Cristina volvió un día, pero eso no era todo
Es difícil recordar una jornada en la que el gobierno de Cristina Kirchner haya quedado tan expuesto en su desorientación, en sus internas y en su déficit de gestión.
El mismo día en que la presidenta Cristina Kirchner volvió a la actividad oficial tras el receso de fin de año, se generó la mayor polémica pública de los últimos años, con funcionarios del máximo nivel en una secuencia de contradicciones inédita. Quedó demostrado así que el problema de fondo no reside en la presencia física de la mandataria. Es mucho más profundo.
Un nivel básico de análisis indicaría que el rumbo del Gobierno quedó prisionero de las internas del área económica, reformada recientemente con la designación de Axel Kicillof justamente para evitar esas disputas.
En este plano, todas las preguntas posibles tienen respuestas incómodas para la Presidenta. ¿Echegaray anunció el cambio en el impuesto a los bienes personales sin la venia de la Casa Rosada? ¿O Cristina avaló primero la propuesta y después salió a frenarla al ver su impacto en la opinión pública? Si nunca existió la idea de hacer un cambio impositivo, ¿por qué dejó pasar cuatro días desde que Echegaray mencionó el tema en la conferencia de prensa del viernes? Y lo que es más grave aún, ¿por qué dejó en el medio al jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, quien el lunes negó que hubiera un proyecto, ayer a la mañana se desdijo y a la tarde fue desautorizado por Kicillof?
Un segundo nivel de evaluación, que excede las lecturas que pueden arrojar las pujas internas del Gobierno, exhibe a la administración kirchnerista sin respuestas ante las crecientes dificultades económicas.
No es una cuestión de formas o de personajes, de si Cristina habla o no, o de si el que hace el anuncio es un ministro u otro. Es una cuestión de fondo: el Gobierno gastó la bala de plata con la última reformulación de gabinete y fracasó en su intento de imponer un esquema de reformas moderadas.
Diluyó el espíritu renovador que intentó imponer tras la derrota electoral, con el regreso de Cristina tras su reposo, la elección de Capitanich y de Kicillof como funcionarios estrella, la salida de Guillermo Moreno y las señales iniciales de moderación.
Esos recursos se agotaron y la realidad económica sigue exhibiendo necesidad de recursos fiscales, caída de reservas, suba del dólar e inflación creciente. Ahora sólo quedan soluciones con alto costo político.
El propio kirchnerismo empezó a desconfiar de la receta que emana del entorno presidencial. Comienzan a surgir dudas reales sobre la capacidad de gestión de Cristina Kirchner en situaciones adversas. "Entre las crisis provinciales, los cortes de luz y la situación económica, cerramos un mes muy negativo. Nos quedamos sin capacidad de reacción", admitió ayer con preocupación un legislador oficialista con ingreso fluido a la Casa Rosada.
En este contexto, todo lo que haga el Gobierno corre el riesgo de ser fagocitado por una dinámica que ya no controla. Desde los acuerdos de precios hasta los pedidos de moderación en los reclamos salariales; desde los esfuerzos monetarios para impedir una escalada del dólar hasta las alternativas para cerrar la brecha fiscal. El Gobierno perdió un crédito que le costará mucho recuperar.