Tras el acuerdo con el FMI, Macri busca en Canadá el respaldo de los líderes mundiales
QUEBEC.- Dos semanas atrás, Mauricio Macri había descartado el viaje a Canadá, donde el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, lo había invitado a la cumbre del Grupo de los Siete, en Quebec. La idea había sido desechada en el peor momento del Gobierno, cuando se intentaba recuperar de los magullones de la crisis financiera y el peronismo avanzaba a paso decidido hacia la aprobación del proyecto contra el aumento de tarifas. Pero entre las últimas horas de mayo y las primeras de junio, el Gobierno torció el rumbo, se definió una nueva estrategia para revertir los rasgos de debilidad que había exhibido la crisis y sacudirse el mareo de los golpes. "Vamos a Canadá", comenzaron a replicar los mensajes de los celulares de los funcionarios. La Casa Rosada había resuelto girar el timón en un intento por retomar la iniciativa que había dejado en manos del peronismo. Y la invitación del joven Trudeau aparecía como una pieza adecuada para el nuevo tablero.
El cierre del acuerdo con el FMI terminó por coronar la oportunidad.
"El viaje estaba muerto y recuperó el pulso", escribió un ministro para avisarle a sus colaboradores que la idea de viajar a la cumbre del G7 recobraba vida.
Los 50.000 millones de dólares que ofreció el FMI como garantía al plan trazado por Nicolás Dujovne le devolvió la vitalidad al macrismo.
El Gobierno había aparecido hasta entonces suplicante frente a la oposición en busca de una alternativa al proyecto de tarifas, y los intentos de negociación chocaron una y otra vez con la dinámica de un peronismo que se sentía fortalecido. La iniciativa tarifaria estaba destinada a morir con un veto presidencial. Pero la preocupación de la Casa Rosada era su impacto en las negociaciones que Dujovne y sus colaboradores, como Rodrigo Pena (secretario de Hacienda) y Guido Sandleris (jefe de asesores de Hacienda), llevaban adelante en Washington.
Luego de la derrota en el Congreso por las tarifas y mientras Mauricio Macri se encontraba de gira por las provincias del norte, el Gobierno dio vuelta la página tras una sucesión de deliberaciones internas. En materia económica, la nueva estrategia se centra en blindar las necesidades financieras con los recursos del FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Corporación Andina de Fomento. La esperanza se apoya en que los dólares de los organismos tranquilicen los mercados y destraben inversiones, de la mano de una reducción del déficit fiscal. El riesgo, que la caída de la actividad se espiralice hacia las profundidades. Alejar el espectro de la recesión es la nueva prioridad de la administración.
En el terreno político, Macri se cobijará este fin de semana entre líderes mundiales, los mismos que le manifestaron su apoyo a las negociaciones con el Fondo Monetario y ponderan su papel en la región, sobre todo luego de revisar sus previsiones a la luz de las elecciones en Colombia y México. En apenas seis meses, Argentina será anfitriona de las potencias del G20 y Macri, el maestro de ceremonias. Ningún jefe de Estado quiere aterrizar en Buenos Aires en medio de un clima de desconcierto.
Como nunca antes, la política se tejió en los últimos días entre vuelos de avión, hoteles y aeropuertos. El ministro de Trabajo, Jorge Triaca, buscó desactivar el paro de la CGT en Ginebra, Suiza, donde interactuó con una desbordante comitiva de sindicalistas y representantes empresarios. Marcos Peña se movió entre Londres y Estados Unidos, donde también estuvo el canciller Jorge Faurie, quien tras una escala de apenas unas horas en Buenos Aires volvió a subirse a un avión para viajar Quebec. El presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, acompañó a Peña por las calles de Nueva York, donde cruzaron miradas sobre el futuro de la relación con el peronismo y la reconstrucción de una estrategia común que se había enfriado en los tiempos de triunfo electoral y celebraciones. Así, el macrismo buscó en el extranjero las certezas que la política doméstica le retaceó. "Tenemos que recuperar la agenda política que estaba en manos de la oposición y pararnos desde otro lugar frente a la opinión pública", resumió un colaborador presidencial, a cargo de los detalles del viaje.
Bajo las luces del hotel Manoir Richelieu, el Presidente espera retratarse con Donald Trump, la alemana Angela Merkel, Trudeau y el japonés Shinzo Abe. Y celebrar el acuerdo con el FMI con un apretón de manos con Christine Lagarde. Frente al camino espartano que surgirá de la nueva meta del déficit fiscal, el viaje a la cumbre del G7 era una invitación a volver a pararse en el escenario de los principales jefes de Estado, un aliciente después de semanas de aridez, un cambio de aire difícil de dejar pasar.
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