Un gobierno de brujos y chamanes
Astrólogos, tarotistas, numerólogos, chamanes y médiums están de capa caída. La pandemia arrasó con la mayoría de las predicciones, los análisis y las invocaciones públicas. No les quedó otra que llamarse a silencio. Hacer cuarentena de pronósticos y demandar a los astros. Ocupan los días tratando de hallar un carancho que se anime a enjuiciar al destino.
Todos beben la misma pócima amarga: los desvela la Argentina y su falta de certezas. Básicamente, eso ocurre cuando se otea demasiado el futuro, siempre tan esquivo e impreciso. Deberían tomar clases con el gurú del barrio El Tambo, en Laferrère: Luisito D’Elía. En vez de poner primera, manda reversa y reescribe la historia echando luz donde todo era tinieblas.
¿Qué descubrió nuestro principal brujo del segundo cordón del conurbano? Va textual. Glosado, perdería contundencia.
Dijo Luigi, el profeta contracíclico: "Cada vez que hubo una catástrofe, producto de la casualidad, le permitió a Mauricio Macri subir un escalón en la política argentina. Cromañón le permitió ganar la Jefatura de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires; el accidente de Once, las elecciones intermedias. Y hoy [por el lunes 18 de enero] se cumplen años del suicidio de Nisman, que fue el inicio de la carrera presidencial. Siempre la muerte asociada a los peldaños que elevaron a Macri a la cúspide".
Ahhh. Ahora sí se entiende por qué cuando ocurrió la tragedia de Cromañón, Néstor Kirchner, como presidente, prefirió quedarse en la Patagonia, donde había ido a pasar las fiestas de fin de año; por qué en la tragedia ferroviaria de Once la entonces ministra de Seguridad, Nilda Garré, responsabilizó a Lucas Menghini por la tardanza oficial en encontrar su cuerpo entre los hierros retorcidos del tren: "Viajaba en un lugar vedado a los pasajeros", sentenció, y por qué Cristina tiene la certeza de que el fiscal del caso AMIA se suicidó cuatro días después de haberla denunciado por aliarse con Irán para encubrir a los responsables del atentado contra la AMIA. El kirchnerismo fue y es víctima de las casualidades, de las circunstancias, de los medios hegemónicos, de los poderes y los jugos concentrados, de la Justicia, del viento cuando no sopla de cola y de tipos "oportunistas" como Macri. Y sanseacabó.
Luisito no está solo en la reversión de la historia reciente, de lo que fue e incluso de lo que podría llegar a ser. Compite con Juan Grabois, un muchacho capaz de profetizar mientras siembra plantines de perejil en campo ajeno. El último fogonazo de introspección de Juancito lo llevó a decir: "Es increíble. En el granero del mundo no se puede comer pan y en la pampa de las vacas no se puede comer carne". Sencillo Juan: si la heladera está vacía no es porque el Presidente no cumplió su promesa, sino por lo que dijo la cumpa Fernanda Vallejos: "La Argentina tiene la maldición de exportar alimentos". Otra visionaria.
"¿Por qué no te callás?", cuentan que le dijeron en el Gobierno a la legisladora al mejor estilo Juan Carlos de Borbón cuando, encaramado en la autoridad que le confería su condición de rey de España (antes del episodio de los elefantes y de la amante alemana, claro), lo surtió a Hugo Chávez durante una cumbre de jefes de Estado realizada en Chile.
En mayo de 2019, por primera vez en la historia, la escolta eligió al abanderado
Insatisfecho con aquella cruda descripción de hace unos días, Juancito Grabois fue por más: "Con estos niveles de pobreza estalló el país en 2001. Ahora parece que nos acostumbramos".
Para los que creen que los archivos periodísticos son más inútiles que lápiz labial en cuarentena, acá va una definición de Grabois de febrero de 2020, que es casi una confesión anticipatoria: "La gente se está cagando de hambre. No se tiene dimensión de la crisis que hay porque no hay saqueos. Y no hay saqueos porque estamos nosotros". Según el pequeño diccionario ilustrado de la izquierda popular, esa última frase puede interpretarse de dos maneras: 1) no hay saqueos por la asistencia social que brinda el Frente Patria Grande, liderado por el propio Grabois o 2) no hay saqueos porque entre bomberos no nos vamos a pisar la manguera.
Nadie dijo que reescribir el pasado sea tarea fácil. Además, hay que tener coraje para encarar esa faena. Y no sobran los Luises y los Juanes dispuestos a suscribir, por ejemplo, una versión de la historia que diga que, como jefe de Gabinete del kirchnerismo, entre 2003 y 2008, Alberto fue totalmente ajeno al falseamiento de las estadísticas del Indec, desconocedor absoluto de los desvíos de fondos de Ricardo Jaime o que no haya participado de la cooptación para la causa pingüina de Eduardo Lorenzo Borocotó un día antes de que tuviera que asumir como diputado de Pro. Ni en LinkedIn, con todo el fárrago de antecedentes disponible deben haber encontrado aún el escriba que le ponga el gancho a la versión de que Alberto no tenía idea de lo que traía Antonini Wilson en la valija forrada de verde ni el más mínimo conocimiento de la cartelización de la obra pública que denunció Lavagna, acusación por la que lo eyectaron del gobierno de Néstor.
Del maremágnum de desencuentros-encuentros entre los dos Fernández de la fórmula ganadora no vamos a abundar porque eso ya fue todo reversionado en mayo de 2019 cuando, por primera vez en la historia, la escolta eligió al abanderado.
La columna de Carlos M. Reymundo Roberts volverá a publicarse el 6 de febrero