Aunque la realidad le marque la agenda, Macri se resiste a cambiar ministros
El macrismo decidió con-firmar anoche que es un espacio de cultura contraintuitiva hasta en las circunstancias en las que la realidad resulta más adversa y parece cuestionar sus aptitudes.
"El Presidente no evalúa un cambio de gabinete, tampoco un acuerdo con la oposición ni una modificación de sus relaciones políticas". La afirmación, contraria a la que la mayor parte de los tomadores de decisiones políticas y económicas demandaban, fue hecha al cierre de esta edición por voceros de la Jefatura de Gabinete.
Fue la ratificación, más de 10 horas después, de las palabras que por la mañana, antes de la apertura de los mercados, había pronunciado Marcos Peña en Radio Mitre. Nada había modificado que la cotización del dólar hubiera roto el techo de los 40 pesos después de esas expresiones.
En el primer piso de la Casa Rosada, donde se ubican el despacho presidencial y el del jefe de los ministros, desvinculan la nueva trepada del dólar de los dichos de Peña o de la ausencia de otras señales o anuncios de medidas.
Rechazan en el Poder Ejecutivo las opiniones que circularon durante el día, incluso dentro del propio oficialismo, sobre la necesidad de dar señales de cambios en las políticas y de renovación del gabinete para recuperar la confianza de los mercados y parar la disparada del dólar, que en dos jornadas le hizo perder al peso una tercera parte de su valor.
Es más: frente a la inquietud mayoritaria por una situación cambiaria y económica que parece fuera de control, se resolvió mostrar normalidad en las actividades del día, aun a riesgo de las interpretaciones que eso pudiera generar.
El anuncio del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, de que se preparaban medidas económicas por anunciar el lunes y que a la noche de ese día viajaría a Estados Unidos para terminar de cerrar el nuevo acuerdo con el FMI fue en el mismo sentido: descartar todas las versiones que hablaban de un cambio de gabinete o de medidas de emergencia.
Contrastó demasiado con la urgencia que había mostrado el día anterior el propio Presidente cuando anunció un acuerdo con el FMI para adelantar los desembolsos previstos para los próximos tres años a pesar de que todavía no estuviera cerrado.
La decisión de esa aparición de Macri fue enteramente de él, como lo admitió ayer Peña. Es más: lo hizo contra la opinión de más de uno de sus ministros, que no la consideraban oportuna. Lo que ocurrió después en los bancos y en las casas de cambio fue visto no solo como una devaluación astronómica del peso, sino también de la palabra presidencial. Lo mismo que pasó ayer con la del jefe de Gabinete.
Sin embargo, no hubo arrepentimientos, aunque sí, por lo bajo, recrudecieron las críticas dentro del oficialismo.
Dicen que es cada vez más difícil que Macri modifique algo que ya tiene decidido. Lo volvieron a comprobar en las últimas 48 horas no solo ministros y aliados políticos, sino también algunos consejeros a los que en otros tiempos solía escuchar.
Son varios los que recuerdan la manera terminante con la que hace poco más de un mes cerró un planteo para que se revisara el esquema de rebaja de las retenciones a las exportaciones agrícolas y mineras, que, a su pesar, la realidad volvió a poner en estas horas sobre la mesa del Ministerio de Hacienda. No lo olvidan quienes asistieron a aquella reunión de coordinación, que dejó relaciones agrietadas.
Los heridos no solo lamentan el destrato, sino también el tiempo perdido para hacer algo que podría haber ahorrado costos financieros, económicos y políticos, y que, a esta altura, asoma casi inexorable.
El protagonismo de Frigerio
Quien ganó volumen y minutos en micrófonos y pantallas a lo largo del día fue el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Sus voceros se preocuparon por hacer saber que fue por pedido del Presidente y también de Peña. Como para aventar las versiones de que eso obedecía a una instalación para un inminente ascenso a la Jefatura de Gabinete. Es decir, para reemplazar a Peña, a quien muchos daban en breve al frente de la Cancillería, un ministerio que maneja con control remoto.
Frigerio es el principal interlocutor con los gobernadores, con los que negocia el presupuesto para 2019, en cuya aprobación el Gobierno pone buena parte de sus expectativas.
A la sanción de esa ley el Poder Ejecutivo le atribuye el atributo de aportar algunas de las señales que demandan los mercados sobre su capacidad para reducir el déficit fiscal. Sin embargo, no está previsto que el presupuesto vaya a ser votado antes de 45 días. El cálculo sobre el stock de tiempo del que dispone Macri para dar esas señales no es coincidente entre el Gobierno, la oposición, los inversores y los analistas económicos.
En su presentación en el Consejo de las Américas, Frigerio había mostrado alguna diferencia con los dichos matutinos de Peña, al admitir que "el equipo puede cambiar". Esa posibilidad, que luego buscó ser más que relativizada, adquirió una resonancia singular, porque coincidía con las versiones que no solo remitían al reemplazo de Peña.
También se hablaba de modificaciones en el ala económica, asentadas en discrepancias que habrían tenido Dujovne y el titular del Banco Central, Luis "Toto" Caputo, desde que el último impuso su urgida decisión de recurrir al FMI.
La oposición, a la espera
La demanda de medidas económicas y de modificaciones en el gabinete fue tan alta durante casi todo el día de ayer como la de dólares. Entre los que las esperaban estaban los inversores y los operadores del mercado, pero tanto más que ellos las aguardaban políticos de la oposición moderada o dialoguista.
Una buena parte del peronismo no kirchnerista desea tener mejores interlocutores en el primer piso de la Casa Rosada o, al menos, que se empodere a aquellos con los que han construido una buena relación y que consideran confiables. Entre ellos aparecen, además de Frigerio, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y Emilio Monzó. Aún no recibieron señales en ese sentido.
Sin embargo, esos cambios serían condición necesaria pero no suficiente para la oposición. Esperan cambios en la política económica, desde lo impositivo hasta la asignación de gastos. Obviamente, quieren que sea el oficialismo el que pague los costos, sobre todo con su electorado. Por eso, ven con buena disposición la modificación en las retenciones o la suspensión de la aplicación del pacto fiscal, por el cual las provincias no podrán cobrar impuestos como Ingresos Brutos.
A esta altura de los acontecimientos, esas medidas serán ineludibles. Nadie duda de que ya no hay margen para ir hacia el equilibrio fiscal únicamente con recortes de gastos: hace falta también buscar mayores ingresos.
Los analistas económicos descuentan que es lo que demandan los mercados: que parte del financiamiento lo hagan los sectores locales que hayan mejorado su renta, como ocurrió con los exportadores a partir de la devaluación.
Macri deberá aceptar arriar otra bandera más. Pero las urgencias no saben de ideales.
El deterioro de la situación ya no solo se advierte en las pizarras de las casas de cambio, sino que empieza a ganar las calles. Como ocurrió ayer con la multitudinaria marcha en defensa de la universidad y la educación públicas.
La acumulación de demandas y reclamos tendrá otra expresión en el paro de la CGT previsto para dentro de tres semanas.
Pero eso ya será el largo plazo. Los mercados demostrarán hoy cuánto es el crédito que tiene el Gobierno para demorar medidas y cambios. En estas circunstancias, la intransigencia puede ser un activo tóxico.
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