Elecciones 2019: Alberto Fernández, ampliar la ventaja para la eventual transición
Con una crisis cambiaria a la vuelta de la esquina, una inflación que amenaza con desbocarse y una dura renegociación de la deuda externa por delante, Alberto Fernández aspira a un triunfo electoral contundente que lo fortalezca, frente a propios y extraños, en el país y en el mundo.
La posibilidad de enfrentar un ballottage no forma parte de los escenarios que imaginan el candidato del Frente de Todos y sus colaboradores más cercanos. La disputa electoral no es, para ellos, más que la primera gran batalla del gobierno que viene. En esa lógica, el objetivo es superar el 50 por ciento de los votos, para empezar con la foto de un poder en expansión.
Está claro, de todas formas, que con una victoria en primera vuelta, aunque sea por una cifra menor, se dará por cumplido el objetivo de mínima: dar por terminada la pelea electoral y, ahora sí, empezar la transición.
Si resultado es más contundente que en las PASO tendrá varios efectos directos. El reparto de bancas en el Congreso podría darle al Frente de Todos mayoría propia en las dos cámaras, sin el auxilio de gobernadores que cobran caro los favores. La oposición quedaría debilitada y con poco margen para endurecer sus posiciones ante un gobierno elegido en primera vuelta por más de la mitad de los votantes. Fernández no necesitaría recurrir a negociaciones costosas, como las que tuvo que enfrentar Mauricio Macri, para afrontar el paquete de leyes que prepara para los primeros meses, entre ellas, el presupuesto 2020.
Si la victoria es amplia podría derramarse además sobre las intendencias de municipios grandes de la provincia de Buenos Aires, a los que el candidato dedicó varias visitas de campaña, como Mar del Plata y Bahía Blanca. El premio mayor sería forzar un ballottage en la ciudad de Buenos Aires, un escenario que en el entorno de Fernández ven con escasas posibilidades de concreción.
Pero ni el Congreso ni las batallas por los gobiernos municipales están hoy en el centro de las preocupaciones del candidato opositor. Fernández pretende que el resultado sirva para dar un mensaje a los factores de poder con los que tendrá que lidiar, si llega a la Casa Rosada.
La cifra que consiga hoy estará presente en cada una de las negociaciones que encare desde mañana, en la Argentina y en el exterior. Cada punto extra agrandará el sillón en el que se siente el próximo presidente.
La primera de esas negociaciones tendría como contraparte a Macri. El resultado electoral establecerá las reglas de una eventual transición. Los reclamos que viene haciendo Fernández podrían tomar la forma de exigencias, si el candidato opositor supera el 50 por ciento de los votos. El Presidente se quedaría sin margen para resistir, al margen de que un buen resultado lo posicione como futuro jefe de la oposición.
En la agenda local de la transición figuran además los empresarios y los sindicatos, a los que Fernández procura sumar a un acuerdo de precios y salarios para domar la inflación. El peso de la palabra del jefe del Estado, árbitro y articulador de esas conversaciones, dependerá en gran medida de la legitimidad que le den las urnas. La magnitud de la crisis serviría como contexto para agregar voluntades.
El candidato opositor pretende además que el estruendo de su triunfo se propague por la región y se oiga también en Washington. En una América Latina convulsionada, pocos pueden exhibir el respaldo popular que le daría a Fernández un triunfo en primera vuelta. La posición del gobierno de los Estados Unidos resultará determinante en la negociación pendiente con el FMI.
Un triunfo contundente en primera vuelta tendría también efectos hacia el interior del Frente de Todos. Cristina Kirchner no perderá su lugar como accionista mayoritaria de la coalición opositora, pero cada voto extra que sume la fórmula fortalecerá el papel de Fernández. Si superan el número mágico del 54%, porcentaje que obtuvo Cristina en 2011, el candidato a presidente podrá colgarse otra medalla en la solapa.
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