Curiosa comida por Alberto Fernández
Los elegantes salones de una embajada se convirtieron anteanoche en una singular concentración del poder político, económico y judicial del país. El escenario de la peculiar reunión fue la señorial residencia del embajador de Uruguay en la Argentina, en la avenida Figueroa Alcorta. La razón que congregó a gran parte de la dirigencia nacional fue un especial homenaje que el embajador Francisco Bustillo le hizo al ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández.
El motivo lo expuso el embajador en un discurso a los postres: "Aun en los momentos más difíciles de la relación de los dos países en los últimos años, siempre tuve abierta la puerta de Alberto Fernández. Muchas veces no nos pusimos de acuerdo, pero nuestro diálogo nunca se cortó. Y los uruguayos somos gente agradecida", ironizó sobre el final.
Participaron cuatro ministros del gobierno de Cristina Kirchner: Jorge Taiana (canciller), Aníbal Fernández (Justicia), Carlos Tomada (Trabajo) y Carlos Fernández (Economía). Llamó la atención la silla vacía que dejó la ministra de Salud, Graciela Ocaña, que viene de protagonizar roces con el ex jefe de Gabinete, antiguo protector de ella y de Héctor Capaccioli, responsable de distribuir los importantes recursos de las obras sociales y recaudador de fondos para la campaña de la actual presidenta.
Ocaña cuestiona severamente la gestión de Capaccioli. "La única que no podía faltar era ella; su ausencia tendría siempre una lectura política", se dijo entre los invitados.
Sin embargo, fuentes cercanas a la ministra aclararon ayer que había sufrido un pico de tensión en la tarde del martes y que los médicos le recomendaron que descansara. "Tomó unos medicamentos recetados por los médicos y se quedó dormida. Esta es la verdad", contaron. "Graciela puede tener diferencias con Alberto, pero lo quiere y se siente agradecida con él por los muchos apoyos que le dio", subrayaron.
De todos modos, Ocaña estaba ayer exultante: la Presidenta firmó un decreto que le había enviado hace varios días, en el que designaba cuatro funcionarios clave en el organismo de Capaccioli. "Los fondos de las obras sociales tendrán ahora un control directo de la ministra", señalaron a su lado.
De esa original noche participaron dos miembros de la Corte, Elena Higthon y Juan Carlos Maqueda, y el procurador general de la Nación, Esteban Righi. Cuatro jueces federales se sentaron para comer una mousse de palta con langostinos y carré de cerdo: María Servini de Cubría, Daniel Rafecas, Ariel Lijo y Julián Ercolini. Y dos secretarios de Estado: la de Justicia, Marcela Losardo, y el de Hacienda, Juan Carlos Pezzoa.
Tres importantes empresarios compartieron el encuentro: Cristiano Rattazzi, Sebastián Eskenazi y Gerardo Werthein. Sólo dos periodistas fueron invitados por el embajador.
Bustillo había preparado una sorpresa: la participación imprevista del canciller uruguayo, Gonzalo Fernández, viejo amigo personal del Fernández argentino. Un problema de último momento le impidió viajar al canciller de Uruguay.
Alberto Fernández le agradeció a Bustillo la "sorpresa de una noche tan especial" y nombró a cada participante del encuentro con palabras de afecto o de respeto. Recordó que varios jueces federales habían pasado por su cátedra en la Universidad y, sonriendo, aclaró: "Ya estaban muy arriba en la carrera judicial cuando yo llegué al Gobierno".
A Rattazzi le recordó que es un "crítico del Gobierno", pero "un hombre honesto en lo que dice y en lo que hace". "No siempre he coincidido con algunas de las personas que comparten esta mesa. Y a veces he disentido absolutamente. Pero reconozco en todas ellas la honestidad personal e intelectual y la propensión a dialogar aun en condiciones muy difíciles", señaló Fernández.
Ningún asunto de política interna pasó por las conversaciones, salvo algunas alusiones muy generales o algunas esporádicas ironías. En primer lugar, la mayoría de las personas que estaban son funcionarios que se encontraban en territorio de una embajada extranjera, aunque cueste llamarlo extranjero a un país como Uruguay. También influyó la percepción implícita de todos de que allí se encontraban ministros y secretarios de Cristina Kirchner y de que, cualquier referencia a asuntos internos, podría colocarlos en una situación incómoda.
Los dos temas predominantes fueron la intensa crisis financiera internacional (nadie tuvo una respuesta ni un pronóstico) y las particularidades de la campaña electoral de los Estados Unidos. En este tema sí hubo consenso y vaticinio: casi todos creen que ganará Barack Obama, aunque señalaron que la crisis está siendo decisiva para ese eventual triunfo.
El asesinato de José Ignacio Rucci ocupó una parte de la reunión, sobre todo la polémica en torno a si fue o no un crimen de lesa humanidad. El debate duró poco. Se cortó cuando llegó Lijo, el juez que decidió reabrir la causa por ese asesinato. "Silencio. Llegó el juez", aconsejó Righi, respetando la doctrina de que un juez no puede expresar opiniones sobre causas que están en proceso.
Tomada, rengo por atreverse a hacer deportes con su nieto, señaló que su función consiste ahora en explicarles a los gremios que el mundo ha cambiado vertiginosamente y que todos debemos ser más cautos.
"Gracias, embajador, me ha dado una noche muy cálida", se despidió Alberto Fernández. Bustillo, aparentemente ingenuo, sabía lo que había hecho.
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