Bielsa cambió el traje de candidato por el de canciller
Compartió trabajo y vida familiar
Curioso esfuerzo este de cumplir dos funciones a la vez. Mientras la veda electoral permitió que la mayoría de los postulantes bajara la intensidad de los últimos 60 días, el candidato-canciller debió cambiar inmediatamente el chip para dedicarse a la Cumbre de Mar del Plata. Cero descanso y máxima concentración para atacar dos temas tan sensibles como diferentes. Así transcurrió el viernes de Rafael Bielsa, el elegido del presidente Néstor Kirchner.
Sesenta días y cinco kilos menos después del comienzo de la campaña, Bielsa parecía ayer entre aliviado por el fin de una especie de riña política y desilusionado por el nivel de la confrontación.
"Es mi última campaña. Esto es horrible", les reiteró ayer a sus colaboradores en la Cancillería. El ministro kirchnerista reconoció ante LA NACION que termina extenuado, más flaco y con un profundo "déficit de belleza", tal su definición.
"Hasta mis hijos pasaron de amar a odiar la política", comentó algo en broma y algo en serio. Es que el tiempo político le consumió todo el tiempo personal. No leyó un libro, vio menos a sus hijos -para acompañarlo, Laureano e Hilario Bielsa se sumaron a algunas caminatas del candidato- y no consiguió imponer el eje que le hubiera gustado: que la sociedad conociera más al personaje que al político.
Ayer, Bielsa mantuvo algo de la tensión política durante la mañana, cuando conversó con Kirchner. El Presidente le transmitió confianza y le dijo que manejaba números que permitían creer en una victoria. Luego, la campaña les dejó espacio a las funciones ejecutivas: Bielsa analizó con su gabinete el programa para la reunión de presidentes de Mar del Plata. Más tarde, se fue a tomar un café con el cantante Víctor Heredia; el presidente de Vélez, Raúl Gámez; la directora del PAMI, Graciela Ocaña, y el jefe de gobierno porteño, Aníbal Ibarra. A la noche, aprovechó para ir con sus hijos a un gimnasio, placer que había postergado por la campaña que -dice- le agregó muy poco.
"No soy un animal político. No tengo un plan de carrera. Estoy acá por un sentido de responsabilidad y no por placer. Así me educaron. Yo nunca disfruté un diez en el colegio, por ejemplo. Eso era lo que correspondía. En el mismo sentido, que esté acá es lo que corresponde. Por eso digo que no pienso meterme en una campaña nunca más, salvo que deba ser por responsabilidad", remarcó.
Cerca de él se palpaba el fin de una etapa. O de dos: la de canciller y la de candidato. "Yo tenía pensado dejar la Cancillería en diciembre -explicó-. Lo había hablado con mi mujer [Andrea de Arza]. Un trabajo como éste, a mi edad [52 años], conspira contra la familia. Es algo que no se sostiene."
Mitad conforme con su actuación proselitista, mitad aliviado por el final de un período tensionante, Bielsa terminó el día apenas más tranquilo de lo que lo empezó. Al cabo, la doble función de canciller y candidato le impidió descansar tras una campaña agotadora.
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