaciones paralelas útiles para trazar el perfil de la población y resultó un acopio deslumbrante cuando se lo comparó con el censo anterior (1895).
Así se supo que, en nueve años (6 de ellos bajo la administración Roca), los empleos de gobierno se habían incrementado en un 140,7 por ciento y los de los militares se redujeron en un 52,9 por ciento.
Que los ciudadanos estaban opulentos lo demuestra el siguiente dato: había 84 por ciento más de propietarios de inmuebles y se contabilizaron 82.540 viviendas. Sólo el 32 por ciento era de argentinos. Pero cerca de un millar y medio de rentistas dominaba el mundo de los alquileres (estaban entre los 50 y los 70 pesos).
Progresistas y libertarios
Entre los trabajadores de las industrias y de labores manuales, las modistas se habían duplicado hasta sumar 10.717 mujeres. Había un 16,1 por ciento menos de albañiles, pero se mantenía un franco crecimiento. Los 6054 pintores de brocha gorda competían en cifras con los sastres (las clases medias más modestas eran también elegantes).
Los oficios donde mejor prendieron las ideas anarquistas fueron los panaderos y los tipógrafos -3777 y 1849 censados-, motores de grandes huelgas. Y aunque el dato no interesaba al censo, Buenos Aires era una de las capitales con mayor número de "centros libertarios", 51 en total, según el reciente y minucioso libro Anarquistas , de Juan Suriano (Editorial Manantial).
Otro de los rubros crecientes fue el de los diarios y revistas, que totalizó 63 títulos, 14 de ellos en otros idiomas, lo que mereció que se duplicara el número de fotógrafos (476, es decir, que crecieron el 103,4 por ciento). El fenómeno de la ilustradísima Caras y Caretas despertó la competencia gráfica. Fue así que rubros como el de los dibujantes, periodistas y traductores aumentaron el 57,1, el 72,3 y el 155,5 por ciento.
La telefonía hizo trepar el rubro telefonistas en un 245,2 por ciento. Desertaban las mucamas cama adentro, mientras la servidumbre de asistencia diaria y otros oficios a domicilio estallaban: subieron el 873 por ciento.
De carros y tranvías
La ciudad tenía media docena de mercados fijos, pero 4366 vendedores ambulantes. La mayoría abastecía con su mercadería en dos canastos equilibrados por peso en los extremos de una vara cargada al hombro. Otros ofertaban su mercadería en carros (lecheros, hieleros, carniceros y otros). Había 197 dentistas, 919 médicos, 378 parteras y 790 farmacéuticos. Los abogados eran 1074, 250 los arquitectos, 451 los escribanos y 579 los periodistas. De los 45.645 comerciantes, 2539 eran almaceneros. Pero había sólo 133 mendigos.
Lo más curioso del censo quizás haya sido la ubicación de 37 personas con 100 o más años cumplidos. Faltaban seis años para el centenario de la Revolución de Mayo y se suponía que ya no existían testigos de los mejores episodios de nuestra historia. Pero una de las censadas, Margarita Suárez de González -que acababa de cumplir 100 años-, asistió en Buenos Aires a los festejos por la jura de la Bandera por la Asamblea de Tucumán. Había nacido en Ranchos, el 10 de junio de 1804.
En la calle Rodríguez Peña 554 fue censado el griego Nicolás Jorge, de 103 años, que sirvió en la Armada a las órdenes de Guillermo Brown, participó del ataque a Martín García el 11 de marzo de 1814 y también en el combate naval de Juncal (en 1827). José María Muñoz, de 109 años, había servido tanto a Rosas como a Urquiza, y estaba postrado en Camacuá y el ferrocarril. La negra Petrona Argerich fue censada en Bulnes 1461 y acusaba 113 años, había llegado como esclava en un buque pirata que capturó el almirante Brown.
Más que este anecdotario, fueron los datos prácticos del censo los que le resultaron útiles al presidente Quintana. Muy pronto, sin embargo, supo que la suerte no estaba de su lado. El 12 de agosto de 1905 sufrió un atentado (su carruaje muestra las huellas del intento y así se conserva en el Museo de Luján). Tampoco terminaría el mandato que tenía hasta 1910. Murió el 1º de marzo del fatídico 1906, a poco más de un mes de la muerte de Mitre y poco antes de los adioses a Carlos Pellegrini (17 de julio) y a Bernardo de Irigoyen (27 de diciembre).
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