Duhalde y el negro de la kermesse
La Argentina se escapa por el desagüe, pero el inquilino de la Casa Rosada, Eduardo Duhalde, está tranquilo en su despacho y sólo acierta a hilvanar una conversación con tres respuestas seguidas cuando el fútbol es el tópico por discutir.
El martes de la semana pasada, Duhalde recibía en su despacho a un grupo de periodistas españoles. Preguntado por las prioridades de su gobierno interino, enunció dos: un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y la reactivación del sistema bancario, en este orden. A la cuestión de si su administración acometería las reformas estructurales necesarias para que el dinero del FMI no se perdiese como las ayudas anteriores replicó que para hacer reformas hace falta primero dinero. Y a la interrogante "¿cómo marcha la negociación de ese acuerdo con el FMI?", replicó: "Me dice el ministro de Economía que no va mal". Como seguimiento de la primera prioridad de su gobierno, no está mal.
Si a ello añadimos frases como "el problema de la Argentina es que tenemos el doble de delincuentes que de celdas disponibles" o "es lógico que se estén buscando abuelos europeos que permitan tener otra nacionalidad", el panorama no puede ser más deprimente. Pero lo peor de todo es ver el país en manos de un presidente que se comporta como si no se diese cuenta de que tiene una bomba de relojería en las manos. "Mi tarea es como la del «negro de la kermesse»", es decir, el pim-pam-pum de la feria al que por unos céntimos todo el mundo tira huevos y tomates podridos. Hasta ahí ha caído la dignidad de la oficina presidencial para quien hoy la ocupa.
La desesperación generalizada apenas permite salvedades. La semana pasada Eduardo Caamaño, presidente de la Cámara de Diputados, engrosaba la lista de funcionarios del Estado con 72 nuevos asistentes para su oficina.
El gran peligro
El gran peligro que afronta la Argentina hoy es el tiempo que está perdiendo. Ricardo López Murphy, el hombre de ideas más claras del panorama actual, como demostró en su entrevista de ayer en ABC, exige que el de Duhalde sea un gobierno de transición que adopte las medidas impopulares que ayuden al país a salir de la sima. No será. Duhalde sólo aspira a ser el hombre interino y que las medidas las adopte el siguiente, que será verdaderamente el presidente de transición. Si se cumpliera el calendario previsto eso sería en octubre de 2003: el inevitable proceso se retrasaría un año y medio. Y eso en un país en el que el 50% de su población de 37 millones está hoy por debajo del umbral de la pobreza, fijado en $ 180 al mes.
Una manifestación del peor peronismo -el partido que Alejandro Agag ha introducido en la Internacional Demócrata de Centro- está en marcha: la Cámara baja ha aprobado ya -falta la ratificación en el Senado- una ley por la cual el impago de las facturas de electricidad y gas no es motivo para el corte de suministro. A ver quién es capaz de dar una razón que justifique el pago del gasto realizado.
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