Un millón de años blues
“Fue un momento memorable, éramos muchachos de 20 años de un país a lo mejor desconocido por Louis, pero golpeé la puerta del camarín. Atendió Armstrong y nos hizo pasar. Luego, le pedí una foto y aceptó sonriendo. Nos estamos dando la mano y llamó a sus músicos para que nos sacáramos fotos con ellos, tengo fotos con [el clarinetista] Edmon Hall, [el trombonista] J. C. Higgimbotham y varios más.” Ese relato es el epígrafe de la foto de perfil de Facebook de Juan Millones, donde se lo puede ver, jovencito, junto a uno de los mayores iconos del jazz, en su primera visita a Buenos Aires, en 1957. Entusiasta del género y referente del blues rural en la Argentina, Juan Millones falleció el miércoles pasado, a los 83 años, y en su muro -a falta de velatorio- se multiplicaron muestras de afecto y de recuerdos.
Lo conocí a mediados de los 90, en uno de los varios conciertos que ofreció en el ciclo Jazzología, y recuerdo aquel casete de The Acoustic Blues, el grupo que integraba junto al armonicista Walter Gandini y el guitarrista Sergio Fulqueris. Como indican Gabriel Grätzer y Martín Sassone en Bien al Sur: Historia del blues en la Argentina (Gourmet Musical), “él cantaba reproduciendo la fonética de los viejos cantantes de blues y tocaba con dedales de metal una tabla de lavar la ropa.”
Uno de sus grandes amigos, el trompetista Rolando Vismara, recuerda que se conocieron en 1966: “Juan era fanático de la Guardia Vieja Jazz Band, nunca se perdía una actuación. A tal punto, que vino a visitarnos a la quinta que habíamos alquilado en Burzaco, por la que pasó también el crítico uruguayo Homero Alsina Thevenet, que escribió las liner notes de nuestro disco”. También destaca que cuando el vibrafonista Lionel Hampton visitó Buenos Aires en 1968, la Antigua Jazz Band le había organizado una comida para agasajarlo y tocar juntos. El detalle es que fue Juan Millones quien consiguió el vibráfono en aquella ocasión. Como registro de aquella jam session quedaron dos temas (“I’ve Got Rhythm” y “Mood Indigo”) incluídos en el álbum de registros inéditos que lanzó el sello Fonocal en 2019.
“Era un entusiasta de la raza negra. Compartíamos el fanatismo por el jazz tradicional y los blues. Fue uno de los fundadores de la Caoba Jazz Band. Tocaba la corneta, pero como no estaba conforme con su nivel, decidió volcarse al canto”, agrega Vismara.
En su conversión hacia los blues, fue fundamental el coleccionista y artista plástico Max Hoeffner. “Lo conocí en 1984. Me lo presentó [el cornetista] Tito Petrera, porque Juan había empezado a escuchar blues rurales y de preguerra. Le gustaba mucho Leadbelly. Venía a la casa de mi papá, en la calle Gallo, con un grabador. Yo le mostré artistas como Charlie Patton, Ed Bell y William Brown. El les cambiaba los nombres a los músicos, los castellanizaba. Caía y decía, saqué una canción de Edmundo Campana. «¿Quién es Edmundo Campana?», pensaba yo. Y era Ed Bell. Le gustaban los artistas del Mississippi y de Alabama. Pronunciaba con acento africano, y trataba de compenetrarse en el pensamiento de los bluseros de preguerra para lograr una buena interpretación. Pero, por sobre todas las cosas, era un gran tipo”.
Difusor del estilo, y de los blues acústicos más como cultura que como estilo musical, tuvo un programa en la FM Urquiza. Allí conoció a comienzos del nuevo milenio al recordado trombonista y armonicista Francisco Salgado (1978-2018). Pronto se transformó en su maestro: “A mí me había llamado la atención el blues de Chicago y Juan me llevó más al origen y me enseñó los blues primitivos: las jug bands, los spiritual, las work songs. Tuvimos muchos años un dúo de guitarra, voz y armónica en el que también entraban el kazoo y la washboard.” Elijo pensar que, en algún lado, están tocando juntos.