Un virus igualmente peligroso: el populismo
Al principio de la actual pandemia se consideraba innecesaria la utilización del barbijo; sin embargo luego se tornó fundamental. De movida los síntomas del Covid-19 eran tos y fiebre de 38 grados; luego lo fueron fiebre de 37,5 y ausencia de gusto y olfato. En un comienzo el virus se podía contagiar tocando superficies y llevando la mano a la cara; ahora eso se está relativizando. Digamos que los médicos y la misma Organización Mundial de la Salud están aprendiendo sobre la marcha respecto de este virus exótico y desconocido.
Los que no son tan desconocidos son los enormes perjuicios que los gobiernos populistas provocan en las sociedades, y fundamentalmente en las que, como todas en estos tiempos, están sometidas al flagelo de la pandemia.
Los gobernantes populistas desconfían de la libertad individual de los integrantes de la sociedad cuyos destinos conducen; consideran que deben proteger paternalmente a todos desde el Estado, y afirman que su preocupación es el bienestar, la felicidad, y en esta coyuntura, la salud de la gente; pero la realidad es que no tienen otro objetivo que proteger el capital político que les confiere el ejercicio del poder, a fin de perpetuarse en su ejercicio.
Para lograr ese objetivo, los gobiernos populistas necesitan tres clases de individuos: "pobres", porque se valen de sus necesidades para someterlos económicamente por medio de subsidios y prebendas; "ignorantes", para engañarlos fácilmente haciéndoles creer que existen grandes enemigos, tales como corporaciones o malignos grupos concentrados, que podrían perjudicarlos, erigiéndose así en salvadores supremos; y "fanáticos" –aunque intelectualemente preparados-, para que difundan convincentemente, con toda clase de sofismas y argumentos falaces, el épico relato que intentan imponer.
La pandemia que castiga al mundo ha encontrado a muchos países con este tipo de gobiernos: la Argentina es uno de ellos. Si bien la actual gestión tuvo el acierto inicial de anticiparse a decretar una razonable cuarentena preventiva, el tiempo está demostrando que, al mejor estilo populista, se está aprovechando el flagelo para convertirlo en un monstruo al que dominar, y con la excusa declamada de proteger la salud de la gente, profundiza el cercenamiento de libertades individuales, desconfía de la capacidad de cada uno para protegerse responsablemente, acrecenta la "ayuda" económica a los sectores perjudicados, para luego mantenerlos sometidos, y difunde un relato épico según el cual nuestro país está entre los menos afectados, haciendo falsas comparaciones con otros Estados que testean diez veces más que el nuestro.
A esta altura de una cuarentena ya desgastante, comienzan a descubrirse las verdaderas intenciones del Gobierno en el plano político, institucional y económico.
Políticamente se está poniendo en jaque la estructura constitucional de nuestras instituciones: se están cercenando libertades individuales por medio de inconstitucionales decretos de necesidad y urgencia, asignándoseles a los gobernadores e intendentes potestades regulatorias sobre la libertad ambulatoria de la gente que no les es reconocida por nuestra Ley Fundamental; y se está aprovechando la coyuntura para alentar liberaciones masivas de presos, y propiciar la libertad de funcionarios detenidos por la comisión de delitos durante la gestión de la actual vicepresidenta.
Desde el punto de vista económico, amparándose en la falsa consigna según la cual la salud prevalece por sobre la economía, el Gobierno encuentra en la pandemia un fantástico argumento para trasladarle al virus chino la responsabilidad por el desastre económico que se avecina como consecuencia de la sostenida rigidez del aislamiento; propicia la estatización encubierta de empresas en crisis a las que ayuda económicamente, extorsionándolas con apropiarse de parte de su paquete accionario; y habilita inconstitucional y escandalosamente al jefe de Gabinete a disponer sin restricciones de partidas presupuestarias aprobadas antes por el Congreso.
Es paradójico: la Argentina ha iniciado una nueva fase de su cuarentena –otrora razonable, pero actualmente insostenible- que la convertirá en la más extensa del mundo; y lo hizo justamente el día en el que se cumplieron doscientos diez años de la emancipación del yugo español. Necesitamos más que nunca que los espíritus de Castelli, Belgrano y Moreno, que integraron aquel histórico Primer Gobierno Patrio, nos ayuden desde el más allá a emanciparnos de esta opresión ambulatoria y económica que el populismo de hoy pretende imponernos utilizando como argumento la existencia de la pandemia, y que por la propia naturaleza de gobiernos de estas características, seguramente no desaparecerá cuando aquella finalice.
Profesor de Derecho Constitucional (UBA)