Alberto y un discurso que le calza a la perfección
Su discurso es el mismo incluso desde antes de ganar en las elecciones primarias: la Justicia, dice Alberto Fernández, abusó de las prisiones preventivas y las usó para perseguir opositores. "En la mayoría de los casos, deberían estar libres".
Es un discurso que le calza a la perfección. Más allá de lo jurídico, le alcanza para consolidar su sociedad con Cristina Kirchner, a quien Claudio Bonadio tendría detenida si no fuera por sus fueros, pero lo diferencia del kirchnerismo más extremo: el que exige la libertad de todos los "presos políticos".
Es un discurso, además, al que se fue acomodando, a su alrededor, la coyuntura. César Milani, Fernando Esteche, Cristóbal López, Fabián de Sousa, Carlos Kirchner, Gerardo Ferreyra. Durante los últimos meses, Comodoro Py liberó a decenas de presos en causas de corrupción.
Muchos dejaron la cárcel porque se convirtieron en arrepentidos; otros, porque los jueces adoptaron un criterio más restrictivo respecto de cuándo era necesario mantener prisiones preventivas.
Mientras Fernández avanzaba en su carrera hacia la Casa Rosada, el clima en los tribunales federales fue cambiando. No hay otra explicación posible para fallos como el del exfuncionario kirchnerista Oscar Thomas, que estuvo casi un año preso por el caso de los cuadernos de las coimas, y fue liberado gracias a que el fiscal y los camaristas coincidieron en que no había peligro de fuga a pesar de que en esta misma causa Thomas había estado prófugo 48 días.
Por eso, cuando Fernández abogó ayer por la libertad de quienes no tienen sentencia definitiva y están presos "porque son opositores" habló solo de un puñado de detenidos.
Y no solo en la Justicia se registró el cambio de época. También en el Congreso. Hace 15 días, la Comisión Bicameral de Monitoreo e Implementación del nuevo Código Procesal Penal ordenó la entrada en vigor en todo el país de nuevas pautas que fijan límites a las prisiones preventivas. Son artículos que estaban consensuados -y sancionados- desde hacía años, pero como eran parte de un nuevo código que se va aplicando progresivamente, iban a entrar expresamente en vigor en Comodoro Py dentro de varios años más.
Como abogado penalista, profesor de la Universidad de Buenos Aires y discípulo de Esteban Righi, a Fernández le resulta muy natural alegar en favor de quienes no tienen condena firme. El principio de inocencia impone que la libertad sea la regla durante el proceso. Así lo establece la Constitución y lo advierten los tribunales internacionales.
Fernández es cauto, en cambio, a la hora de defender condenados. Él trazó una línea sobre qué banderas toma y cuáles no. "Tengo una diferencia conceptual sobre qué es un preso político", dijo, 24 horas después de la marcha convocada con la consigna "por una Navidad sin presos políticos".
Y consultado sobre corrupción, afirmó: "Si un exsecretario de Obras Públicas [por José López] anda a las tres de la mañana con nueve millones de dólares en el baúl, evidentemente algo hay que explicar. Y quienes deban explicarlo, que lo expliquen. No estoy yo para defenderlos".
En el entorno del presidente electo también toman distancia del exministro de Planificación Julio De Vido. Tuvieron una relación tirante. El mes pasado, las declaraciones de De Vido desde la cárcel mostraron esa tensión. "Cuando decimos: 'Vamos a volver mejores' quiero saber si es mejor que Macri o mejor que Cristina. No me cierra ese eslogan", dijo el exministro sobre una frase que se repitió en la campaña del Frente de Todos. "Da a suponer que los que estamos presos somos los peores y los que están libres son mejores."
Fernández dijo que De Vido -que es posible que pronto consiga la prisión domiciliaria- está detenido de manera arbitraria, pero nunca proclamó su inocencia. El presidente electo, en general, eligió opinar lo menos posible sobre el contenido de las causas. A excepción de las de Cristina Kirchner. En esos casos sí se involucró en su defensa. Tiene estudiados cada uno de los expedientes y proclama su inocencia. Fernández conoce la Justicia argentina y sabe que no hay chances de que su vicepresidenta tenga una condena firme en el corto plazo. Si algún día sucede, faltan años. Seguramente, más tiempo que el que durará su presidencia. Pero ¿qué está dispuesta a tolerar Cristina Kirchner? ¿Qué resultados va a pedirle al nuevo presidente? El tránsito de esas causas sí puede ser un problema puertas adentro del futuro gobierno.
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