Cambios que buscan recomponer relaciones
Si algún eje común tienen los cambios concretados ayer en el gabinete del presidente Fernando de la Rúa, es el evidente propósito de recomponer su maltrecha relación con el ex vicepresidente Carlos Alvarez y con el jefe del radicalismo, Raúl Alfonsín.
La decisión presidencial de rehacer su alianza con ellos (luego de haberlos apartado bruscamente con los cambios ministeriales de hace veinte días), anuncia la posible superación de la crisis política, necesaria para convertir en creíble el paquete de medidas económicas anunciado ayer y para que tenga resonancia y efecto la reforma política, también lanzada en la víspera.
La línea política elegida por el mandatario significa, de igual modo, cierto alejamiento del entorno de familiares y amigos, que contribuyó en los últimos tiempos a la sucesión de errores que se cometió desde el despacho de los presidentes.
En rigor, el propio De la Rúa habló en la intimidad hace poco, en una de sus tantas oscilaciones, de ese rosario de errores. Deslizó ante uno de sus ministros más importantes que estaba rodeado por gente que a veces no pensaba en él.
Lo cierto es que la presencia de José Horacio Jaunarena y de Carlos Becerra, en los lugares donde estuvieron Alberto Flamarique y Fernando de Santibañes, constituye un intento claro de reconciliación del Presidente con el radicalismo, partido al que pertenece y al que necesitará mientras el Congreso deba aprobar sus proyectos de leyes.
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La conversión no significa, sin embargo, el poder para Alfonsín. Es cierto que el líder radical venía rumiando contrariedad y recelo con De la Rúa, sobre todo desde que éste echó de su gobierno a varios hombres del partido. Para peor, le huyó al diálogo directo y franco con el ex presidente.
Hace pocos días, De la Rúa le encargó al titular de la Cámara de Diputados, Rafael Pascual, uno de sus más viejos y confiables amigos, que organizara una comida del Presidente con unos cincuenta dirigentes de primer nivel del radicalismo; debían ser "las primeras espadas", como los llamó el mandatario.
Pascual lo invitó a Alfonsín, pero éste lo llamó al ministro del Interior, Federico Storani, para comunicar su respuesta. Fue ésta: "Dígale al Presidente que haga poner cuarenta y nueve cubiertos, porque yo no iré a esa comida. Yo no soy una primera espada del radicalismo, sino el presidente del partido, el mismo que desde hace veinte días le viene pidiendo una audiencia para los miembros del comité federal sin que nadie le haya contestado nada todavía".
El Presidente argumentó luego que se trataba de dos reuniones distintas, pero al final dejó en manos de Alfonsín la organización del encuentro que le había encargado a Pascual.
Sólo estos encontronazos podrían explicar, sin justificar, los reiterados embates recientes de Alfonsín contra aspectos económicos muy sensibles, que ya lo llevaron a enfrentarse con el jefe del gabinete, Chrystian Colombo, y con el ministro José Luis Machinea, dos viejos amigos suyos.
La explicación, en efecto, no justifica: la economía argentina es un asunto demasiado sensible como para someterlo al tironeo de las internas.
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Jaunarena volvió a frecuentar a Alfonsín en los últimos tiempos, después de haber tomado distancia de él durante varios años. Con todo, el ex ministro de Defensa fue el dirigente radical que De la Rúa eligió para que gobernara de hecho el radicalismo, con el cargo de coordinador, mientras él fue el presidente del partido; el actual jefe del Estado presidió el radicalismo hasta que hace un año le entregó la conducción partidaria a Alfonsín.
Becerra pertenece al siempre perdidoso alfonsinismo de Córdoba, lo que no le impidió llegar a la secretaría general de la Presidencia en la última etapa del gobierno de Alfonsín.
Amigo de Santibañes y de Enrique Nosiglia, el actual senador justicialista Carlos Corach ha dicho en conversaciones reservadas que el nuevo jefe de la SIDE, con el que conserva un trato frecuente y amistoso, no responde a ninguno de los dos: Becerra es Becerra, explicó el ex ministro del Interior.
Al contrario de Santibañes y de Flamarique, Jaunarena y Becerra son dos políticos fogueados en lidiar con las cuestiones del Estado. Pertenecen a esa estirpe de hombres públicos que, aún cuando no son conocidos popularmente, cuentan con la consideración de la comunidad política.
Alfonsín los respeta y ellos los respetan a Alfonsín, pero ninguno de los dos funcionarios comparte a esta altura muchas de las posiciones políticas del jefe del radicalismo, sobre todo cuando éstas se refieren a la conducción de la economía. En esos temas, Jaunarena y Becerra están más cerca del Presidente que de Alfonsín.
El puente con Alvarez lo corporizan Nilda Garré, nueva viceministra del Interior, pero fundamentalmente Marcos Makón, que hará las veces de segundo de Colombo en la jefatura de gabinete. Makón es una de las dos o tres personas que cuentan con la proximidad y la confianza absoluta del ex vicepresidente.
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Makón fue un funcionario importante en el equipo económico de Domingo Cavallo. Trabajó como segundo del entonces poderoso secretario de Hacienda Ricardo Gutiérrez, con el que conserva una vieja amistad; los dos han sido, desde la caída de Cavallo, socios fugaces al frente de una consultoría económica.
Pero ahora el gobernador Carlos Ruckauf se lo llevó a Gutiérrez como presidente del Banco Provincia, y Alvarez lo nombró a Makón, en diciembre último, como secretario para la Modernización del Estado. El estudio de ellos se disolvió.
La vinculación entre Makón y Cavallo no es un dato menor cuando el Gobierno trata también de incorporar al ex zar de la economía en sus alianzas políticas esenciales, aunque no con presencia dentro de la administración.
Si bien Daniel Marx es el funcionario de Machinea que frecuenta con más asiduidad a Cavallo, Makón podría cumplir una idéntica función para acercarlo al ex ministro; las expectativas de la cartera económica eran ayer enormes para lograr la confianza y el apoyo de Cavallo al paquete de medidas económicas.
Cavallo, como Alvarez y Alfonsín, podría contribuir también a distender el clima político.
La visita al exterior que inició ayer De la Rúa no refiere a un destino cualquiera: España es el principal inversor extranjero en la Argentina, y la Argentina es el principal destino de las inversiones españolas.
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