Cristina sube en los sondeos de la mano de los buitres
Pese a la buena onda que cultivan algunos operadores vinculados al mundo financiero sobre una solución más o menos inminente al default selectivo que afecta a la Argentina, las señales del propio gobierno nacional no dan cuenta de una voluntad presidencial para ponerle fin a la crisis de la deuda en lo inmediato.
Más razonable que preguntarse si habrá un arreglo en las próximas semanas, apostando a la hipótesis del default corto, es plantearse hoy si habrá que esperar una solución para enero próximo, cuando caiga la famosa cláusula RUFO -que le impide al Estado argentino ofrecer a los holdouts mejoras sobre las condiciones aceptadas por los bonistas que ingresaron a los canjes de deuda de 2005 y 2010-, o sólo para cuando concluya el mandato de Cristina Fernández de Kirchner.
Es que, curiosamente, todos los gestos que brindan la Presidenta y Axel Kicillof apuntan a mostrar que el Gobierno no está dispuesto a cumplir con la sentencia del juez Thomas Griesa. También, a dar cuenta de que la primera mandataria no se desespera y hasta se siente cómoda en esta situación, que sigue colocando a la Argentina al margen del mercado financiero internacional.
Por momentos, queda la impresión de que la jefa del Estado está persuadida de que podrá manejar la coyuntura y administrar el default por todo el tiempo que sea necesario. Entre los economistas no alineados con el oficialismo, sin embargo, hay serias dudas de que el cuadro fiscal y el contexto socioeconómico no colapsen antes de fines de año si no se encuentra una rápida salida a la parcial cesación de pagos.
Es probable que el hecho de que, hasta el momento, la opinión pública no haya entrado en pánico frente a una cuestión de por sí compleja como un default aliente la estrategia de dureza que mantiene el Gobierno frente a los holdouts y a los tribunales de los Estados Unidos.
Datos de la última encuesta de Management & Fit a los que accedió LA NACION indican que los porcentajes de aprobación de la gestión gubernamental y de imagen de la Presidenta han subido levemente en los últimos meses, aun cuando el 60,9% presagia que la situación económica empeorará en los próximos seis meses.
El sondeo, concluido el 29 de julio entre 1600 encuestados en el orden nacional, señala que el nivel de aprobación de la forma en que Cristina Kirchner está conduciendo el Gobierno pasó a fines del último mes a 32,4%, cuando en junio era de 25,5% y a principios de año, de 27,4%. Por el contrario, el nivel de desaprobación cayó de 66,5% a comienzos de 2014 a 57,6% en la última medición.
La imagen positiva de la primera mandataria, en tanto, ha mostrado una pequeña mejora, al pasar en el transcurso del último mes del 26,4% al 28,9%, mientras que en enero de este año era de apenas 24,6%.
Como señala el escritor Jorge Asís, con su habitual sentido de la ironía, "la doctora, al final, le ha tomado el gusto a su propio fracaso y el fracaso garpa", en referencia a su moderado repunte en las encuestas a partir de los encendidos discursos de la Presidenta contra los llamados fondos buitre.
Esta situación también ha animado a Kicillof a subir su apuesta, al menos en el plano retórico, como cuando le reclamó, en las últimas horas, al gobierno de Barack Obama que no se haga "el tonto" ante la sentencia del juez Griesa contraria al Estado argentino. No sólo eso. Se preguntó "por qué el gobierno de los Estados Unidos no le pone límites a un juez", exhibiendo un burdo desconocimiento del principio de división de poderes que al menos parece regir en el país del Norte.
Mientras el clima combativo contagia a la militancia, la Presidenta no desconoce que el cuadro social del país no es el mejor y que la espiralización de suspensiones y despidos podría desencadenar una situación mucho más conflictiva. Por tal razón, ayer, a través de la cadena nacional, anunció mejoras en los programas de recuperación productiva, llevando de 1500 a 2000 pesos los subsidios parciales sobre los salarios privados destinados a evitar pérdidas de empleos. Y también, en un reconocimiento implícito de los problemas de la industria automotriz, anunció un plan para la renovación de la flota de colectivos de corta distancia.
Finalmente, deslizó una serie de cifras de recaudación como para comunicar que, según ella, la economía marcha de manera fantástica, al tiempo que advirtió que "el que crea que va a salvarse comprando dólares o guardando la plata lo más probable es que pierda". Una versión remixada de la tristemente recordada frase del ministro de Economía del Proceso Lorenzo Sigaut "el que apuesta al dólar pierde".