Una dirigencia en pánico
Muchos jueces, aunque no la Corte Suprema de Justicia, están abatidos después de que la Presidenta anunciara la decisión de colonizar la Justicia. Una presión simultánea del gobierno nacional, que mezcla persecución financiera y política, hostiga a los dos líderes más populares de Buenos Aires, Daniel Scioli y Sergio Massa. La Unión Industrial Argentina carece de un relevo serio para José Ignacio de Mendiguren, cuyo mandato vencerá dentro de un mes.
Ningún empresario quiere sentarse en ese sillón de endemoniadas presiones kirchneristas. Varias empresas importantes, argentinas y extranjeras, fueron obligadas a hacerles a los diarios independientes un insoportable boicot publicitario. El terror se ha convertido en el arma electoral predilecta de la Presidenta en un año de cruciales elecciones.
¿Cómo se animan a hacer tanto?, se sorprendieron varios empresarios ante jueces independientes. Esos jueces están cumpliendo con su deber, pero cumplir con el deber necesita de valentía personal en el país de Cristina Kirchner. Guapo es el que se queda, lanzó Scioli cuando lo consultaron sobre las presiones para que abandone su cargo y se convierta en candidato a diputado nacional. ¿Se necesita coraje personal, acaso, para quedarse en un cargo cuando la Presidenta dejó de querer a un gobernador elegido y popular? Sí, sin duda.
Scioli tiene amigos que le aconsejan una ruptura con el cristinismo, pero se siente más cómodo con los consejeros que le recomiendan no romper. Que lo echen, en todo caso. Su principal problema no es político, sino financiero. El gobierno de Cristina quiere intercambiar plata por adhesión electoral. Scioli les ofreció a los maestros el mismo aumento del gobierno nacional, un 22 por ciento, pero los docentes y los estatales en general quieren mucho más. Están poniendo en riesgo la paz social de la provincia, alarmaron cerca del gobernador. Scioli asegura que ya tiene el dinero para pagar lo que ofreció. No más que eso. El gremio docente que acosa al gobernador responde disciplinadamente al cristinismo, que, a su vez, le quitó a Scioli hasta el pan y el agua.
Aquellos amigos rupturistas imaginan un Scioli convertido en un Daniel Peralta, el gobernador de Santa Cruz, que enfrenta decididamente al gobierno nacional. Peralta es un viejo dirigente gremial, acostumbrado al combate. Scioli no ha nacido para eso. Nunca lo ha hecho. No rompió con Menem ni con Duhalde ni con Kirchner ni tampoco lo hará con Cristina. ¿Qué ganaría si dejara de ser lo que soy?, pregunta retóricamente el gobernador.
Su ruptura de hecho es con un estilo y la expresa con gestos cada vez más audaces. Es una provocación, exclamó un cristinista empinado cuando vio la foto de Scioli en Expoagro, l a exposición rural anual que organizan LA NACION y Clarín. Ya soy grande para que me digan dónde debo ir y con quién me tengo que reunir, suele responder Scioli. Esa foto provocó, de todos modos, que la teocracia cristinista lo vapuleara en la casi unanimidad de los micrófonos.
Massa fue denunciado por malversación de fondos. Políticos cercanos a él aseguran que se trata de una operación de los servicios de inteligencia. Carlos Kunkel lo acusó de usar la barra brava del club Tigre para fines políticos. Scioli y Massa tienen en sus manos el botón que accionaría la guillotina del cristinismo en las elecciones de octubre. La guillotina cortaría ese cuello si ellos enfrentaran al oficialismo nacional. Pero ninguno de los dos tiene pasta de verdugo y el kirchnerismo es audaz. La política y el empresariado descuentan que ellos no jugarán en las próximas elecciones. El cristinismo podría ganar en ese caso los comicios de octubre, aunque perdería en todas las grandes capitales del país.
