Una protesta que crece en los cafés de la elite
Jóvenes en su mayoría universitarios, los impulsores de la revuelta organizan sus acciones de manera informal y sin un liderazgo claro
MOSCU
La atmósfera llena de humo e informal es la de los cafés tradicionalmente frecuentados por las elites revolucionarias, en Moscú como en cualquier otra ciudad del mundo. Aunque los jóvenes que guían la revuelta rusa contra el supuesto fraude electoral del 4 de diciembre pasado parecen tener poco que ver con la vieja idea de lo que es la intelligentsia . Profesionales, gerentes y también diversos vástagos de familias que han hecho dinero a millones bajo Boris Yeltsin y Vladimir Putin. Pero que no soportan lo que ha estado sucediendo en su país, con la farsa del cambio de roles en el tándem al mando (Dimitri Medvedev al gobierno y Putin de nuevo a la presidencia), decidido hace años, como lo reconoce el premier mismo.
He aquí que ahora los cafés de moda, hasta ayer frecuentados sólo para comer masas, han devenido lugares de encuentro, de discusión y, quizás, incluso de toma de decisiones importantes. Exactamente como sucedía en otros tiempos, cuando la intelligentsia maltratada por el poder buscaba iniciar cambios históricos.
Los locales preferidos son sin duda los de propiedad de Dimitri Bosirov y de Dimitri Yampolskij, un abogado que es también socio de uno de los defensores de Mikhail Khodorkovsky, el ex oligarca recluido en prisión desde hace años. Lugares informales donde se gasta poco.
Por sobre todo el Jean-Jacques Rousseau, ambiente lleno de humo, reproducción fiel de lo que eran en un tiempo los bistrots parisinos.
También el Strelka, creado en el lugar donde antiguamente se encontraba la más famosa fábrica de chocolates de la Unión Soviética, la Krasnyj Oktyabr (Octubre Rojo). Otros locales han sido abiertos por los dos propietarios también en el interior de la Casa de los Periodistas y de la Casa de los Pintores. Y también éstos se han convertido en estos días en lugares de acalorados debates.
Las autoridades se afanan por repetir que los manifestantes de estas semanas no representan a Rusia, sino solamente a una exigua minoría. En la capital, sin embargo, esta minoría cuenta y se hace sentir. Según el centro de investigaciones sociológicas Levada, los que se encontraban en la plaza el 24 de diciembre eran en un 62 por ciento gente con título y el 39 por ciento tenía entre 23 y 39 años. Un ocho por ciento estaba compuesto por dirigentes y otro ocho por ciento por empresarios. Eran periodistas, directores, actores, mujeres de oligarcas, personajes famosos, incluidos algunos que hasta el día anterior militaban en el campo de Putin.
Como Ksenya Sobchak, hija del mentor de Putin de San Petersburgo (entonces Leningrado). Ksenya es muy rica y desde 2010 es propietaria de un café de moda, el Bublik. Ahora, inevitablemente, este local aparece en la lista de los que frecuentan los indignados moscovitas, aunque en el comicio Ksenya fue ruidosamente abucheada.
Sin objetivos ni referentes
El verdadero problema para todos los que protestan es cuál puede ser el objetivo de la iniciativa. No se ven nuevos líderes democráticos y liberales en el horizonte, excluyendo el bloguero Aleksev Navalny que de todos modos provoca desconfianza en muchos.
Para no apoyar al partido del poder, Rusia Unida (llamado el "partido de los ladrones y estafadores", incluso por Navalny), los descontentos han terminado apoyando las formaciones que tenían alguna posibilidad de entrar a la Duma (Cámara baja) y hacer sentir su voz. De allí que los liberales demócratas del líder nacionalista y racista Vladimir Zhirinovsky y los comunistas de Gennadi Zyuganov hayan conquistado el segundo puesto.
Pero entre la juventud dorada y enojada de los cafés moscovitas y el coriáceo comunista hay poco en común. Entre las acciones más ruidosas de Zyuganov se registra la carta abierta enviada al presidente Medvedev en ocasión del peregrinaje anual de los exponentes del PC a la tumba de Stalin. El principal reclamo de Zyuganov es "reestalinizar la sociedad rusa". Para tranquilizar a todos, el líder comunista precisó que, en caso de victoria, la aplicación del programa se haría "sin represión".
Corriere della Sera
Traducción de G. Z.
Fabrizio Gragosei