Volviendo a la normalidad
Por Guillermo de la Dehesa Para LA NACION
La decisión de pagar por adelantado al FMI las deudas que la Argentina tenía contraídas con dicha institución debería entenderse como un gesto, de cara a los mercados y al mundo, de una vuelta a la normalidad. Un mensaje claro de que la Argentina, tras los graves problemas económicos sufridos, quiere volver a ser un país normal.
Un país normal tiene instituciones y reglas claras de juego que, además, se cumplen. Un país normal no tiene deudas con el FMI y con el Club de París. Un país normal no tiene una tasa de inflación subyacente elevada ni una deuda pública elevada en relación con sus ingresos fiscales, ni tampoco una deuda en moneda extranjera elevada en relación con sus ingresos por sus exportaciones de bienes y servicios y a sus entradas netas de inversión directa extranjera.
No hay mucho más que añadir para ser un país normal desde el punto de vista económico.
Yo quiero entender que cuando el presidente Néstor Kirchner anunció este pago adelantado al FMI diciendo que con él "el país gana libertad económica" se refería a que, a partir de ahora, refrendado recientemente en las elecciones, él podrá hacer lo que hace un país normal, sin necesidad de que nadie de afuera se lo aconseje o intente imponérselo. Con ese lógico orgullo, recupera totalmente su autoridad y libertad de actuación, pero también asume un mayor riesgo personal, ya que hasta ahora podía ser más fácil echar la culpa al FMI de algunas cosas que no iban bien.
A partir de ahora, él y su gobierno asumen la responsabilidad exclusiva de lo que vayan a hacer.
Hay que reconocer que el presidente Kirchner ha mostrado a lo largo de su trayectoria política, provincial y nacional que no le gusta endeudarse gastando por encima de lo que ingresa y que no le gusta que haya una tasa de inflación alta, porque son los pobres los que la sufren en mayor medida y lo que él quiere es que el elevado nivel de pobreza que el país ha acumulado con sus años de fuerte recesión continúe reduciéndose.
Es éste, sin duda, un buen historial como para darle crédito suficiente en el sentido de que va a seguir pensando lo mismo en el futuro y de que va a continuar por este mismo camino.
Además, estoy seguro de que el Presidente sabe, por su propia experiencia histórica, sufrida como argentino, que todos los gobiernos que han caído en la tentación de saltearse estas sencillas reglas de equilibrio institucional y económico han terminado muy mal -y el país, todavía peor-, mientras que aquellos otros que las han respetado han sido reelegidos por mayoría absoluta.
El Presidente y su partido acaban de ser refrendados ampliamente en las urnas por los ciudadanos argentinos, que han depositado su confianza en que él y su gobierno van a convertir a la Argentina en un país normal, y tengo esperanzas razonables, porque siempre hay que dejar un cierto margen en beneficio de la duda, de que no va a decepcionarlos.
Dos problemas
Como extranjero, aunque tenga un enorme afecto personal por los argentinos, está muy lejos de mi intención dar consejos sobre lo que tiene que hacer el Gobierno, pero sí me atrevo a señalar, con toda modestia, dos problemas que existen y que no hacen fácil su tarea de normalización económica, dados los enormes choques económicos que ha sufrido la Argentina.
El primero de esos problemas es que el nivel de ahorro de los argentinos ha sufrido una fuerte caída con la recesión y que, en consecuencia, también es muy bajo su nivel de inversión interna. Esto significa que, a pesar del enorme esfuerzo que está haciendo para mantener un superávit presupuestario primario (para poder hacer frente a sus compromisos de pago de la deuda), va a necesitar fuentes de ingresos adicionales.
Por un lado, tiene que aumentar sus ingresos fiscales internos, pero no aumentando sus tipos impositivos sino aumentando sus bases imponibles, para lo que necesita hacer un enorme esfuerzo para mejorar sus sistemas de recaudación. Debe dedicar los fondos públicos que sean necesarios para la formación de sus actuales recaudadores, para emplear a muchos otros más y para invertir masivamente en tecnologías de información sobre los contribuyentes. Por otro lado, va a necesitar entradas de capital extranjero adicionales.
En este sentido, va a necesitar atraer mayores flujos de inversión directa de empresas extranjeras, no sólo de Europa y Estados Unidos, sino de los países que hoy tienen mayores tasas de ahorro, es decir, de Japón, de China, del resto de Asia y de Medio Oriente.
Para ello, tiene que acelerar su negociación de acuerdos sobre tarifas con el resto de los inversores que ya han invertido en el país en los servicios públicos y privados regulados (lo que, dado el crecimiento de la demanda de estos servicios en los dos últimos años, puede resultar relativamente más fácil que cuando empezaron), ya que muchos de los potenciales inversores extranjeros lo primero que van a hacer antes de invertir es preguntar, a los que ya han invertido, cómo les ha ido en la Argentina.
También necesitará volver a emitir deuda en los mercados internacionales de capital, bien para sustituir parte de la deuda ya contraída, aprovechando la actual situación de spreads bajos, o para tener mayores recursos adicionales para invertir.
Para ello tiene que demostrar a los mercados financieros, con mensajes y políticas claras en los próximos meses, que el país está realmente retornando a la normalidad económica y también debe asegurarse de que los bonistas que no han acudido al canje no ejerzan acciones legales para embargar los ingresos de sus nuevas emisiones.
El segundo problema es que la tasa de inflación se está acelerando. Para luchar contra la aceleración de la inflación, dar advertencias claras de que el Gobierno no está dispuesto a que esto ocurra no es suficiente. Además, debe hacer un estudio sobre dónde se producen, en su mayor parte, dichos aumentos, por falta de oferta o de competencia suficiente, y actuar con contundencia.
Puesto que su política de tipo de cambio parece ser difícilmente alterable a corto plazo, ya que es previsible que la tendencia del dólar sea bajista en los próximos dos o tres años (aunque esta tendencia le facilitará sus exportaciones a la zona euro), entretanto puede utilizar otros cuatro instrumentos que tiene a su disposición y que pueden ayudarle a reducir la inflación.
Ellos son: 1) Puede subir lentamente los tipos de interés, para compensar los efectos de su política de tipo de cambio débil. Dicho aumento va a ser probablemente inevitable, ya que para evitar que la inflación se acelere más tendrá que aumentar la esterilización de sus aumentos de divisas en dólares. 2) Puede hacer reducciones importantes, temporales o definitivas, de las cuotas o los aranceles en todos aquellos sectores en los que se advierten cuellos de botella o falta de competencia. 3) Puede realizar importaciones de choque en ciertos productos que afectan directamente a la canasta de la compra y, por tanto, a la inflación que afecta al consumo, para dejar claro que no va a permitir abusos en los precios en la producción o en la distribución. 4) El Gobierno debería facilitar al máximo la entrada de inversión de empresas extranjeras en aquellos sectores donde la oferta o no es suficiente para hacer frente a la demanda o existe una situación de monopolio u oligopolio clara.
En definitiva, el Gobierno se juega mucho en los próximos meses, ya que lo que haga va a ser decisivo para confirmar si queda claro que ha valido la pena recuperar su libertad económica, para ir haciendo de la Argentina un país institucional y económicamente normal y recuperar su credibilidad económica, en el orden interno y en el mundo.