Brasil y Chile tienen algo que perder o ganar en el ballottage
Ni Lula da Silva ni Ricardo Lagos son prescindentes. Ambos tienen algo que perder o que ganar en el ballottage argentino del próximo 18 de mayo. El viaje de Néstor Kirchner a Brasilia y a Santiago de Chile tiene tantos condimentos de interés personal como de esbozo, embrionario aún, de su eventual política exterior.
El presidente Lula se reserva una comunicación semanal, por lo menos, con Eduardo Duhalde. Por más que ha intentado disimularlo de mil maneras (y el embajador brasileño en Buenos Aires, José Botafogo Gonçalves, cumplió con todos los ritos de la prescindencia), lo cierto es que Lula detesta la posibilidad de que Carlos Menem se haga del poder en la Argentina.
A diferencia de Fernando Henrique Cardoso, que logró enhebrar cierta relación personal con Menem, las referencias de Lula al ex presidente argentino fueron siempre de una muy severa impugnación. En rigor, nada une a Lula con Menem ni a Menem con Lula.
Intercede también la visión estratégica de Brasil. Los gobernantes brasileños creen que con Kirchner habrá una profundización del Mercosur, sobre todo con miras a una negociación con Estados Unidos por el ALCA. Menem, en cambio, privilegia una estrecha relación con Washington y siempre se refiere al Mercosur y elude, así, nombrar directamente a Brasil.
De todos modos, Kirchner no ha dado ningún indicio aún de quién será su eventual canciller, nombre que podría marcar su línea fundamental de política exterior. Sólo adelantó que será una "figura de gran prestigio", lo que puede significar cualquier cosa si se trata de entrever sus políticas.
La idea de fortalecer el Mercosur para negociar el ALCA fue una conquista de Guido Di Tella en su larga gestión como ministro de Relaciones Exteriores. Consiguió, en su momento, arrancarle a Washington la aprobación de una negociación de los cuatro países del sur de América con la Casa Blanca. Kirchner no haría, en tal caso, más que continuar con una política de Estado.
Pregunta aún sin respuesta
La pregunta que no se ha respondido todavía es si durante una eventual administración del gobernador patagónico la política exterior argentina será permanentemente consensuada con Brasil y el Mercosur.
Si así fuera, habría una cesión de hecho de la política exterior a un organismo supranacional, cosa que, como se ha visto en los últimos tiempos, no ha sucedido ni en Europa, donde se ha dado la más grande experiencia de una integración entre naciones.
El caso de Chile tiene otra lectura. En primer lugar, está la extracción del propio Kirchner. Como buen patagónico, su referencia principal con el exterior es precisamente la patria de Pablo Neruda. De hecho, la mayor porción de las exportaciones de Santa Cruz, el 25 por ciento, va hacia Chile.
Pero influyen también los propios intereses políticos del presidente Lagos. El mandatario chileno le ganó a la coalición conservadora que se le oponía por menos de dos puntos en el ballottage que lo hizo presidente. El líder opositor, Joaquín Lavín, alcalde de Santiago, adelantó que volverá a desafiar a la concertación gobernante, integrada por democristianos y socialistas, cuando concluya el mandato de Lagos.
Lagos les manifestó a algunos interlocutores argentinos, hace ya algún tiempo, que temía que un triunfo de Menem en la Argentina potenciara la candidatura de Lavín. Dicho con palabras sencillas: Lagos se sentiría más cómodo con Lula gobernando Brasil y con Kirchner administrando la Argentina.
Todo un gesto
A ninguno de los dos mandatarios extranjeros se le escapará, seguramente, una sola referencia sobre el proceso político argentino, pero la decisión de recibir a uno de los dos candidatos en las vísperas de elecciones decisivas es un gesto que habla más que las palabras.
Kirchner decidió no viajar a Uruguay, tal vez molesto porque el presidente Jorge Batlle anticipó, tres días antes de la primera vuelta, el triunfo de Menem, que finalmente sucedió pero de manera módica. No es la primera vez que Batlle hace referencias a la Argentina que, en principio, no debería hacer el presidente de otro país.
El embajador uruguayo en Buenos Aires, Alberto Volonté Barro, anduvo desde el lunes 28 de abril fatigando la línea que une a Duhalde con Batlle. Consiguió al final que ambos presidentes hablaran por teléfono, con más cordialidad de la que el propio diplomático esperaba. Batlle envió en el acto 25 mil litros de leche a Santa Fe y equipos purificadores de agua que se fabrican en su país para contribuir a resolver el drama humano de la inundación.
Batlle es hijo de una argentina, su matrimonio más largo lo tuvo con una argentina y sus hijos son mitad uruguayos y mitad argentinos. El problema del presidente uruguayo es que, a veces, piensa y habla como un argentino. Después de todo, hizo aquella declaración sobre Menem cuando la mitad de la sociedad argentina creía que el ex presidente volvería al poder indefectiblemente. Kirchner debería pasar por Montevideo.
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