Voces inolvidables. Precursoras que marcan el presente
La publicación de Las amigas, novela póstuma de Aurora Venturini, echa luz sobre toda una serie de autoras que experimentaban con el idioma, de Sara Gallardo a Elvira Orphée, a las que su época no supo cómo valorar
En 1968 la revista Confirmado ponía en la tapa una foto de la escritora Sara Gallardo (1931-1988), en aquel momento una de sus columnistas, y titulaba: "Sara Gallardo, ese bicho". El mote de bichos, de raras, de extravagantes, incluso de monstruos -muchas veces para omitir: al monstruo no se lo muestra, se lo esconde- relacionado con autoras que construyen obras de vanguardia es una forma de clasificación que, gracias a las últimas operaciones de la crítica y a los movimientos feministas, cayó en desuso. Hoy muchas autoras que experimentan con la lengua encuentran un lugar, un público lector con mayor facilidad. Sin embargo, la obra de muchas otras que las precedieron, sigue ahí, a la espera del reconocimiento. El caso de Gallardo es paradigmático -como también lo es su actual y merecida revalorización, de las reediciones de Enero a Eisejuaz-, pero con ella están también Libertad Demitrópulos (1922- 1998), Elvira Orphée (1922-2018) o Aurora Venturini (1922-2015), entre otras autoras de obras incómodas, inclasificables.
"Yuna sos una criatura sin género ni especie inclasificable un fenómeno no sé para qué naciste si no evolucionaste y vas parada y pegada a tu primera edad sin remedio inservible morite para dejar lugar a un ser útil sí morite Yuna Riglos que ni el apellido es de tu pertenencia". La cita pertenece a Las amigas (2020), novela póstuma de Venturini, que acaba de publicarse. Yuna es la narradora y protagonista tanto de esta obra como de Las Primas (reeditada con la obra inédita, con la que hace par), que en 2007, cuando tenía 85 años, le valió a Venturini el Premio Nueva Novela de Página 12.
Mujer de más de sesenta en Las amigas, adolescente en Las primas, Yuna se define "minusválida", "disminuida", "cretina", "anormal" en una familia donde "no éramos comunes por no decir que no éramos normales". Quien la insulta en Las amigas es Matilde, una amiga que supo ser, al igual que Yuna, artista y que se derrumba como consecuencia del matrimonio con un hombre que la lastima y al que inexplicablemente mantiene económicamente, aun con lo poco que tiene. Habla Matilde, pero escribe Venturini, con su prosa deslumbrante, y por eso la fuerza, la potencia del parlamento. Ya en Las primas, Yuna trataba de explicar la falta de puntuación: "Trataré de aprender a poner comas y puntos porque todo se me viene encima como si me volcara un plato repleto de fideos sopa de letras".
Casi como si se tratara de un crítico despiadado hablándole a Venturini -o a Sara Gallardo, o a Elvira Orphée- Matilde la designa como "fenómeno" y Yuna, que hace rato es artista plástica, que encontró en la pintura una salida a la familia disfuncional y a la desgracia, se encierra en su taller, se desnuda y, después de echarse encima pintura negra, pinta. Lo hace con la misma vehemencia con la que escribe Venturini: sin medias tintas, de manera incluso grotesca. En Las primas, por ejemplo, narra sin solemnidad un aborto, un abuso, la enfermedad de su hermana Betina -"padecía de un corcovo vertebral", cuenta, "de espalda y sentada semejaba un bicho jorobado de piernecitas cortas y brazos increíbles"- y la manera en la que, con su prima enana, acorralan al culpable. No hay corrección política, no hay sometimiento a la puntuación; hay vuelo, hay humor, hay un estilo y eso es lo que la lectura celebra. ¿Dónde estuvo la obra de Venturini todo este tiempo? ¿Será que quizás ahora, habiendo leído a escritoras que desarman el lenguaje, como Ariana Harwicz, Gabriela Cabezón Cámara o Ana Ojeda, se puede disfrutar mejor de Venturini o de Orphée? ¿O es al revés y fueron ellas quienes le abrieron paso a las escritoras en actividad que leemos hoy?
Lucía De Leone, poeta, doctora en Letras, investigadora de Conicet y una de las coordinadoras del primer tomo de la Historia feminista de la literatura argentina (que publicó en 2020 Eduvim) explica: "No importa tanto si se va de adelante hacia atrás o de atrás hacia adelante: lo que importa es leer desde un prisma y un modo de pensar la temporalidad que dicten los tiempos feministas y no los heredados de un sistema patriarcal. Entonces, quizá, sea algo así como "Kafka y sus precursores" (el texto de Borges en el que dice que "cada escritor crea a sus precursores") y una escritura como la de Mercedes Araujo, poeta y autora de la novela La hija de la cabra, nos haga volver a Sara Gallardo; o las películas de Lucrecia Martel resignifiquen el escenario del norte de Elvira Orphée; o los litorales que cuenta Selva Almada nos abran puertas para abordar tradiciones opacadas."
Contemporánea de Venturini, Elvira Orphée es una escritora cuya obra circula relativamente poco. En 2009 se reeditó Aire tan dulce, una novela de 1966. La belleza de los diálogos, la acción aletargada, la marginalidad de los personajes, la manera en la que trata el tema de la religión en un pueblo del interior sumido en el calor y el hastío hacen de la novela un texto particularísimo. ¿Por qué, a pesar de ganar premios, es un libro que ha ido quedando de lado? Como dice De Leone, "las operaciones del canon son impredecibles. Los universos referenciales, mezclados con apuestas estéticas de vanguardia, en el caso de Gallardo y Orphée, pudieron no ser del todo inteligibles para la crítica del momento, acostumbrada, tal vez, a otro tipo de espacios, tiempos, historias y, sobre todo, sensibilidades femeninas."
Junto a Orphée, otra escritora de gran potencia es Libertad Demitrópulos. Río de las congojas, su novela más importante, trabaja en el límite con lo histórico: gira en torno a una insurrección contra Juan de Garay, en Santa Fe, en la época de la Conquista. Lo hace desde la perspectiva de un mestizo y dos mujeres. Una de ellas es María Muratore, uno de los personajes más logrados de la literatura argentina. La colección Narradoras Argentinas, también de Eduvim, no sólo rescata otras obras de Orphée (Dos veranos) y Demitrópulos (La mamacoca) sino también varios inhallables de escritoras argentinas que vale la pena considerar: El último Zelofonte, de Luisa Mercedes Levinson; Gente conmigo, de Syria Poletti, o El reconocimiento y otros cuentos, de Amalia Jamilis.
Leer con libertad, trazar nuevos recorridos de lectura permite reordenar la biblioteca y ampliar horizontes. En el camino se descubren escritoras con obras originalísimas que siempre estuvieron ahí, a la espera de una lectura atenta y activa.
DOS VERANOS
Elvira Orphée
Eduvim
186 páginas
$ 550
LAS AMIGAS
Aurora Venturini
Tusquets
192 páginas
$ 1100