El pulso político. Del reduccionismo puro al Tribunal de La Haya
Los bruscos vaivenes del Presidente siguen sorprendiendo a propios y ajenos. En una semana, Kirchner pasó del más puro reduccionismo a la Corte Internacional de La Haya sin escalas.
En horas, el Presidente transformó el conflicto con Uruguay por las papeleras en "un tema solamente ambiental", como dijo en Brasilia, a un enfrentamiento jurídico internacional de resultados imprevisibles.
Está claro que el problema de fondo con Montevideo parecería ser ambiental, aunque muchos especialistas aseguran que no hay riesgos para el medio ambiente. En cualquier caso, por la envergadura que tomaron los hechos, es mucho más que eso: se transformó en un conflicto diplomático sin precedente, un problema social, una amenaza de nacionalismo y una traba económica para ambos países.
El Diccionario de la Real Academia española menciona que "reduccionismo" es la "simplificación excesiva de lo que es complicado". Eso pareció transmitir Kirchner al limitar el tema al plano ambiental.
La visión reduccionista del Presidente originó reacciones en las dos orillas del río Uruguay. En Montevideo hubo una exacerbación nacionalista potenciada por dirigentes de izquierda como Mujica y Fernández Huidobro. Y en Entre Ríos aumentó la tensión de los ambientalistas y se sumó la amenaza del gobernador Busti de renunciar ante la falta de respuestas de la Casa Rosada.
¿Fueron éstos los únicos hechos que hicieron cambiar la óptica de Kirchner, que elevó la apuesta con una demanda en la Corte de La Haya? En algo influyeron estos y otros hechos. También pudo haber incidido la amenaza de intervención de la cancillería de Chile por los once camiones que provienen de Santiago y que hasta ayer estaban varados en Colón. O las expresiones de Roberto Lavagna que deslizaron cierta falta de interés de Kirchner en el negocio de las papeleras con Uruguay hace más de un año. Nadie sabrá cuál de todas estas cuestiones pesó más o si el conjunto del todo fue lo que influyó.
Lo cierto es que la preocupación del Presidente fue in crescendo. Se reunió dos veces -no la única que trascendió- con Busti. Desechó la propuesta de Greenpeace que llevaba el gobernador entrerriano como plan de negociación y optó por la vía jurídica internacional con la esperanza de que en los tres años que puede llevar esa demanda Tabaré Vázquez se sentará a negociar.
Un destacado diplomático argentino se mostró optimista ante la futura reacción de Uruguay. "Siempre es mejor un buen arreglo que un mal pleito", dijo. En Montevideo hoy no piensan lo mismo. Allegados a Vázquez no creen que la Argentina lleve hasta el final la demanda y que, en tal caso, la demora judicial jugará en favor de las papeleras. Hoy están más preocupados en los cortes de ruta que en la Corte.
Al calor de la decisión de Kirchner, la vía judicial parecería haber descomprimido la situación aunque no hay seguridad de que los ambientalistas vayan a desalentar los cortes. Esto no se definió aún y abrirá un debate. Nadie asegura que una situación de descompresión se sostenga en el tiempo. Tres años de demanda en La Haya quizá sea demasiado esperar para los ecologistas ávidos de hechos que impacten en la opinión pública.
También habrá que evaluar si los efectos de una presentación judicial no influyen en los inversores. Hasta ahora, las cartas de queja y amenazas por eventual responsabilidad legal ante un impacto ambiental que presentó Busti en varios bancos internacionales que financian las obras de Fray Bentos no lograron frenar la inversión.
Aún es prematuro saber el desenlace del conflicto. Lo único visible es el peligro que encierran los reduccionismos en el análisis de situaciones complejas, o los cambios apresurados en la toma de decisiones.
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