Un ejemplo llegado de África
No podemos menos que sorprendernos cuando nos informamos sobre lo que sucede en algunos países africanos. ¿O perdimos la capacidad de asombro ante el horror extremo de guerras incomprensibles, hambre que lastima, poblaciones desplazadas, enfermedades incurables? En ese contexto se formó Peter Kodwo Appiah Turkson, cardenal ghanés que acaba de pasar por Buenos Aires y compartió preguntas y propuestas con la Comisión de Justicia y Paz del Episcopado.
El cardenal, que fue considerado papable en los últimos dos cónclaves y desde 2009 es el presidente del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, es capaz de afirmaciones que iluminan conciencias: "Si los Estados apenas llegan a cubrir las necesidades ordinarias de los ciudadanos, ¿cómo harán para cubrir las extraordinarias como, por ejemplo, la rehabilitación ante el consumo de drogas?". O: "Un cristiano debe recordar que es cristiano cuando ocupa sitios de gobierno".
"Ser un buen empresario es una vocación muy noble. Los empresarios tienen la posibilidad de continuar la obra creadora de Dios. Pensar en el bien común es también cuidar la naturaleza", señala Turkson. Preservarla indica que estamos en sintonía con un concepto de respeto, solidaridad y ética intergeneracional: "Nuestros nietos nos prestan la tierra". ¿Una carga más para el hombre posmoderno o un soplo de fraternidad para entender que tenemos un solo planeta sin sucursales?
El papa Francisco y su Evangelii gaudium recorren transversalmente el discurso de Turkson: fundamental el cuidado de los jóvenes, su inserción en el mercado laboral con dignidad en su primer empleo; la recepción maternal de la Iglesia ante los adictos a las drogas, en una actitud de amparo que no condena y sana en una dimensión humana integral. "La Iglesia a la que sirve el papa Francisco no está en Roma: está en todas las diócesis y desde ahí estamos al servicio del Papa", apuntó el cardenal ghanés al hablarnos a los miembros de Justicia y Paz de la Argentina. "Nuestros ojos, oídos y pies en las diócesis son ustedes: las comisiones en el mundo."
Cuando se habló de la trata de personas –tema medular en la agenda de trabajo de Justicia y Paz en la Argentina en comunión con las principales preocupaciones del pontífice argentino–, Turkson realizó una denuncia aterradora: en Nigeria actualmente se secuestran mujeres embarazadas a quienes les roban sus bebes; los "crían" hasta los tres años para luego vender sus órganos.
La problemática del empleo unida a la migración, combinación letal cuando no hay regulación de derechos ni acceso a la documentación, mereció un análisis que abarcó desde la carga de angustia de quienes abandonan sus hogares en búsqueda de mejoras en su calidad de vida (a veces se trata sólo de supervivencia) hasta el reconocimiento de la "desilusión" (¿caducidad?) ante un sistema capitalista tal cual como está planteado hoy.
La globalidad de conflictos (y también de soluciones) del siglo XXI pide sin dilaciones una revisión de los modos en que la economía encara la cadena productiva, que no puede perder de su perspectiva el valor del hombre como centro de su actividad. "La riqueza generada tiene que ayudar a disminuir desigualdades", en palabras de Turkson. Y más: "Basta de beneficencia. El bien común se realiza con la justicia".
La corrupción y la debilidad en los sistemas de control de los gobiernos ante sus propios organismos y el sector privado se perciben como tristes denominadores comunes también a repensar y reconstruir.
Hace poco leía en la revista Ciudad Nueva el relato de un antropólogo que describía un hecho ejemplar ocurrido en África. Entre varios chicos organizaron una carrera cuyo premio era una canasta de caramelos. Salieron todos juntos de la mano y cuando llegaron a la meta, se repartieron el premio. El científico-observador preguntó por qué "todos juntos" si "uno solo" podría haber ganado la canasta para sí. ¡Ubuntu!, contestaron los chicos. "¿Cómo uno de nosotros podría ser feliz si todos los otros están tristes?"
Ubuntu, en una de sus acepciones, significa "yo soy porque nosotros somos". La prédica del cardenal Turkson esparce bien común, lo contagia desde esa convicción propositiva e invita a un ubuntu para cada una de nuestras vidas.
Gabriel Castelli