Cómo se gestó la capitulación de Menem
Otros empezaron a pensar en la dimisión antes que él; se sintió acorralado por la presión e hizo algo de lo que nunca se convenció Marín fue el primero que le planteó el tema El último argumento fue que no tenían dinero Las peleas del entorno y las dudas del ex presidente el día del abandono
Querían decirle a Carlos Menem que la única opción era abandonar la candidatura y nadie se animaba a empezar. En definitiva, era Menem y encima estaba de buen humor. La reunión con los ministeriables había terminado y apenas un grupo reducido se quedó en el hotel Presidente. Faltaba una semana exacta para el ballottage.
El gobernador de La Pampa, Rubén Marín, no estiró más la situación. No fue directo y eligió un primer argumento: "La situación es compleja. Los números son muy malos para nosotros. Hay que defender el triunfo del 27. Kirchner va a ganar con el voto antimenemista y cuando llegue al poder va a construir una estructura fuera del PJ. Lo más conveniente es no dar la pelea y evitar una fractura".
El ex presidente miraba serio. No se sorprendió. Hacía cinco días que en su entorno conversaban a sus espaldas de su virtual renuncia y él lo sabía.
El domingo último fue la primera vez que se habló del tema de la renuncia delante de quien debía tomar la decisión. Alberto Kohan y Eduardo Bauzá estuvieron desde ese momento en contra. El gobernador de La Rioja, Angel Maza, apoyaba la jugada de Marín, pero más callado. El senador Eduardo Menem también dijo a su hermano lo que pensaba: que debía dar un paso al costado.
Juan Carlos Romero, el compañero de fórmula de Menem, delante de todos afirmó: "Carlos, yo te acompaño en lo que decidas". Pero después empezó a trabajar por la renuncia al ballottage en las sombras. Estaba convencido de que era la mejor salida. Sin embargo, los fieles de Menem decían que era la mejor salida para él pero no para El Jefe, que tendría que pagar todos los costos.
Menem les dijo que iba a seguir, se acordó negar todo y mantener la ficción de la campaña hasta el límite posible. Al día siguiente empezaron las discusiones en serio con los mismos personajes y frente a un Menem que hablaba poco. Dudaba.
Titubeos y peleas
Esa noche Kohan se convirtió en el jefe del comando de los guerreros, grupo que peleó hasta el final para que Menem siguiera en carrera para no dañar aún más su imagen y no quedar como el que dañó al sistema institucional. Se le sumó Francisco de Narváez, el empresario millonario que soñaba con fulminar el hambre en seis meses.
No había que perder ningún espacio. Por eso Kohan, que conoce muy bien a Menem, buscó levantarle el ánimo y armó la jugada de convocar al virtual gabinete. E invitó a Charly García para mostrarlo con el ex presidente como si adentro no pasara nada y la campaña siguiera sin alteración.
Eduardo Menem, Marín y Maza, líderes de lo que se llamó el comando de la rendición, no se darían por vencidos. Desde ese día y hasta un minuto antes de grabar el mensaje en La Rioja en el que anunció su renuncia, el ex presidente quedó sometido a presiones que nadie imaginó años atrás ni Menem hubiera permitido.
Es difícil creerlo, pero las fuentes consultadas por LA NACION para reconstruir la historia secreta de la renuncia, que estuvieron en esos momentos clave, coincidieron en que Menem terminó "acorralado".
De los argumentos cuidados se terminó en frases como la que le dijo un gobernador el día de la renuncia: "Vas a perder también en mi provincia, y no podés arrastrarnos a todos". Kohan, un defensor de que siguiera en carrera, lo ayudó: "Ya está, vos sos el jefe, decidí que yo voy a estar". Bauzá ya se había resignado hacía dos horas.
Una semana después de la primera vuelta y en la oficina del primer piso del hotel Presidente, donde transcurrió gran parte de la historia, Menem había escuchado por primera vez la hipótesis de la renuncia de uno de sus colaboradores: Carlos Corach. Lo había llamado con un pedido para intentar un acuerdo con Ricardo López Murphy y Corach le preguntó por los rumores de renuncia.
