Vitalidad de la filosofía italiana
¿Es razonable definir una tradición filosófica en términos de su relación con cierto territorio? ¿Se puede pensar ese mismo territorio apelando a su excepcionalidad y aun así evitar una caída abrupta en el chauvinismo? ¿En qué medida es factible que esa suerte de aura se deba a la capacidad de cierta filosofía para volcarse hacia el exterior de manera plural? Roberto Esposito tiene respuesta afirmativa para estas tres preguntas en lo que concierne al caso italiano. Y si argumenta en este sentido es para mostrar las causas de la actual popularidad del pensamiento peninsular, un marco donde él mismo es uno de los coprotagonistas indiscutibles.
Más allá de cierta dosis de pudor que pudiera generar este último hecho, lo cierto es que en Pensamiento viviente despliega convincentemente esta hipótesis: desde sus inicios el pensamiento italiano gozó de cierta excepcionalidad en relación con el resto de Europa por su capacidad para enfocar cuestiones distintas del lenguaje y la reflexión transcendental, las preferidas por la filosofía europea y la llamada analítica. Maquiavelo, Vico, Leopardi, Croce, Gentile, Gramsci y Pasolini se convierten así en emblemas de ese recorrido que culmina su despliegue en filósofos como Giorgio Agamben, Antonio Negri y, por cierto, el propio Esposito, encarnaciones de la tradición biopolítica, es decir, el análisis del control social como control de los cuerpos.
Esposito –profesor en Nápoles y en Florencia– celebra que no sea posible identificar en esos orígenes peninsulares la neutralización del conflicto, la evasión de la historicidad ni la subordinación de la dimensión corporal, como sucede en otros recorridos filosóficos, y que vida, historia y poder político construyan una trama alternativa y poderosa. En sus palabras: "la filosofía italiana no sólo se construye por fuera de la maquinaria argumentativa que busca sostener las ideas de sujeto y persona, sino que brinda notas críticas para su deconstrucción". El recorrido que establece Esposito implica caracterizar esa tradición filosófica por su permanente compromiso con la heterogeneidad, enemiga de la razón moderna.
Para el autor de Communitas (1998) Immunitas (2002) y Bios (2004), el italiano es un pensamiento viviente en un doble sentido: está más vivo que nunca y tiene la vida como referente privilegiado. Para evitar cualquier acusación de "nacionalista" define "lo italiano" en términos de una comunidad sin supuestos que se constituye, no como filosofía nacional, sino en relación con un territorio que remite a "un conjunto de características ambientales, lingüísticas y tonales". La cultura italiana, construida en la ausencia de nación, resulta para Esposito potencialmente universal y fuertemente pertrechada a la hora de enfrentar los desafíos de la posmodernidad.
Este intento por definir ciertas características de la filosofía peninsular al margen de los presupuestos que suelen caracterizar la historia de las ideas es quizá uno de los ejes más ricos de Pensamiento viviente, un libro que podría caracterizarse como lateral pero no por ello secundario en su producción. Tal como él mismo ha señalado: "se trata de un retorno a mis primeros autores –en particular Maquiavelo y Vico–. Y también la identificación de una suerte de ‘canon’ de nuestra tradición filosófica italiana, que tiene como objetivo explicar el interés que algunos autores italianos contemporáneos están despertando en el extranjero".
Sin embargo, resulta inevitable preguntarse si es necesario apelar a la excepcionalidad histórica de una comunidad/nación para sostenerlo. Tan inevitable como cuestionar la negativa de Esposito a mirar más allá de las fronteras de Europa Occidental. No existe aquí siquiera la curiosidad por hacer foco en otras miradas híbridas introducidas en territorios aún más periféricos, como el latinomericano o el asiático. De haber hecho el intento, el argumento central de Pensamiento viviente se habría mantenido, pero a costa –felizmente– de las siempre sospechosas pretensiones de excepcionalidad adjudicadas a su propio territorio.
PENSAMIENTO VIVIENTE
Roberto Esposito
Amorrortu
Trad.: María Tereza D`Meza Pérez y Rodrigo Molina-Zavalía
316 páginas, $ 320