Dos huelgas separadas por un abismo

Como dos extremos de una historia de final incierto, el último paro del campo y el que la Comisión de Enlace anunció ayer pueden servir como reflejo de las coyunturas, separadas por un abismo, que rodearon cada una de las convocatorias.

El 21 de marzo pasado los ruralistas dieron por terminado el diálogo que el Gobierno había intentado retomar después de meses de silencio. Convocaron a un paro de comercialización por una semana, igual que el anunciado ayer.

También, tanto como ahora, desalentaron los cortes de ruta. Lo hicieron conscientes de que el ánimo de la sociedad estaba ya lejos de la ebullición que había tenido en 2008, cuando la resolución 125 y su fracaso en el Congreso acercaron a la clase media urbana al reclamo rural.

El clima no parece haber cambiado demasiado. El vicepresidente de CRA, Ricardo Buryaile, lo sintetizó esta mañana con dos frases. "No será otro marzo de 2008, cuando la sociedad vivía una situación de disponibilidad de recursos y apoyaba estas cuestiones. Ahora, la situación del país es distinta. Los cortes deberían ser una cosa del pasado porque la gente está preocupada por las cosas que le pasan y va a mirar para el costado".

Elecciones, derrota y después. Buryaile mismo es un claro exponente de otro de los cambios que registró la coyuntura en los últimos cinco meses. Cuando el campo fue al paro en marzo había pasado sólo una semana desde el adelantamiento de las elecciones de octubre a junio, que los Kirchner habían decidido en un intento por opacar la iniciativa de Mauricio Macri y convencidos de que la crisis mundial y su impacto en la Argentina aconsejaba ir a las urnas lo antes posible.

La jugada no dio los resultados esperados. El 28 de junio Néstor Kirchner sufrió un inesperado revés en las urnas, el primero de su vida, y el oficialismo perdió su histórica mayoría en ambas cámaras del Congreso. Además de invertir la relación de fuerzas en el Parlamento, aunque el cambio recién se concretará en diciembre, la elección convirtió a varios dirigentes rurales, entre ellos Buryaile, en diputados electos.

La derrota obligó al Gobierno a reconsiderar el rumbo aunque, en la práctica, nada cambio demasiado. Originalmente excluida de la convocatoria al diálogo que Cristina Kirchner hizo el 9 de julio, la Comisión de Enlace fue finalmente invitada a la Casa Rosada.

Pero la paz duró poco. Se cerraron acuerdos para carne, leche, trigo y maíz, pero, apenas terminó el encuentro con Aníbal Fernández, como ya había pasado antes, volvió a haber versiones cruzadas sobre los temas discutidos. La reticencia oficial a revisar el valor de las retenciones, una posición de la que la Casa Rosada no se movió jamás, abonó el terreno para que la tensión y la desconfianza volvieran a instalarse.

El Congreso, al frente. En marzo, la decisión de parar fue una respuesta de los dirigentes rurales a la creciente presión de las bases, molestas por la falta de resultados de las reuniones con el Gobierno, la reiterada negativa del oficialismo a dar quórum para volver a discutir las retenciones en el Congreso y la decisión de Cristina Kirchner de coparticipar entre las provincias el 30% de lo recaudado por los derechos de exportación aplicados a la soja.

Esta vez, el Congreso volvió a ser caja de resonancia del enojo rural, pero, lejos del peso lateral que tuvo a principio de año, ocupó un lugar central en la nueva escalada de tensión.

El veto de la discordia. El malestar empezó a hacerse carne la semana pasada, cuando se supo que lo que los productores leían como un triunfo engendrado en el Parlamento dejaría de ser tal. La escalada de tensión comenzó no bien trascendió que el Gobierno vetaría el artículo de la ley de emergencia agropecuaria que disponía reducir y hasta eliminar retenciones en municipios bonaerenses afectados por la sequía y que el Congreso había aprobado por unanimidad.

A esa contramarcha se sumaron las versiones sobre un nuevo aumento de las retenciones a la soja. Esa posibilidad, con la que el Gobierno podría avanzar en noviembre, antes del recambio legislativo y una vez pasada la siembra, terminó de caldear los ánimos.

Dos paros de una larga lista de siete desde que Cristina Kirchner asumió la presidencia. Dos escenarios antagónicos, unidos por algunas constantes. Un conflicto cuyo final parece difícil de vislumbrar.