Una desidia gigante que pisa fuerte en el país
A diferencia del Nautilus que imaginó Julio Verne en 20 mil leguas de viaje submarino, al ARA San Juan no lo agarró un calamar gigante sino una desidia gigante. La misma que con sus tentáculos se llevó a las profundidades a un tren en la estación de Once, que devoró a 190 mil personas en los últimos 25 años por accidentes de tránsito (gran parte de ellas por rutas en mal estado) o sin ir más lejos la que casi se alimenta del helicóptero que llevaba a Macri a Chapadmalal. A diferencia de otros países, para los argentinos el monstruo grande que pisa fuerte no es la guerra sino la infraestructura vetusta. Nuestro Vietnam.
Existen en las sociedades ciclos donde hay paradigmas reinantes. Durante los últimos años gran parte de los ciudadanos no evaluó que debajo de la narración del país pujante y soberano que instalaba el gobierno anterior no había sustrato. La bienvenida asistencia social y la ampliación de derechos suplió e invisibilizó la pérdida del abastecimiento de gas, luz, petróleo, cloacas o pavimento. Otra idea que “compró” gran parte de la sociedad fue que las Fuerzas Armadas debían estar anémicas. Cuanto peor, mejor. La larga penitencia de los 70.
Aquel paradigma que reinó tantos años cayó por agotamiento e ineficacia y hoy Macri puede aprovechar el cambio de ciclo: gran parte de la sociedad aceptó la idea de que el “todo para todos” que proponía el kirchnerismo era insostenible. Quizás hoy parezca normal, pero muchos pensaban que el fútbol era realmente gratis. No se concebía ni se hablaba del concepto de escasez. En 2011 la gente quería un estado grande. Hoy quiere un estado eficiente. La sociedad –no toda, pero gran parte- se encuentra en el punto justo de permeabilidad ideológica, de apertura mental, que sólo se presenta muy de vez en cuando. Por eso a Cambiemos se le abre una ventana de oportunidad histórica.
Durante un lapso de tiempo Macri va a gozar de este crédito. Podrá intentar bajar el déficit vía ajuste –el gobierno dirá “ordenamiento”- porque hoy existe un pacto no escrito donde el votante de Cambiemos piensa así: 1- “Me banco la suba de los servicios porque confío en que mi dinero volverá a mediano plazo en obras. Al igual que la tuneladora de Juan B. Justo, que tardó tres años y terminó con las inundaciones, apuesto a que Macri en tres años haga lo mismo a escala nacional”.
Otros votantes lo apoyarán por miedo al pasado y menos poéticamente dirán: “El ajuste es el precio que pago para que el gobierno me garantice que no vuelva el kirchnerismo. Es como un servicio de seguridad privada. Le pago a Macri para que “no me vuelvan a entrar”.
¿Recuerda, estimado lector, cuando el presidente decía que “hay que sacarle la pata de la cabeza al campo”? Las reformas propuestas tienen el mismo espíritu: sacarle la pata de la cabeza a las empresas para que reactiven la economía. Hasta tanto eso ocurra se pide prestado. “A nadie le gusta tomar deuda, pero es un puente que hay que transitar hasta que se reactive la economía”, dicen en Economía.
Puente largo y frágil. Otro problema de infraestructura.