Vivir sin aire
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Si fuera niebla, sería bucólica. Aun siendo smog, la imagen es paradójicamente bella. Un vendedor, más que avanzar sobre las calles de Lahore, Pakistán, emerge entre la bruma que las asfixia. Denso y translúcido, el aire parece tener peso propio. Peso y huellas: rastros de fábricas, signos de vehículos desfallecientes, ecos de quemazón en los campos cercanos. Una conjunción catastrófica que, por estos días, obligó a las autoridades del país a suspender el tráfico aéreo, cerrar escuelas y mantener la red hospitalaria en alerta. La modernidad de las naciones pobres: eso que a veces se impulsa a costos tan altos. El vendedor ambulante avanza como si nada: cigarrillo en mano, gesto calmo, aires de normalidad. Sobre sus hombros, los globos desafían la humareda ocre. El helio con que los inflaron seguramente sea más puro que el aire que respira su portador.
Foto Arif Ali / AFP