Una lección para aprender del coronavirus
La inédita pandemia del coronavirus que afecta al planeta está poniendo a prueba la forma en que cada nación reacciona según su sistema político y la cultura cívica de sus pueblos. En este sentido, asistimos a un acontecimiento histórico en el mundo dado que los efectos de la pandemia alcanzaron un grado de globalización sin precedentes.
Desde un punto de vista sociopolítico, estamos inmersos en un gigantesco laboratorio donde se podrán observar y medir los resultados de las distintas políticas que están aplicando los gobiernos. En el caso argentino, la crisis nos permite reflexionar sobre la relación siempre turbulenta entre nuestro pensamiento y las mejores ideas y prácticas aplicadas en Occidente. La tesis que pretendemos defender es que la Argentina ha progresado cuando supo adaptar a su propia realidad las ideas probadas con éxito en otras naciones y que ingresó en una prolongada decadencia cuando fue a contramano de las mejores tendencias presentes en el mundo.
¿En qué momentos de nuestro pasado fuimos capaces de seguir el pensamiento que permitía progresar a los pueblos de avanzada? El ejemplo más importante lo aporta el pensamiento de la Generación del 37, la más brillante de nuestra historia, de la que formaban parte Echeverría. Sarmiento, Alberdi, Gutiérrez, Mitre, entre otros. Ellos querían dejar atrás el enfrentamiento entre unitarios y federales y propusieron un programa de Estado que construyó la Argentina moderna. Inspirados en el pensamiento de vanguardia de su época y en las experiencias de sus viajes por Europa y los Estados Unidos impulsaron la Constitución de 1853, las políticas de fomento de la inmigración, el impulso a la educación popular, la apertura a las inversiones extranjeras, que fueron las líneas maestras que profundizó la Generación del 80 y se respetaron durante décadas, transformando el desierto argentino en una nación pujante y respetada. Junto a este lado positivo, los conservadores de la segunda mitad del siglo XIX no supieron establecer un sistema político que progresivamente instaurara una genuina democracia para elegir los gobiernos. Hubo que esperar hasta 1912 para que la lúcida visión de Roque Sáenz Peña y su grupo de liberales reformistas sancionara el sufragio universal para los varones.
Luego del hito de 1912, cuesta encontrar ejemplos de políticas alineadas con las mejores prácticas del mundo. Un ejemplo que encontramos son las reformas puestas en marcha por los conservadores para superar la terrible crisis de la Gran Depresión, similares al New Deal norteamericano, cuya aplicación significó que la Argentina fuera de los primeros países del mundo en superarla. De nuevo, el lado negativo de esos años fue el golpe de Uriburu de 1930 y el fraude electoral consiguiente.
En cambio, existen numerosos ejemplos en el siglo XX de políticas en sentido contrario a las mejores ideas de la época. El primero y más significativo fueron las políticas de Perón en la posguerra. En 1945 la Argentina era una nación rica, con todas las posibilidades para desarrollar el Estado de Bienestar que llevaron adelante las naciones europeas y Australia y Canadá. Pero en vez de hacerlo, Perón creó un Estado intervencionista que dilapidó en tres años los recursos acumulados al inicio de su presidencia. Ese Estado que agobiaba al sector privado nunca fue reformado con posterioridad por los gobiernos civiles y militares que sucedieron al peronismo. La conclusión fue que la Argentina desperdició la edad de oro de la posguerra.
Podríamos citar otros ejemplos, como la guerra de Malvinas en sentido contrario a las reglas internacionales o los defaults reiterados y la violación de contratos, que nos aislaron del mundo. Otro ejemplo mayúsculo de políticas opuestas a lo que han hecho la enorme
mayoría de los países es la lucha contra la inflación: las naciones saben y nosotros sabemos que su origen es el descomunal gasto público. Sin embargo, no hemos sido capaces de erradicarla por no enfrentar este problema. Las consecuencias de caminar en dirección contraria al mundo desde la Segunda Guerra Mundial están la vista: cada año aumenta el nivel de pobreza.
Sin embargo, por estos días nace una luz de esperanza. La pandemia del coronavirus nos ha puesto a prueba y hemos hecho lo que hace décadas no hacemos: aprender de las políticas que aplicaron otros países; debido a ello, supimos tomar a tiempo medidas que, además, han contado con el apoyo unánime de la clase política y dirigente del país. Esta conducta significó que se dejaran de lado el oportunismo político y los agravios mutuos de la grieta.
Esta vez supimos aprender la lección que nos brindó el mundo. Es de esperar que una vez superada la pandemia continuemos unidos por este camino y nos abramos a las políticas económicas y sociales que han sido exitosas en todas partes. De otro modo, la lección habrá sido en vano.
Miembro del Club Político Argentino