¡Un médico, por favor!
Tuve que recurrir al diccionario para ajustar la definición de bipolaridad, porque siempre vuelve a atacar. En amigas, en hijos de amigos, en políticos, en mujeres famosas… A mí me asaltó en sueños después de la gala-espectáculo del Colón. Bipolar es la fluctuación del estado anímico. El enfermo pasa de la depresión a la manía o a una situación mixta.O sea de desanimado, incapaz de placer, depresivo a estar exaltado, enérgico y optimista.
En estos días de ciudad sitiada y blindada, de sentirnos por horas el centro del mundo, escuché muchas voces, opiniones, comentarios. Espié la televisión, "recibí" a los presidentes, vi muchos aviones y primeras damas y ministros, y autos y comités de seguridad. Esa palabra seguridad que me carcomió la cabeza durante los días previos a la Cumbre. Por este barrio no se percibió el temblor, pero a lo largo del día recibí una tormenta de videos sobre recepciones, almuerzos, galas, sonrisas, vestidos y gestos… Toda una diversidad de opiniones y detalles sobre qué pasó, qué dijo, qué se comió, qué acordaron y desacordaron. Al final, la declaración de 31 puntos fue lo menos importante ya que, era previsible, los temas de envergadura y preocupación mundial fueron escamoteados o ninguneados. No se condenó el proteccionismo ni se acordó proteger el medio ambiente y sin una definición del tema que desvela al mundo, los inmigrantes.
El personaje imprevisible de Trump con su celular en mano sin dejar de tuitear. Contrastante con la majestuosidad y mesura de Xi Jinping y de ese estilo chino que es deslizarse en vez de caminar y sonreír casi sin gesticular. La contundente personalidad alemana de Angela Merkel, que desafió la adversidad y con el saco desprolijo no falló a la cita de la función de gala. La hidalguía de Theresa May hablando de Malvinas cargando el peso del Brexit, el canadiense Trudeau en el foro de la diversidad, el indio Madi entonando el mantra Ohmmm; Macron homenajeando a nuestro Cortazar y Lagarde sintiéndose la principal gestora del éxito de la Cumbre.
Podría seguir enumerando políticos y personalidades. Pero no es el tema el G-20 sino nosotros, los argentinos. Y retomo la bipolaridad. Aún no pude salir del asombro, más aún, del susto que me provocaron las reacciones que escuché y leí. Después de este éxito, Macri va a ser otro , esto le dio empuje y seguridad al Presidente, su gobierno mejorará…Nos instalamos en el mundo con lo mejor de nosotros, van a venir inversiones y mucho turismo. Si este querido país emerge de la crisis, empezamos a ser un país normal… ¡Como si las imágenes proyectadas en el Colón fueran ciertas!. Sí, claro, pertenecen a nuestra geografía, pero sin gente… ¡Sin argentinos! La sociedad atraviesa grandes conflictos y enormes impotencias. No por asistir a un festejo de la realeza me transformo en princesa ni por asistir a un Congreso me convierto en una buena profesional. Nosotros somos lo que mostramos en la superfinal de la Copa Libertadores, ese domingo fatídico en el Monumental. No podemos organizar ni siquiera un partido de fútbol. Y ahora hasta se podría decir que regalamos parte de nuestra soberanía, aceptando que el partido final de la Copa se juegue en Europa, Madrid, lo más lejos posible de nuestro ser nacional.
La Cumbre terminó, brilló por la organización y la seguridad, responsabilidad de la Argentina y otros organismos mundiales. Caemos del cielo al abismo. A enfrentarnos con la única verdad, nosotros no podemos organizar un partido de fútbol. Habría que preguntarse cuál fue la razón por la cual no fallaron los líderes del mundo a este encuentro en Buenos Aires. Qué temores despiertan el populismo y su avance en América Latina y cuánto del apoyo a Macri se sujeta a que la historia no vuelva para atrás.... No hay duda de que los principales países apoyaron a este gobierno débil para no fortalecer el populismo en América Latina. Y que en el fútbol-negocio no importan ni los hinchas ni el escudo, ni la historia, ni el honor ni la gloria. Los jugadores son soldaditos de plomo que disputan el lugar más destacado del fútbol internacional y la mejor paga. Pero ninguno de ellos se atreve a hacer sonar la alarma y exigir un cambio. Porque esto no es más pasión sino más violencia, más negocios, más entrenamiento para torturar, masacrar y desgastar a los amantes del fútbol.
Por eso no creo en los augurios optimistas, ni altisonantes. Nada cambio después del G-20, Macrí es Mauri, Durán Barba endiosa como víctima a Cristina y los inversores se entusiasman con el tango pero no ponen un mango. Hasta que llegue la verdadera superfinal. Todas las posibilidades están echadas en la mesa del juego. Lo más probable es que estén en el ring side, Mauricio y Cristina. Y como River-Boca, los que nos somos hinchas K ni hinchas Pro, ni de uno ni de otro lado, miramos este partido con la melancolía de un tango de Piazzola, con el dramatismo de una letra de Eladia Blázquez, condenando el infantilismo político, detalle que marcaría María Elena Walsh. El presente es bastante carente, casi nadie. Prácticamente nos quedamos sin voces respetables, ni con suficiente autoridad, tampoco hay iluminados ni apasionados. Sólo un desfile de opinators que todo lo saben sin saber nada, mucho Harvard y Cambridge pero sin tablón, y tanto Conicet, pero tan poca ejemplaridad.
Necesitamos... ¡Un médico por favor! ¡Es la sociedad, estúpido! Subimos y bajamos en el tobogán y hoy somos los peores y mañana, los mejores, porque sin diagnóstico no podemos curarnos y sin remedios tampoco. Porque la bipolaridad existe y es nacional. Diría más precisamente porteña, para ser más justa. Ya sabés que todo se decide acá en la Capital. Dios es argentino pero atiende en Buenos Aires.
Gloria López Lecube