"Ni loco hago eso", contestó Menem. "Llegaste hasta acá y tenés que seguir, perder si tenés que perder y ponerte como referente de la oposición al gobierno de Kirchner", insistió Corach por las dudas, y nunca más habló con él. Después la renuncia era el centro de las peleas del menemismo. Nadie llegó a intentar negociaciones con Eduardo Duhalde sólo porque Menem no sabía qué iba a hacer y las presiones ni siquiera habían subido de tono.
Incertidumbre y renuncia
El martes fue el día de la incertidumbre total. Menem sólo se asomó a la ventana del hotel Presidente a la noche para decir a un grupo de militantes la frase que fortaleció las dudas: "No los voy a defraudar". Sus colaboradores se habían ido convencidos de que él iba a renunciar.
Por la mañana recibió la fuerte presión de Marín, Maza y la sugerencia de Romero. "Está bien, lo hago", les dijo para descomprimir. Por eso no grabó el último spot de la campaña. Estaban preparadas las cámaras en el segundo piso, pero Menem nunca se puso frente a ellas.
Las operaciones para revertir la decisión de renunciar se hicieron en el pasillo que da a la oficina del primer piso. Kohan, Bauzá, Eduardo Menem, y su hijo Adrián Menem, De Narváez, Gostanian, Maza, Marín y Claudio Sebastiani. Todos discutían. Menem tenía la peor cara, estaba derrumbado. Con una camisa azul dijo: "Todos hablan, pero el que tiene que hacerlo soy yo. ¿Cómo hago para decirlo?"
Daba vueltas, subía a su habitación del piso 19 y volvía. Kohan llamó a Daniel Lalín y juntó gente en la calle para animarlo. Las llamadas para el ex presidente eran incesantes. Romero le advirtió que no había plata para fiscales ni para movilizar gente y el ex presidente preguntaba: "¿Cuánto falta?" "Diez millones -le contestaron-. Nadie quiere poner plata; nos ven perdedores", dijo uno. Todos miraron a De Narváez, que sólo intentaba buscar argumentos para seguir en carrera.
Kohan insistía en seguir, aun sin el dinero. En el medio, llamaban desde el interior. "Arriba, Carlos, que acá ganamos", le dijo un misionero. A Romero le dijo otra cosa: "No me animé a decirle que iba a ser una paliza".
Jorge Castro empezó a escribir el borrador de la renuncia y el apoderado de la fórmula, Luis Giacosa, redactó la presentación judicial. Paola Spátola, candidata a ministra de Seguridad, lloraba en un rincón; el resto de los ministeriables estaba con bronca.
Menem tuvo otra reunión con su hermano, Bauzá, Kohan y Romero. Y llamó a su esposa, Cecilia Bolocco. Le anticipó la decisión. Era la madrugada del 14 de mayo y ordenó prepararse para ir a La Rioja.
Sólo delante de tres personas, a las 7 de la mañana, dijo una frase que crispó aún más los nervios: "No sé qué voy a hacer". En la residencia de la gobernación tomó la decisión final, pero dio vueltas hasta un minuto antes de que se grabara el spot. Estaba todo listo para filmar y Menem montó un almuerzo multitudinario en lo del empresario Pedro Nash.
Volvió a la residencia. Iba al living donde estaban los amigos y los que querían que renunciara lo llevaban a una habitación y trataban de convencerlo. Romero se irritó."No podemos esperar más. Si no, yo me voy".
Diez minutos antes de las cinco se levantó, entró en la oficina y grabó el spot. Lo hizo tres veces. "Sean testigos de esto que pasará a la historia. Hago esto en contra de mi voluntad."
Ayer pasó su primera noche en La Rioja solo. Todos los fieles habían vuelto a Buenos Aires.
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