Con fuerte espíritu de cuerpo, los suboficiales submarinistas están pendientes de la búsqueda
Tienen su sede en Mar del Plata y estiman que la tripulación no tuvo tiempo de hacer nada
MAR DEL PLATA.- Frente a la puerta de la Base Naval, el suboficial primero retirado Cayetano Taborda conversaba ayer al mediodía con un grupo de camaradas. Hablaban del ARA San Juan, de sus 44 tripulantes. Más allá, el suboficial mayor retirado Pedro Alcaraz repetía que desde 1932 -cuando llegó al país el primer submarino- nunca había pasado algo así. Tan inesperado, tan sorpresivo. "Nunca, nunca nos imaginamos que podía pasar una cosa como ésta".
Ambos son miembros de la Agrupación de Suboficiales Submarinistas Argentinos (ASSA), una asociación sin fines de lucro que nació en una pequeña casa en Mar del Plata que un grupo de suboficiales compró de su bolsillo en 1981. Hoy suman 650 socios de todo el país y se ampliaron a un PH céntrico y un predio con pileta, campo de deportes y gimnasio.
El fortalecimiento de la entidad sin fines de lucro, con los años, tiene para ellos una doble respuesta: "La agrupación es la continuación para los submarinistas que terminamos el servicio de la Armada después de 35 años y nos retiramos", dijo Alcaraz. La segunda es que pasar días, semanas y hasta meses a bordo de un submarino, en la profundidad del océano, crea un espíritu de camaradería único. Dormir en la leonera -como le dicen a la habitación donde se apilan las cuchetas-, el olor a gasoil en la ropa, los pasillos estrechos que obligan a rozarse cuando pasan dos personas, los torneos de truco y de canasta, la doble ración de comida que rige el reglamento y permite platos suculentos, y esos mates al paso que pueden llegar a compartir un comandante con el tripulante de grado más humilde.
"Los submarinistas no somos los mejores, pero somos distintos", coincidieron cinco suboficiales de entre 60 y 73 años, reunidos en la sede de la agrupación. Rompieron el hábito de juntarse los miércoles desde la noticia de la desaparición del ARA San Juan. Van y vienen cuando se lo permite el trabajo, se acercan a la Base Naval Mar del Plata pendientes de cualquier novedad, como si nunca se hubieran retirado.
Están pendientes de la búsqueda y de lo que pudo pasar con el submarino, y golpeados en lo emocional. "Esto nos desequilibra en todo. Tenemos gente de nuestra generación que tiene hijos en el submarino perdido. Otros han sido sus instructores. Imaginate cómo sensibiliza", dijo Taborda.
Alcaraz hace un recorrido por la historia de los submarinos argentinos desde 1972, cuando se armaron en el país dos unidades, traídas en secciones desde Alemania: el San Luis y el Salta, este aún en servicio. Mencionó que en 1980 se empezó la construcción del Santa Cruz y del San Juan hasta su posterior entrega al país. Y para completar el relato mostraba las fotos que cuelgan en las paredes de la sede.
Así llegó al fatídico 15 de noviembre. "Ese miércoles llegó una noticia que decía que venía navegando con un principio de incendio solucionado y después se fue a inmersión. Cuando un submarino tiene una avería, no va a inmersión. Si está en inmersión y hay una avería se sale a superficie", dijo, contundente. Y agregó: "Aparentemente el que manda esto [en referencia al incidente sucedido] no les dio tiempo a nada. Creo, personalmente, que están vivos. Como tuvieron esa suerte los muchachos de Uruguay cuando se cayó el avión en Los Andes o los mineros chilenos cuando salieron a la superficie. Dios les dio una gran mano: ¿por qué no les puede dar una mano también a estos chicos?".
"La esperanza es lo último que se pierde", sumó el suboficial principal Jorge Castro, el más joven.
A Taborda, en cambio, le llegó la "emoción al borde", luego de escuchar el discurso presidencial. Hasta ese momento se resistía a pensar lo peor. Y contó una anécdota: en la escuela donde trabaja él, cursa el hijo de uno de los tripulantes del San Juan. Y hasta hace poco no sabía nada de la desaparición. Evitaban tener que explicarle algo que aún no tiene explicación. Pero antes de que se enterara por sus compañeros, de que lo viera por TV, le tuvieron que decir lo que pasaba. "Y esas cosas te llegan", soltó Taborda.
Superficie sopla todo. Son las tres palabras que repitió el suboficial principal Ángel Torrez. "Son las tres palabras claves ante cualquier emergencia. Cualquiera que sea la avería o hasta si llegase a existir una duda, lo primero que se ordena es ir a superficie. Y acá se nota que no tuvieron tiempo ni de eso".
En el submarino perdido, la agrupación tiene un socio: el suboficial principal Javier Gallardo, de 47 años. El suboficial segundo Oscar Perassi agarró el celular y buscó una foto: Gallardo a bordo del San Juan, sonriente, mirando a la cámara. "Es el encargado de la tripulación, técnico electrónico. Muy preparado", comentó Alcaraz.
"No lo puedo creer, no lo puedo creer -repitió Perassi-. Un tipazo. En la temporada estuvo conmigo en la pileta de la agrupación, porque yo la mantengo en el verano... y no puedo seguir porque voy a llorar..."