Ante la escasez y el encarecimiento de los hidrocarburos, se buscan alternativas
Biocombustibles, hidrógeno, molinos eólicos, centrales hidroeléctricas y nucleares aún no son rentables
El petróleo se ha encarecido en los últimos años en el mundo no sólo por los conflictos políticos sino porque es cada vez más escaso: no hay suficiente oferta para satisfacer la creciente demanda. Casi nadie prevé que el crudo vuelva a ser barato y ante esa perspectiva se tornan rentables energías alternativas que no lo eran.
Además, las predicciones hablan de una reducción paulatina de las reservas de petróleo y gas, sobre todo en la Argentina, con lo que ganarían atractivo las centrales nucleares e hidroeléctricas, los molinos eólicos y los biocombustibles.
En el último Foro Económico Mundial, en Davos, los asistentes especularon con un barril de crudo que cueste hasta US$ 120. En la actualidad ronda los 65, muy por encima de los 10 que valía a fines de la década pasada.
Un reciente informe del banco Credit Suisse First Boston predice que el crudo promediará durante el año los US$ 62,50, y prevé que, en contraposición a la inquietud sembrada en Davos, el barril vaya abaratándose en el futuro: a 54,50 en 2007, a 49,50 en 2008, a 46 en 2009 y a 40 en el largo plazo. Es decir que, de todos modos, no volverá a los bajos precios.
"El petróleo no baja más", predice Gustavo Calleja, ex subsecretario de Combustibles del gobierno de Raúl Alfonsín. "Por una cuestión de seguridad, los países del G-7, Rusia y China van a entrar en conflicto por apropiarse de las reservas de Medio Oriente, Venezuela y Africa, que van a ser las últimas que queden. La Argentina, que va hacia el fin del autoabastecimiento, va a querer importar, pero no va a haber", alerta el vicepresidente de la Fundación Arturo Illia. Esa situación haría más necesario el desarrollo de combustibles alternativos.
"Todo el mundo dice que, por la incertidumbre política, lo más probable es que el precio alto continúe por lo menos en 2006, 2007 y más tiempo también", comenta Mario Guaragna, director asociado de Strat Consulting y ex subsecretario de Obras Públicas del gobierno de Carlos Menem. "Estos precios actúan como incentivo para la inversión en fuentes alternativas", señala.
Ante ese contexto, el presidente norteamericano, George W. Bush, dedicó buena parte del discurso del estado de la nación a criticar la petrodependencia de su país y a anunciar algunos subsidios a la investigación y el desarrollo de etanol. Brasil, donde el 18% del transporte se mueve con etanol (derivado de la caña de azúcar), aparece como ejemplo, pero su presidente, Luiz Inacio Lula da Silva, declaró ayer que su apuesta está en el biodiesel (producido a partir del aceite de palma, soja y girasol). Mientras tanto, el primer ministro de Suecia, Goran Persson, viene pregonando a sus ciudadanos que reemplacen la nafta por el etanol, de modo de reducir en gran medida la petrodependencia en 2020.
Efecto retenciones
En la Argentina, a diferencia de los países desarrollados importadores de petróleo, el precio del barril es mucho más bajo que en los mercados internacionales. Por efecto de las retenciones a la exportación, el petróleo cotiza aquí a 33 o 34 dólares. "El Gobierno está dispuesto a subir las retenciones si el barril supera los 75 dólares", recuerda el director ejecutivo de la Asociación de Biocombustibles e Hidrógeno, Claudio Molina. Este experto prevé que si el petróleo alcanza los US$ 100, la administración Kirchner no dejará que el valor interno supere los 43.
A partir de ese supuesto de un petróleo por las nubes, Molina calcula que el gasoil subiría hasta $ 2 el litro y sólo entonces el biodiesel podría convertirse en una alternativa viable. También depende de la carga impositiva. El especialista señala que el biodiesel supera hoy en día ese precio porque tributa el gravamen al gasoil. Si no lo pagara, costaría $ 2, por encima de los 1,44 actuales del diesel derivado del petróleo.
El Senado ya aprobó un proyecto de ley de apoyo al biodiesel y el etanol (también derivado del maíz y el trigo), de modo de no cargarles el impuesto al gasoil, pero su tratamiento quedó varado el año pasado en la Cámara de Diputados por la resistencia del entonces ministro de Economía, Roberto Lavagna. Pero hace una semana el presidente de la Cámara baja, Alberto Balestrini, prometió que le dará prioridad a la sanción de la iniciativa en el período de sesiones extraordinarias que se abre este mes. El proyecto establece la obligación de que en cuatro años la nafta contenga un 5% de etanol y el gasoil, la misma proporción de biodiesel.
