Caro Figueroa, de la política al oro, la empresa y los libros
Trabajo: el ex ministro ya no busca tesoros; tiene una consultora de recursos humanos, escribe y dice no extrañar las luces del poder.
lanacionarHace cinco meses que dejó el poder y lo único que extraña es a su chofer "don Maggi" y a su secretaria Cristina.
El ex ministro de Trabajo Armando Caro Figueroa, la cara de la flexibilización laboral, dejó la política porque dice que es un "empleo precario" y, a sus 52 años, necesitaba buscar un trabajo estable para mantenerse.
No pudo cumplir con una deuda familiar pendiente, en Salta, su tierra natal: convertirse en buscador de oro. "Me ganaron de mano y descubrieron unas ruinas jesuíticas; además, el precio del oro bajó", explicó este abogado tímido, que cultivó el bajo perfil, lejos de las estridencias.
Sus ex compañeros en la cartera laboral, Carlos Torres y Roberto Izquierdo, lo convencieron para que abandonara la aventura del oro para crear una consultora de recursos humanos. Dejó Salta y, desde febrero último, se instaló en una pequeña oficina que queda justo enfrente de la sede del Ministerio de Trabajo.
Caro Figueroa se levanta todos los días a las cinco de la mañana, igual que como lo había hecho durante los cuatro años en que fue funcionario del gobierno de Carlos Menem. Luego de leer La Nación y por Internet el diario español El País, toma un taxi.
"Usted es actor, me resulta cara conocida", le dice el conductor. Entonces, el pasajero le cuenta que fue ministro de Trabajo y se ríe. En realidad, nada le gustaría más que pasar inadvertido, aunque, según dijo en una charla con La Nación , nunca pasó "un mal momento".
El 11 de diciembre último le presentó la renuncia al Presidente porque no estaba de acuerdo con la alianza entre el Gobierno y los sindicalistas, que siempre objetó, y que se precipitó por una necesidad política: la avanzada reeleccionista del menemismo. "No podía después de haber hecho A, hacer Z", aclaró Caro Figueroa, y no quiso decir más.
Su salida del Gobierno fue la primera consecuencia de la dura derrota del oficialismo, en las elecciones de octubre último. "No creo haber pagado un costo político, pero alguno pudo haber pedido mi cabeza´", confesó, mientras se servía agua. No toma café ni fuma.
El argumento que repitió tres veces durante una charla que duró dos horas, en su modesta oficina desde la que puede ver su antiguo despacho en el ministerio, fue que "había cumplido un ciclo".
Se juró que no volverá a la política. Trabajó con Héctor Cámpora, con Raúl Alfonsín, para el gobierno de Felipe González, y cuatro años en el equipo de Carlos Menem. Ahora quiere quedarse definitivamente en la actividad privada. Nunca sintió en sus venas la adrenalina que suelen derrochar los políticos.
Los efectos del poder
El senador Eduardo Bauzá (PJ-Mendoza) fue el que le dijo, en 1993, que Menem lo quería en su gobierno. Aceptó. Su primer amigo fue el ex ministro de Economía, hoy diputado, Domingo Cavallo. Esto le valió más de una pelea con sus pares.
Los entretelones e intrigas que vivió en la Casa Rosada se las reserva para sus memorias, que publicará en 1999. Lo único que confesó es que hay momentos que no se le borraron de la mente: fuertes discusiones en el gabinete. También son un mal recuerdo los paros de la CGT y los cortes de ruta, como el de Cutral-Có.
Pese a que no se ve a menudo con nadie del Gobierno (a Menem no lo vio más), su relación con sus ex compañeros quedó en buenos términos. Visitó todos los despachos de la Casa Rosada cuando volvió de Salta para instalarse en la Capital.
La primera consecuencia que tuvo cuando dejó su función la sintió en el teléfono. "Cuando era ministro recibía 40 llamadas por día. Ahora, dos o tres por semana, con suerte", contó Caro Figueroa, pero no lo lamentó.
Es que no extraña las luces del poder, ni la cámaras de televisión, ni estar en la tapa de los diarios. Parece que se hubiera sacado un peso de encima, aunque nunca había resignado, por su función, sus hábitos: almorzar en su casa con su actual mujer, Ana María, (es viudo y tiene tres hijos que viven en España) ir al cine y escuchar tangos, los viernes a la noche.
Sin embargo, reconoció que los costos que pagó por la política no los volvería a pagar nuevamente. Mencionó, entre otras cosas, el tiempo que le quitó a su familia y que algunos amigos quedaran en el camino.
No siente rencor por la administración menemista, o al menos no quiso confesarlo. "Del gobierno de Menem me fui bien", reflexionó Caro Figueroa, y destacó que su salida del poder fue sin escándalos.
Todavía recuerda el momento en el que le dio un abrazo a su sucesor y actual ministro de Trabajo, Antonio Erman González. "No fue fácil. Hay que estar ahí, poniendo la mejor cara. Todos te aplauden en el Salón Blanco, pero el problema es cuando te vas de ahí", explicó.
Nunca se creyó "el salvador de la patria", según dijo. Juzga que hay políticos que se aferran al poder por sus luces y su sensualidad; otros porque probaron las "mieles de la corrupción"; y muchos creen que si se van "el país se va a hundir".
A Caro Figueroa no parece haberle pasado nada de eso. Trabaja, escribe y ya no sale en los diarios.
{Subtit. concatenado} Memorias
El ex ministro de Trabajo Armando Caro Figueroa empezó a escribir en medio del revuelo político que causó su salida del Gobierno. Nunca antes lo había hecho. Ahora escribe, por las mañanas, sus memorias. De lo único que está seguro es de que publicará su libro sólo después de las próximas elecciones presidenciales.
Narrará "los secretos del poder" que conoció, por su función, al lado de Carlos Menem. Pero ya publicó dos cuentos: "Apuntes para una biografía no autorizada del Dr. Rosendo Choquevilca" y "De señores y señoras".
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