Clarens, el eslabón que une las coimasde Brasil con los cuadernos
El financista Ernesto Clarens es la pieza central que une el capítulo argentino del Lava Jato con los cuadernos de la corrupción que sacuden al país, según surge de las delaciones que aún duermen en Brasil de exejecutivos de Odebrecht y testimonios de empresarios que aportaron bolsos con dinero durante años y dialogaron con LA NACION bajo reserva expresa de sus nombres.
Los "delatores" brasileños que apuntaron contra Clarens integran la llamada "segunda línea" dentro de la estructura delictiva de Odebrecht, por debajo de las confesiones de su jefe máximo, Marcelo Odebrecht, su vicepresidente para América Latina, Luiz Antonio Mameri, o de Marcio Faria da Silva, otro de sus lugartenientes.
Esas y otras delaciones continúan en Brasil a la espera de que comience a funcionar, en la práctica, el acuerdo formal que sellaron las procuraciones generales de ambos países, cuando ya pasaron casi quince meses desde que Brasil puso las confesiones y las evidencias incriminatorias a disposición de todos los países en los que admitió Odebrecht que pagó sobornos.
Identificado como Ernesto por uno de los delatores en Brasil, Clarens se movió durante años como el financista en las sombras de Néstor Kirchner desde sus tiempos como gobernador de Santa Cruz y hasta su muerte, ya como expresidente.
Esas delaciones que duermen en Brasil lo identificaron, mientras vivía Kirchner, como el responsable de la segunda etapa en la operatoria local, lo que fue confirmado a LA NACION por empresarios argentinos que también participaron, con bolsos propios, en esas prácticas delictivas.
¿Qué salió a la luz en Brasil? Que el entonces presidente de la Cámara Argentina de la Construcción Carlos Enrique Wagner, primero le fijó las "reglas de juego" a Odebrecht para ganar proyectos de obra pública en la Argentina -es decir, con qué empresas debía asociarse, a quién pagarle, cuánto y cómo-, y que luego los pagos ilegales pasaron por las manos de Clarens, que se encargó del resto a través de su financiera.
Ante la Justicia argentina, sin embargo, Wagner confirmó que los sobornos oscilaban entre "el 15 y 20 por ciento" del monto del proyecto e identificó al exfuncionario Claudio Uberti como uno de los recaudadores -rol que confirmaron los empresarios a LA NACION-, pero negó haber protagonizado cualquier actividad delictiva vinculada a Odebrecht, tanto en la extensión de las redes troncales de gasoductos como en la construcción para AySA de una planta potabilizadora de agua.
En la misma línea, el exlugarteniente de Ángelo Calcaterra en la constructora Iecsa Javier Sánchez Caballero, también se acogió al régimen del arrepentido en la causa que se inició por los cuadernos del exchofer del Ministerio de Planificación Oscar Centeno. Pero también negó cualquier rol delictivo vinculado al consorcio con Odebrecht en el proyecto para soterrar el tren Sarmiento.
Por el contrario, al menos tres testimonios en esa causa confirmaron el rol de Clarens como uno de los receptores de los sobornos mientras vivía Kirchner, informaron fuentes judiciales a LA NACION. Entre ellos, el empresario Aldo Roggio. Contó que desde Vialidad nacional le pisaron los pagos de las obras hasta forzar su ahogo financiero y que, en ese momento, lo derivaron al financista como paso ineludible para destrabar la canilla de fondos públicos.
Al igual que Wagner y Sánchez Caballero, de todos modos, Roggio tampoco reconoció conductas indebidas en el consorcio que lo unió a Odebrecht para construir la planta de AySA en Paraná de las Palmas, y que ya derivó en su procesamiento, en mayo pasado, por el juez federal Sebastián Casanello.
Otros empresarios -algunos de los cuales aún no fueron citados por la Justicia por el caso de los cuadernos de la corrupción, pero admiten que es cuestión de tiempo- indicaron a LA NACION que todas las uniones transitorias de empresas (UTE) en las que participó Odebrecht en la Argentina debieron pasar por Invernes, la financiera de Clarens. Tras acogerse a la figura del "imputado arrepentido", trascendió que Clarens habría confirmado al menos parte de esa operatoria. Es decir, que diversos empresarios llevaron dinero, en pesos, a sus oficinas, que él se encargó de convertir esos sobornos a dólares y que después le entregaba ese dinero al entorno íntimo del expresidente. Entre ellos, al también fallecido secretario privado Daniel Muñoz.
Sin embargo, para los investigadores judiciales hay otras facetas de la vida de Clarens que todavía deben clarificarse. Entre ellas, su rol en la llamada ruta del dinero K, sus vínculos financieros con la familia Báez -a la que transfirió fondos desde una cuenta bancaria en Suiza- y sus viajes al exterior. En varios, la Justicia detectó una notable correlación entre los ingresos y las salidas del país de Clarens y de Muñoz, el fallecido secretario privado de Kirchner que terminó con inversiones inmobiliarias en Miami y Nueva York por hasta US$65 millones a través de un entramado offshore que comenzó a salir a la luz con los Panama Papers.
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