La hazaña que no fue
Esta vez el voto negativo parece haber abultado algo las arcas de Daniel Filmus. Lo que, aun así, no logró el candidato kirchnerista fue remontar la cuesta de la derrota parcial que se le impuso el 10 de julio. Era previsible. Volvió a perder y la hazaña a la que aspiraba no se cumplió.
Queda igualmente claro que la disconformidad con la gestión de Cristina Kirchner pudo más, también en este caso, que el rechazo a Mauricio Macri; un rechazo expresado en su momento por varios partidos de la oposición que tuvieron un más que opaco desempeño en el primer turno de esta votación. Y queda claro, como también ocurrió en Santa Fe, qué podría suceder en octubre, cuando haya que optar entre el Frente para la Victoria y el candidato que sepa ubicarse tras él y pueda beneficiarse con el mismo criterio convergente que predominó ayer, entre los opositores, en la Capital Federal.
Nadie fue a votar ayer con la incertidumbre o la expectativa que podría deparar un final incierto. Nada más previsible, desde hace tiempo, que el desenlace de esta elección porteña a jefe de gobierno. Más allá de los beneficios recaudados en ella por Mauricio Macri y el dudoso consuelo para Daniel Filmus, de ser el candidato mejor posicionado entre los que el Pro derrotó, lo indudable, es que se votó para dejar clara la división de aguas entre quienes están a favor y quiénes están en contra del gobierno nacional.
Contra lo que es usual, el oficialismo kirchnerista admitió la victoria de Macri y la Presidenta reconoció su triunfo. Saludable actitud democrática, sin duda, en quien nos tenía acostumbrados a presentar lo que le es adverso como si no ocurriera, proyectando con ello hacia la sociedad una íntima necesidad de concebir el infortunio político como un zarpazo que jamás la alcanzaba. Ello no obsta para presumir, con algún fundamento, qué lugar le hubiera correspondido al adversario en el discurso oficialista si su representante hubiese ganado la elección en la capital.
El voto en blanco no dejó de hacerse notar. Representó a esa franja reducida de la sociedad que pareciera no estimar que lo que estuvo en juego en esta última convocatoria de julio fue una disyuntiva de relieve nacional. Expresa, quizás, a quienes buscando a un buen gobernador para la ciudad, no creyeron encontrarlo en ninguno de los dos hombres que se disputaron el cargo. Y expresa a aquellos que, viendo descalificadas sus expectativas en la primera vuelta, se abstuvieron en la segunda de toda participación.
No fue ésta la lectura que hicieron quienes aspiran a disputarse la mejor ubicación, detrás de la Presidenta, en las primarias del 14 de agosto. Abierta o veladamente apoyaron a Macri. Y nadie ignora que Macri, a su turno, está ahora cómodamente situado ante la posibilidad y la necesidad de respaldar con su apoyo a quien pueda disputarle a Cristina Kirchner la primera magistratura. Ello redundaría, en lo referido a su segunda gestión como jefe de gobierno, en un alivio, a estas horas, más deseado que evidente.
Posible embestida
Si nada de esto sucediera, es muy posible, lamentablemente, que un gobierno kirchnerista, igualmente triunfante en octubre, redoblara su embestida contra Macri para hacerle morder el polvo de la inclemencia a cambio de tantos sinsabores electorales. El oficialismo no perdona los fracasos ni a propios ni a extraños y siempre se las ingenia para terminar presentando la realidad ataviada con los ropajes que a ella le interesa.
Reinscribir al kirchnerismo en el tiempo y arrancarlo del panteón de la perpetuidad donde sus promotores intentan inscribirlo parece ser la meta unánime de los presidenciables de la oposición que en esta oportunidad han respaldado al máximo dirigente de Pro. El tiempo es el reino de las cosas en movimiento; de lo que nace, crece y muere. Esa trayectoria y ese desenlace son los que al Frente para la Victoria le auguran quienes creen indispensable que la gestión presidencial iniciada en 2003 se convierta en pasado en las elecciones generales de la próxima primavera.
Digan lo que digan quienes se empeñan en rebajar la estatura nacional de la contienda electoral porteña, el ballottage terminó de perfilar un acontecimiento cívico de auténtico relieve nacional. Ocurrió en Santa Fe la semana pasada. Y lo mismo ocurrirá en Córdoba la que viene. Son cada vez más los que comprenden que el futuro del país está en juego y lo que debe reflejar la orientación que se imprime a los comicios provinciales.
Hay que valorar la templanza de Filmus. No se dejó avasallar por los golpes que le propinó el mundo kirchnerista. Como ha escrito Jesica Bossi: "El senador transitó un camino hacia el ballottage minado con bombas propias. Debió lidiar con los ácidos dichos de Fito Páez, las críticas de los intelectuales de Carta Abierta, reproches internos de su tropa y la retirada de La Cámpora en el tramo final". Súmese a todo ello la indisimulable frialdad con que lo destrató la Presidenta a lo largo de toda su campaña. Nunca Filmus y Scioli estuvieron tan cerca ni tan hermanados.
Por último, y más allá de sus proyectos para el aún distante 2015, Macri tendrá que demostrar que además de su futuro, sin duda promisorio, le sigue interesando el presente de esta ciudad que lo eligió por otros cuatro años. Hay en la plataforma programática de Filmus algunas buenas ideas que valdría la pena adoptar y, en lo posible incorporarlas a los programas propios. Más allá de lo que sin duda se hizo y de lo que en el orden urbano se siga haciendo, es imprescindible fortalecer cuatro frentes: el de la seguridad, el habitacional, la salud y la educación.
Convendrá tener presente esta reflexión de Fernando Savater: "El camino para cualquier revolución pacífica, no sectaria ni partidista, es una educación de calidad, sin exclusiones. Así deben sentarse las bases de cualquier otro tipo de liberación a la que legítimamente pueda aspirarse en la política, en las relaciones sociales, en la autonomía de costumbres de las personas. La educación es la liberación no sangrienta para que el pasado no condicione el futuro y lo aprisione en dogmas por siempre jamás."