Un sistema fragmentado
La pandemia del coronavirus tomó por sorpresa a los sistemas de salud de todo el mundo. Aun los considerados más eficaces y mejor organizados vieron expuestas sus debilidades y mostraron sus sitios más vulnerables.
Debido a que el agente causal, Covid-19, se desarrolla en las épocas invernales y la epidemia se inició en el hemisferio norte, nuestro país tuvo la oportunidad de tomar medidas para enfrentar la amenaza con acciones drásticas de cuarentena y aislamiento. Sin embargo, estas condiciones propicias no deben hacernos olvidar la fragilidad de nuestra organización sanitaria.
Como ciencia multidisciplinaria, la salud pública nos permite analizar los rasgos actuales del sistema de salud, que están relacionados con la historia y la cultura que inspiraron las instituciones que lo integran. Partamos del hecho de que nuestra organización constitucional es de carácter federal y que las provincias son autónomas respecto de la Nación en materia de salud y educación. Este factor, que podría ser un obstáculo para ordenar un sistema integrado, ha sido resuelto eficazmente en otros países tan federales como el nuestro.
En efecto, Alemania, Canadá, España, Italia y Brasil son igualmente federales, pero han logrado regímenes de recaudación unificados, que permiten establecer normas generales y racionalizar la utilización de los recursos.
El Ministerio de Salud nacional planifica las acciones de prevención y las políticas generales, pero la inmensa mayoría de los hospitales y centros de salud son administrados por las provincias
El Ministerio de Salud nacional planifica las acciones de prevención y las políticas generales, pero la inmensa mayoría de los hospitales y centros de salud son administrados por las provincias. Históricamente, aunque se han desarrollado programas de descentralización administrativa, estos establecimientos no tienen autonomía y dependen del presupuesto asignado por el respectivo ministerio de salud provincial.
Al igual que los demás países latinoamericanos, nuestro sistema es pluralista, con actores públicos, privados y de la seguridad social (SS). Sin embargo, este último sector nació fragmentado, a partir de organizaciones sindicales de inmigrantes, luego agrupadas por rama de la producción. De modo que la recaudación centralizada de la SS luego se dispersa en alrededor de 300 entidades, las obras sociales. Además, los empleados públicos de las 24 jurisdicciones tienen sus propias obras sociales, de origen estatal por leyes locales, por lo que responden parcialmente a las directivas nacionales. Asimismo, los jubilados y pensionados están protegidos por su propia obra social, el PAMI, dependiente del gobierno nacional. Esta apretada síntesis nos permite observar un sistema fragmentado, con los centros de decisión dispersos y múltiples actores que tienen cierta autonomía y condicionan las decisiones centrales.
Ante este panorama, la gestión de circunstancias excepcionales, como la actual pandemia, se hace extremadamente dificultosa, tanto desde el punto de vista económico como desde los consensos necesarios para tomar decisiones.
La salud pública, como disciplina que atraviesa transversalmente diversas ciencias, es una fuente de capacitación adecuada para identificar los rasgos de los sistemas complejos, caracterizando su funcionamiento sus principios y sus posibilidades de mejora. Del mismo modo, también son complejas las amenazas a la salud de la población, ya que no solo dependen de la estructura epidemiológica de las enfermedades, sino también de los determinantes sociales de la vulnerabilidad de la población.Para todo esto la salud pública es la herramienta de abordaje integral.
Director de la Diplomatura en Calidad de Servicios de Salud en la Facultad de Medicina de la Fundación Barceló