Editorial II. Un proyecto que no debe frustrarse
Existen actualmente en el mundo cerca de 400 centros interactivos de ciencia. Son referencias obligadas el Exploratorium de San Francisco, el Science Museum de Boston, el Launch Pad del Science Museum londinense, el Palais de la Decouverte y La Villette, en París, el Museo de la Ciencia de Barcelona o el Museo de los Niños en Caracas, el primero de este tipo en América latina.
La finalidad de estos centros es promover la participación del público en actividades de carácter experimental, a fin de que los concurrentes -y muy especialmente los niños y los jóvenes- adquieran conocimientos sobre los fenómenos naturales que no sean puramente mecánicos o exteriores. Lo que se procura es despertar su curiosidad y su capacidad de asombro y su interés en las ciencias y las tecnologías. Para eso se considera imprescindible que las visitas a estos espacios culturales interactivos sean no sólo informativas sino también entretenidas y atractivas.
"Escucho y olvido, veo y recuerdo, hago y entiendo", dice un adagio chino. Los centros interactivos de ciencia responden a ese sabio principio: su objetivo es que el visitante no se limite a escuchar y ver, como suele ocurrir en ciertos museos tradicionales, sino que se conecte en profundidad con los hechos y los objetos exhibidos y se integre al mundo del saber no de una manera superficial sino a través de profundas vivencias.
Para el mejor aprovechamiento de las visitas de los escolares, los museos de ciencias también llevan sus contenidos a escuelas y colegios, estableciendo programas de difusión de las actividades, con material especialmente desarrollado con ese fin, entre maestros y profesores, de forma que éstos participen y se transformen en difusores de las experiencias que han vivido.
Es fundamental que la población se sienta cómoda en el conocimiento de la ciencia. Para ello, resulta indispensable difundir esos conocimientos entre los ciudadanos de todas las edades y niveles culturales. Una ciudad de la importancia de Buenos Aires no puede permanecer ajena a esta clase de experiencias culturales.
Hace un par de años YPF -a través de su fundación- se interesó en la instalación de un centro de ciencias interactivo en la Costanera Sur, que empezó a ser construido en 1987 y al que se le dio el nombre de Puerto Curioso. Lamentablemente, la obra se interrumpió en 1989.
La empresa propuso que una nueva entidad -la Fundación Centro de Ciencia- pase a ser la propietaria de los activos y la encargada de la operación de Puerto Curioso, y también que tome a su cargo las inversiones requeridas para su mantenimiento y crecimiento. La Corporación Antiguo Puerto Madero cedió el terreno para la instalación del centro y decenas de empresas aceptaron participar en la nueva fundación.
Existe el temor de que las alternativas que vive actualmente YPF pongan en peligro la concreción de este proyecto, de tan vital importancia para la formación de niños y jóvenes. No debería dilatarse la constitución de la Fundación Centro de Ciencia ni demorarse la reanudación de los trabajos, ya que se dispone de la documentación necesaria, tanto para la obra civil como para su equipamiento.
Nuestro país necesita contar con un centro de ciencias al nivel de los mejores del mundo. Cuanto se haga para asegurar la continuidad del proyecto será recibido por la comunidad como un aporte de inestimable valor.
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