"Ya se ha desarrollado muy buena tecnología de biodiesel en Alemania, Bélgica e Italia y de etanol en Brasil y Estados Unidos", destaca Molina. "Aquí estamos cerca de desarrollarla. Hay que mejorar la purificación del producto, pero todavía no hay mercado que justifique esa inversión", reconoce.
Un auto que adopte el biodiesel o el etanol no necesita cambiar su tanque o su motor: sólo los anteriores a 1990 deben cambiar una manguera, que puede costar $ 60. Generaría menos contaminación ambiental, aunque al producir más vapor de agua y menos sulfatos contribuiría en mayor medida al efecto invernadero. Con la tecnología y los precios actuales, en suma, los biocombustibles siguen siendo más caros que los convencionales.
Guaragna considera poco probable que en la Argentina el sector privado invierta en el desarrollo de energías alternativas al petróleo y el gas, otras fuentes que tampoco atraen los suficientes capitales. "Salvo el grupo Pescarmona, que está terminando el primer prototipo de molinos eólicos, en la Argentina no va a haber mucha inversión privada, aunque sí va a poder aprovechar desarrollos del exterior, una vez que estén comercialmente disponibles", agrega.
La energía eólica, que constituye una opción a las centrales eléctricas que se alimentan de gas, cuenta en el país con una ley que la incentiva. Están radicándose algunas inversiones puntuales en la Patagonia. De todos modos, esta alternativa necesita de ayudas estatales aun en zonas en las que se encuentra más desplegada, como el Mar del Norte.
La hidroelectricidad y la energía atómica representan otras variantes para las generadoras que usan gas, como las termoeléctricas y las de ciclo combinado. Para Calleja, el Estado debería poner como prioridad la construcción de hidroeléctricas, después que las últimas fueran inauguradas a principios de los 90.
Represas en estudio
El Gobierno está estudiando con Brasil el levantamiento en el río Uruguay de la represa de Garabí, que demandaría US$ 1700 millones. La Secretaría de Energía está buscando inversores para otros ocho proyectos. El mes próximo se elevará la cota del dique de la argentino-paraguaya Yacyretá, con lo que producirá un 10% más. En este trabajo y en la instalación de más turbinas en el brazo de Aña Cuá se invertirán 1000 millones.
La alternativa hidroeléctrica recibe críticas por su impacto medioambiental -deja bajo las aguas zonas lindantes a la central- y elogios porque, según Calleja, "evita inundaciones, provee de agua potable y de riego y el dique puede convertirse en centro turístico".
La energía atómica está volviendo a considerarse en Estados Unidos, Francia y hasta en Alemania. Calleja advierte que, aunque los residuos puedan llegar a reciclarse, se corre el riesgo de otro accidente como el de Chernobyl. También existe la presión internacional contra su desarrollo en países que podrían utilizar la energía nuclear con fines bélicos, como sucede en la actualidad con Irán. Guaragna le ve futuro a esta alternativa, pero advierte que en la Argentina puede faltar financiamiento, seguridad o tecnología. El Gobierno relanzó el año pasado la terminación de la central Atucha II, con una inversión pública de US$ 500 millones en cuatro años.
La economía del hidrógeno es la promesa que sentó Jeremy Rifkin, asesor de Bill Clinton cuando era presidente de Estados Unidos. General Motors, Toyota y Honda son algunas de las compañías que han desarrollado vehículos propulsados por una pila de combustible alimentada por hidrógeno, pero su aplicación comercial demandará años de investigación, algo que difícilmente ocurra en la Argentina, no por falta de capacidad técnica sino financiera, según especialistas.
Los automotores a hidrógeno no contaminan, andan como uno convencional y demandan menos costos de mantenimiento, pero las pilas son muy pesadas, faltan infraestructuras de suministro del gas y, sobre todo, cuestan demasiado (un ómnibus vale US$ 2 millones). Otras variantes aún en investigación son los vehículos eléctricos, por ahora muy lentos y con poca autonomía, o a energía solar, que exige paneles demasiado grandes incompatibles con la velocidad. En Estados Unidos hasta han desarrollado energía con excremento de pollo.
Guaragna opina que las energías alternativas dependen de atraer a inversores privados con incentivos y reglas de juego claras, pero calcula que la participación de los hidrocarburos en la matriz energética argentina bajaría sólo del 90 al 86%. Para Calleja, se requiere inversión estatal.