Universos paralelos: artistas de distintas generaciones coinciden en la calle Humboldt
La evocación del juego une las muestras de Richard Sturgeon, en Elsi del Rio, y de Alejandro Pasquale, en Quimera
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En Palermo Hollywood también se consigue. ¿Qué cosa? Imaginación artística bajo la forma de escenas provistas de misterio o de una composición que imita coreografías cromáticas. Dos galerías ubicadas en la misma calle, la variopinta Humboldt, exhiben trabajos recientes de dos artistas de diferentes generaciones, ambos con obra a sus espaldas y un presente radiante. En muestras discretas y contundentes, Richard Sturgeon (Buenos Aires, 1952) y Alejandro Pasquale (Buenos Aires, 1984) comparten con el público constelaciones pictóricas que interrogan la mirada. El juego es un denominador común de las dos muestras.
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Geometría del baile
En Elsi del Rio, galería que este año festeja sus quince años de vida, Sturgeon presenta su quinta exposición. Drücken, en alemán, significa, además de imprimir, empujar. “Elegí ese nombre para la muestra por la sonoridad y la grafía de la palabra”, cuenta el artista. “Las puertas, como las situaciones de la vida, exigen que se las empuje para poder ser atravesadas”, señala Marlene Binder Meni sobre la elección de esa palabra, casual sólo en apariencia.
Las pinturas de Sturgeon, de enorme formato, se asemejan a umbrales, a puntos de mira con perspectiva incorporada, a balcones que dan a la inmensidad. A medio camino entre la composición ajustada y el gesto que altera ese orden formal, sus obras siempre conllevan una reflexión sobre el proceso creativo.
¿Qué significan las figuras entrevistas de una cama o una pierna en la densa fronda morfológica de la pintura de Sturgeon? Aspectos biográficos se enlazan con referencias a las obras de otros artistas (Georg Baselitz, pero también Henri Matisse o Pina Bausch); la vibración de la paleta de colores elegidos se acopla a la exploración de una improbable geometría del caos.
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“A cada paso que doy, me alejo de ciertos destinos, mientras me acerco a otros. Cada pincelada interrumpe posibles desarrollos, mientras abre otros tantos. Se trata de seguir por donde las pinceladas o las manchas ofrecen más revelaciones”, dice Sturgeon, que asocia su sistema creativo a una filosofía vital.
En 2014, el artista que fue discípulo de Carlos Gorriarena obtuvo el Gran Premio de Honor del Salón Nacional de Pintura, y un año después, con apoyo de la Fundación Vittal, publicó un libro de artista que reúne sus trabajos más destacados, desde los años 80 hasta el presente, acompañado por textos de María Paula Zacharías y Natalia March.
Es March la que caracteriza la obra de Sturgeon como un “juego rizomático”, en el que la sorpresa precede el equilibrio combinatorio. En su muestra en Elsi del Río, con la que la galería cerrará un año de actividad intensa, se pueden descifrar las claves de esa apuesta estilística dominada por el azar y un ojo alerta.
Cierra el 30 de diciembre
Confesiones de unas máscaras
Once obras alcanzan para fijar la dimensión de la obra de Alejandro Pasquale en Universos paralelos. Creador de escenas poéticas, atemporales e inquietantes, habitadas por niños enmascarados a los que rodea una naturaleza desbordante, el artista que integra el equipo de Quimera progresa de manera consecuente en la construcción de una matriz visual de doble filo. Como médiums, sus imágenes convocan fantasmas de la infancia y la inocencia perdidas, del mundo autónomo del juego y de las dimensiones secretas que habitan la realidad.
El título de una obra quizás resume el lema de su trabajo: La realidad no me necesita. ¿A quién sí? En la pintura, un chico tiene los ojos cubiertos por una corona de flores. Cerca de donde se deberían ver los ojos, dos colibríes liban el néctar que esconde la mirada. Una de las moralejas de las fábulas pintadas por Pasquale es que la realidad existe más allá de los sentidos. El mundo bulle sin nosotros.
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“El propósito de las máscaras no es simplemente ocultar los rostros de estos seres, sino dar germen al territorio individual interior, generar el refugio donde podrán simplemente vivir en su universo paralelo, al menos por un rato”, dice el artista, que atribuye un carácter absoluto a las representaciones (las imágenes mentales) de los chicos.
En Somos lo que soñamos, la silueta del chico enmascarado, de perfil como un anónimo héroe popular, deja entrever una fantasía selvática. Esos sueños “visten” a los personajes de los cuadros. Pasquale los considera ventanas del mundo interior de los chicos, ¿pero no podrían ser además pantallas, proyecciones, representaciones físicas de ideas? Las imágenes imaginan.
“Sin duda aparece un tinte surrealista en mi obra, se hace notorio por las situaciones de cierta atmósfera onírica, pero lo que sucede en esas escenas es simplemente un juego a partir de la imaginación, representaciones de la naturaleza de forma idílica –dice-. Lo que me interesa es abrir las puertas a ‘multiversos’ a través de distintos soportes.”
Sobre tela o sobre papel, los personajes de Pasquale adornan sus miradas con máscaras de papel en forma de conos, con picos, pintarrajeadas como máscaras de tribus, con la forma de cabezas de caballos o de monos. También es válido decir que, de esa manera, deforman la mirada. Entre la belleza de la representación y el enigma de lo representado, se perfila con gracia la magia de una obra que aspira al clasicismo.
Cierra el 23 de noviembre