Muchos jueces tiemblan ya ante un eventual Consejo de la Magistratura lleno de kirchneristas elegidos por el voto popular. Podría echar y poner jueces según el paladar político en boga. El caso del juez Francisco de las Carreras los ha puesto, además, en guardia. Fue denunciado por algo que él asegura no haber hecho y notificado en el acto contra todos los reglamentos del actual Consejo. De las Carreras sufre una larga persecución del cristinismo porque falló en contra de los intereses del oficialismo. El destino es previsible: muchos jueces cajonearán expedientes que comprometen al gobierno nacional y se dedicarán a la persecución judicial de los enemigos del cristinismo.
La guerra es contra la Corte Suprema de Justicia, pero ahí el Gobierno es prácticamente impotente. No la quiere por sus fallos y por su prestigio. No puede hacer nada entonces. ¿Y si el próximo Consejo de la Magistratura le sacara a la Corte el control de los fondos judiciales? Seremos una Corte pobre, pero seguiremos dictando sentencia, contestó uno de sus jueces. ¿Y si la creación de una nueva instancia judicial licuara el poder de la Corte? Nosotros seguiremos teniendo el control de constitucionalidad, no importa cuántas instancias haya, respondió. Una certeza es notable entre muchos jueces supremos: el Gobierno los echaría si tuviera los dos tercios del Congreso. Pero no los tiene. Los jueces de la Corte sólo pueden ser expulsados por juicio político del Congreso con una mayoría calificada.
Es probable que Mendiguren se quede en la Unión Industrial. Nadie quiere relevarlo. Pero el propio Mendiguren pregunta para qué se quedaría. Él tiene una política solitaria, que consiste en hacerle ver a la Presidenta que existen políticas económicas mejores que los parches y remiendos del desaforado Guillermo Moreno. Pero está solo. Nadie lo acompaña ni presenta una alternativa. ¿Qué hacemos? ¿Cuál es nuestra estrategia?, les pregunta Mendiguren a los empresarios. Silencio. Tienen un miedo que nunca vi entre los empresarios, reconoce uno de ellos. Los gobernadores dicen lo mismo de los propios gobernadores.
El Gobierno se mete hasta en la programación de los canales de televisión independientes. Funcionarios atrevidos y el empresario kirchnerista Cristóbal López presionaron a Telefé, con más malas que buenas artes, para que Marcelo Tinelli aterrizara en el canal de Telefónica. La empresa se cansó y dio por cerrada definitivamente la negociación con Tinelli, que en rigor era con López. La presión y las propuestas eran inaceptables. Sería sólo una información de la sección Espectáculos en tiempos normales. Pero forma parte del manejo político de la administración, que cree que debe controlar a Telefé y a Tinelli para pelear con mayores ventajas en las elecciones de octubre.
Empresas argentinas, norteamericanas, francesas, italianas y chilenas fueron presionadas para hacerles un boicot publicitario a los diarios independientes, sobre todo a LA NACION y Clarín, que hiere gravemente la estabilidad financiera de los diarios. Esos diarios ya venían estrangulados por la ausencia total de pauta publicitaria del Estado y por una constante persecución de la AFIP. El Gobierno no puede callarlos y ahora quiere dejarlos extenuados, con la lengua afuera. Las empresas que hacen el boicot son de supermercados, de venta de electrodomésticos y alguna de telefonía. Se sumaron, en el caso de Expoagro, importantes fabricantes de maquinaria agrícola. Nunca la última presión es la última: ahora habrá una sola tarjeta de crédito estatal para los supermercados y sus clientes. ¿Será Moreno también quien decida si habrá promociones y con cuántas cuotas se podrán pagar las compras?
Aquellas empresas debieron tomar la fulminante decisión de vaciar de publicidad a los diarios ante una imperial orden de Moreno; debieron hacerlo en perjuicio de sus clientes, para los que ya se abolió la sana y necesaria competencia en el país. Los argentinos no saben qué precios se congelaron, ni cuánto valían las cosas antes y después, ni si continúan, o no, las promociones que existían hasta hace un mes. Algunas empresas extranjeras violaron, incluso, públicos estatutos de ética, que les impiden restringir el comercio o promover acciones que violan la ley.
Así, los que desafían el terror se convirtieron ya en una pequeña cuadrilla perdida, deslumbrada por principios que la mayoría parece despreciar.