El escenario. Cristina, Chávez y una identificación cada vez mayor
La misma jefa del Estado que pocos días atrás se desvivía por una entrevista con Barack Obama fue ayer una de las grandes protagonistas de la celebración del bicentenario de Venezuela, rodeada de Raúl Castro, Daniel Ortega, Evo Morales, Rafael Correa y, obviamente, Hugo Chávez.
La elección de Cristina Fernández de Kirchner como oradora de honor, en el acto efectuado anoche en la sede de la Asamblea Nacional, en Caracas, confirmó la cercanía de los gobiernos argentino y venezolano, tanto en sus posiciones ideológicas como a la hora de los negocios.
En el verano de 2008, a pocos meses de haber asumido la presidencia de la Nación, Cristina Kirchner recibió la visita del primer mandatario de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang. Para sorpresa de muchos, el invitado recibió un reto público de la jefa del Estado argentino, quien le enrostró durante un acto público que en ese país africano se violaban los derechos humanos. Poco después, Obiang disolvió el Parlamento de su país.
El coraje que tuvo la Presidenta para humillar en público a su par de Guinea nunca lo exhibió para señalar las atrocidades de regímenes autoritarios de América latina, empezando por el de Cuba y terminando por el de Chávez.
Ayer, Cristina Kirchner se animó a ironizar sobre los largos discursos de su par venezolano, pero jamás osaría desairar al régimen chavista, pese a su ostensible violación de libertades esenciales. Hasta puede advertirse cierta envidia en sus palabras por los avances del gobierno venezolano en su control sobre la prensa y en sus políticas nacionalizantes.
Hay que recordar que el gobierno kirchnerista no dejó de ver con cierta simpatía la nacionalización de empresas siderúrgicas en Venezuela, aun cuando algunas de ellas pertenecieran a capitales argentinos. Apenas se limitó a pedir en su momento una indemnización razonable para el grupo argentino Techint, despojado de la empresa Sidor.
Pero que una mandataria argentina que se jacta permanentemente de su defensa de los derechos humanos centre su mensaje ante la Asamblea Popular venezolana en el tema de la libertad sin sugerir una sola idea sobre los enormes cuestionamientos locales e internacionales al gobierno chavista sólo provoca escalofríos en los defensores de la libertad.
La confusión de la Presidenta fue más allá. Tras elogiar las posiciones de Mariano Moreno y Manuel Belgrano, habló del derrumbe del mundo a partir de valores como el libre comercio. Como si éste no hubiera sido una bandera fundamental de los revolucionarios de 1810.
La Venezuela chavista ha sido definida recientemente como una "democradura", denominación empleada para designar a aquellos gobiernos de origen democrático cuyas prácticas son autoritarias.
También se ha dicho recientemente que en Venezuela existe una "apropiación del marco legislativo" por parte del Poder Ejecutivo y que "la libertad de prensa está estrechamente vigilada".
No fue ninguna potencia "imperialista" la que denunció semejante estado de cosas, sino la Internacional Socialista, que concluyó en enero último una misión en Venezuela.
Tal vez la primera mandataria argentina sienta en el fondo admiración por las fuertes persecuciones del gobierno chavista al periodismo que pretende ser independiente o por el hecho de que los medios de comunicación venezolanos tengan prohibido hasta informar la cotización del dólar paralelo.
Quizá se regodee en la facultad del gobierno de Venezuela de controlar la distribución del papel para diarios, cuyas existencias se ven hoy amenazadas, o con la facilidad que tienen las autoridades chavistas para imponer multas o retirar licencias de transmisión a radioemisoras. En realidad, no tiene tanto para envidiarle a Chávez. La ley de medios aprobada el año pasado proyecta que licenciatarios de radio y televisión deban dejarlas en un plazo perentorio de un año, sin importar el período por el que les fueron adjudicadas esas licencias. Algo que ni el presidente venezolano se animó a hacer.
FERNANDEZ, VITUPERADO POR UNA MODELO
- Pocas veces como anoche, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, recibió en la cara críticas tan duras que estuvieron a punto de hacerle perder la compostura. Fue en el programa Un mundo perfecto , de Roberto Pettinato por América, cuando la modelo Amalia Granata lo acusó de formar parte de una dictadura y de vivir en un mundo irreal. "Si no llegamos -a fin de año con el programa en el aire- quiere decir que son dictadores como lo están demostrando hasta ahora", le dijo, mientras Fernández se defendía a los gritos. Minutos después, la misma modelo le dijo que no sabía lo que pasa en la Argentina: "Tu realidad es la realidad de un país europeo".