Cómo nos afecta una mudanza
Todos los seres humanos buscamos la estabilidad, tendemos a la homeostasis. Para expresarlo en términos sencillos: construimos rituales. Nos levantamos a la misma hora, nos vestimos o nos aseamos de la misma manera, etc. Sin embargo, cuando dicha estabilidad es excesiva, sobreviene la rutina y el aburrimiento. Por tal motivo, necesitamos también la creatividad. Nos gusta lo nuevo, lo novedoso, porque nos despierta nuevas emociones. Observemos el siguiente gráfico:
Aquí tenemos los dos extremos. Una persona marcada por los rituales, por una constante, con poco margen para el cambio. Es el tipo de personalidad rígida que siente temor y se ubica siempre en lo conocido. En el otro extremo, encontramos el tipo de personalidad caótica donde no existe pauta alguna. Todo es nuevo, cambiante, veloz, con muy poco margen para la estabilidad. Por supuesto, nosotros precisamos un equilibrio entre la homeostasis y la flexibilidad.
La vida implica cambios. Uno de los más comunes es mudarnos, o establecernos en otro país, por ejemplo. Analicemos algunas dificultades al respecto:
Hay personas que se han ido a vivir a otro país, o a otro contexto, y mantienen afectos superficiales en ese lugar. No logran echar raíces y, justamente, se crean vínculos superficiales como una manera de evitar la pérdida, es decir, a modo de "protección afectiva". Esto sucede para que la pérdida no duela tanto. Por eso, frente a un cambio importante como una mudanza, debemos procurar construir lazos afectivos.
Hoy en día se sabe que los niños se adaptan fácilmente a los cambios. Los adolescentes buscan en un grupo la forma de empatizar con el otro, de hacer nuevos amigos y de disfrutar actividades grupales. Mientras que los adultos tenemos varias opciones al enfrentar una mudanza de un cambio de país.
Tres actitudes frente a los cambios, una mudanza, etcétera
- 1. No me integro y mantengo mi propia cultura y mis afectos. Me cierro y experimento la sensación de que "estoy de paso". Como nunca me siento integrado, vivo de manera anónima.
- 2. Me integro pero reniego del lugar del cual provengo. Cambiar de país lo vivo como una pérdida y siento que dejé atrás parte de mi historia. Esto se debe al nivel de enojo que tengo, lo cual sirve a corto pero no a largo plazo. La persona vive en otro lugar con enojo y sintiéndose extranjera todo el tiempo. ¿Cuál sería la opción más saludable? La siguiente:
- 3. Mantengo los afectos del lugar de donde vengo pero me abro a la construcción de nuevos vínculos. Me integro sin renunciar a mi pasado. Cuando adoptamos esta actitud, somos capaces de adaptarnos a la nueva dinámica local. Es decir, que mantengo mis costumbres pero, a la vez, me abro a las costumbres distintas del país de mudanza que me permitan hacer nuevas amistades y vínculos emocionales. Esto se conoce como "inteligencia cultural". En el fondo, no se trata de la cultura sino de los afectos.
Muchas personas que son inmigrantes sufren enormemente, dado que sienten que "no son de aquí, ni son de allá". En estos casos es importante conectar con la propia historia, con las raíces, con los aspectos lindos que se dejaron atrás; pero también abrirse a lo nuevo, lo cual es una manera de apropiarse del ambiente. Tal como hacemos de nuestro lugar de trabajo, o de nuestra casa, un lugar confortable, tenemos que "apropiarnos del lugar". Al incluir lo afectivo (una foto, flores, etc.), ya no me siento un visitante, ya no estoy fuera de lugar, pues me he adaptado transmitiéndole a mi nuevo entorno, mi estado de ánimo.
Para concluir, los cambios, como las mudanzas o los cambios de país, son parte de la vida. Sin embargo, debemos echar raíces y mantener lo antiguo sumándole lo nuevo. Podríamos graficar así el equilibrio saludable, que consiste en mantener homeostasis y flexibilidad:
Todos necesitamos tener ciertos rituales: almorzar juntos con la familia el domingo, ir a la cancha con papá, etc. Y todos los rituales que los padres construyamos con nuestros hijos deberían ser agradables. Esto nos permite generar recuerdos y tener la sensación de que hemos echado raíces. Pero al mismo tiempo, debemos mantener cierta flexibilidad, abriéndonos a la exploración de lo nuevo porque de eso se trata la vida: un equilibrio entre la homeostasis y la flexibilidad, entre lo conocido y lo desconocido.
Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a Bernardoresponde@gmail.com