Un gobierno en busca de su identidad
Como todo el mundo sabe, la Tierra está sostenida por cuatro elefantes, apoyados sobre el caparazón de una tortuga marina gigante. Y como todo el mundo sabe, la Argentina está sostenida sobre cuatro grisines. ¿Adivine, estimado lector, qué pasa cuando la tortuga se mueve, los elefantes se pelean, la tasa americana y el petróleo suben, la soja baja y los que manejan la economía argenta se duermen? Respuesta: El mercado, voraz, mete la mano en la panera y se come uno de los cuatro grisines.
Por eso el 8 de mayo Mauricio Macri anunció en un spot que iniciaba negociaciones con la ortopedia: el FMI. El bastón de 50 mil millones de dólares significó el fin de la omnipotencia del Pro: para superar la crisis cambiaria se necesitarían terceros, externos pero también internos. Ahora hay que negociar la velocidad del ajuste con el FMI (el acelerador) pero también con el peronismo y los aliados del radicalismo y la Coalición Cívica (en grados diferentes, todos más cerca del freno).
¿Se sabe cuál será la velocidad crucero del ajuste? Todavía no: el velocímetro será el presupuesto 2019 y el peronismo ya avisó que no va a regalar ese reloj. ¿Se repartirá "equitativamente" la carga del ajuste? También allí hay un conflicto. Una parte del peronismo pero también algunos economistas radicales se preguntan por qué no frenar la baja de retenciones a la soja. Macri ya le prometió a la Mesa de Enlace que eso no ocurrirá. Manta corta de aliados. ¿Arropa al campo y desviste al radicalismo? Recordemos que Macri ya se desvistió a sí mismo cuando apartó a Aranguren por pedido de sus socios de Cambiemos. ¿Cuánto estará dispuesto a ceder el Presidente en pos de sostener la coalición? Una crisis cambiaria puede devenir en crisis de identidad: ¿El Ejecutivo debe girar hacia la ortodoxia, apurar el ajuste y aguantarse las consecuencias, o seguir apostando al gradualismo y, por ejemplo, pedirle a las empresas de energía y a las petroleras que flexibilicen los aumentos a cambio de alguna concesión, como también piden parte de sus aliados? Noticia en desarrollo. Y una última pregunta: ¿Terminó la devaluación? Se cree que 30 es un techo, pero no hay certezas. Y cuando en la Argentina el dólar no tiene techo, el que se queda sin piso es el gobierno de turno.
En 2016 Cambiemos lanzó un spot televisivo que consistía en la imagen de una excavadora en una ruta. Solo se escucha el ruido de la máquina levantando tierra y atrás los camiones con asfalto. No hay locución. Sólo una frase en la pantalla: "Haciendo lo que hay que hacer". Ese spot construía la identidad del gobierno de Macri como inversa a la de Cristina: sin vociferaciones ni grandes consignas. No había que hablar, era el tiempo de hacer. Con esa idea Macri gobernó su luna de miel. Pero los silencios comunican en prosperidad, nunca en crisis. Por eso cuando empezaron los problemas el slogan quedó corto y hubo que empezar a verbalizar. Primero fue el turno del discurso voluntarista sobre los segundos semestres venideros. Después sobre la pesada herencia, sin dudas inobjetable. Hoy predomina el discurso del "ordenamiento" y de "bajar el déficit". Tan reales como poco sexys. Macri no termina de alumbrar una narración que entusiasme a cruzar el desierto. De la que quizás todavía pueda prescindir: un estudio de la consultora Opinaia midió para junio que: 1- el 72% dice que está peor que hace un año atrás. Pero 2- Cerca del 45% todavía le da crédito al plan económico del Gobierno. Y sobre todo, 3- Este contexto crítico afecta al conjunto de la clase política. Todos caen pero los referentes de Cambiemos conservan los mayores niveles de imagen positiva: Vidal (47%), Carrió (44%), Macri (44%) y Larreta (42%).
La devaluación, como ocurre históricamente en nuestro país, otorga un tiempo de mayor competitividad e ingreso de dólares. Es un tiempo acotado, hasta que los costos por inflación empatan lo ganado. Sobre todo le da al gobierno un lapso para reacomodarse y responder frente al espejo una pequeña pregunta: "¿Qué quiero ser?" El reloj corre.