"Eduardo Duhalde ya está en la casa"
En el búnker del candidato del Frente Popular, en la medianoche solo habían dudas y falsa euforia; la frase del título fue una que se escuchó en medio del desconcierto
"Eduardo Duhalde ya está en la casa". Así anunciaban los organizadores, a las 22.10, que el ex presidente y su compañero de formula, Mario Das Neves, iban a hablar a la Argentina, después de una fatigosa e incierta jornada electoral.
La idea era transmitir a una audiencia impaciente que el ex presidente había llegado al hotel Salguero Plaza, sobre la calle homónima, a metros de la muy paqueta Avenida Libertador. El anticipo se producía cuando ya estaba definido que el caudillo de Lomas de Zamora no lograba desmarcarse del todo de Ricardo Alfonsín, en una pelea inútil muy lejos de Cristina Kirchner y con un orden aleatorio. "Eduardo Duhalde ya está en la casa", fue una oración pronunciada en medio de los ruidos de un auditorio ensimismado en quimeras y que después intentó despabilarse con una denuncia de "fraude".
Lo de anoche siguió la misma lógica que tuvo Eduardo Duhalde el último año. El ex presidente demoró. Era inevitable. Tardó en abandonar el sueño de ser el arquitecto de toda la oposición. Después retrasó hasta la histeria su lanzamiento pleno como candidato peronista, sin la fantasía de un acuerdo con Mauricio Macri. Y repitió el error cuando no redactó con prontitud la partida de defunción a uno de los típicos experimentos de la política que terminan en nada: la preinterna con Rodríguez Saá. Pasada la medianoche, lo que se hizo fue anunciar la presentación de una denuncia judicial por supuestas maniobras ilegales, cuando la presidenta Cristina Kirchner bordeaba el 50 por ciento y Duhalde no traspasaba el 13%.
La tarde de ayer había arrancado, antes de las 18, con un clima de euforia forzada. El comando de campaña apenas tenía a los leales Carlos Brown y a Carlos Ben caminando las alfombras azules y anaranjadas del tercer piso del Salguero Plaza, trashumando una mueca optimista, que a veces se topaba con la incredulidad y obligaba a exagerar.
Se escucharon los números más inverosímiles, aunque mezclados con algunos otros más realistas, pero que nunca ponían en riesgo una presunta segunda ubicación en la lista general y el "triunfo" en la discusión anti K.
El objetivo era instalar la idea que Duhalde no sólo había ganado el "amistoso" en la oposición, sino que se agrandaba para jugar por los puntos en octubre.
"Lo que está claro es que ahora hay segunda vuelta y que Duhalde es el que está mejor posicionado para enfrentar a Cristina Krchner", era una de las frases que, por desconocimiento o deliberada mala fe, se estropeó cuando empezaron a llegar a los números reales. Ni hay segunda vuelta, ni Duhalde estaría cerca de ser capaz de convocar por voto útil a los demás electores refractarios a los patagónicos.
Al filo de la medianoche, los mismos alquimistas de la derrota empezan a tirar nombres de posibles salvavidas para un mar picado de desventuras. De Reutemann a De la Sota, de Miguel Del Sel a un improbable acuerdo en estos dos meses -antes del 23 de octubre- con todos los candidatos de la oposición. Hasta a Macri lo nombraban. Lo que no sabían en Salguero Plaza era que en las carpas amarillentas del PRO había enojo con los duhaldistas. "Mintieron durante todo este tiempo que sacaban 24 por ciento, y quedaron 10 puntos menos y encima quedaron terceros. Encima, algunos vivos anunciaron un apoyo del PRO a Duhalde que salpicó a Mauricio. Esto gratis no sale", decían con algo de furia en el macrismo.
Más allá de las aspiraciones de subir a dirigentes con más pasado que futuro para dar vuelta una derrota que, por ahora, se ve como segura, la reacción de los operadores de Duhalde fue la típica: denuncias de fraude y la mención de una victoria en Necochea o en Vicente López, con Jorge Macri. Pareció poco.
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