El comienzo de la solución pasa por el presupuesto
La Argentina tiene un largo historial de presupuestos sancionados por el Congreso fuera de término, pero en los tiempos modernos sólo dejó dos veces al Poder Ejecutivo sin esa ley siempre esencial, aunque nunca tanto como ahora. Una ocurrió en los años sesenta, con el presidente Arturo Illia; otra, en los setenta, con la presidenta María Estela Martínez de Perón.
Se sabe lo que siguió al poco tiempo en cuanto a la estabilidad de ambos en sus cargos y de qué modo derivaron los hechos en el destino, a más largo plazo cruento, del país.
No hay un solo político que se halle en condiciones de anticipar con seriedad la suerte que correrá el proyecto de presupuesto enviado por el Poder Ejecutivo anteayer al Congreso, que supone reajustes por casi 9200 millones de pesos en relación con el actual.
No sólo los ojos del país, sino también los del mundo de la política y de la economía mundial, están puestos sobre más de trescientos diputados y senadores nacionales en medio de circunstancias inéditas. ¿Se atreverán a dejar al Gobierno sin presupuesto cuando éste se apresta a una renegociación de la deuda externa, que en sí misma constituye un hecho excepcional en las finanzas internacionales?
Habrá presión creciente sobre los legisladores para que traten con rapidez la iniciativa girada por el Poder Ejecutivo. Días atrás, en una reunión en la Cancillería, el ministro Domingo Cavallo advirtió a gobernadores del justicialismo que si el país queda sin presupuesto después de fines de año los riesgos serán inmensos. Y eso es mucho decir, a juzgar por lo que se ve y se siente.
Hay quienes agregan un par de semanas más al cálculo tremebundo, como diciendo que el ministro necesita ganar horas a un tiempo de por sí escaso, y que es posible quedar con el proyecto de presupuesto pendiente de sanción, sin males mayores, hasta mediados de enero.
De ahí en adelante se irán produciendo vencimientos que pueden dejar a la Argentina en cesación de pagos, ya que el FMI retendrá nuevas remesas de dinero hasta que el Congreso decida cuál es el plan económico y financiero para 2002.
El vocero del FMI, David Hawley, pareció anticipar ayer un respiro cuando dijo, en referencia a una deuda argentina por US$ 940 millones con vencimiento el 17 de enero próximo, que "existe la posibilidad de cambiar de fecha".
Pero ése ha sido un punto menor dentro de la gravedad del cuadro general. Ayer mismo, en su informe sobre las Perspectivas Económicas Mundiales para 2002, el FMI puso el dedo en una de las llagas más evidentes de la situación argentina: el de la perversa relación entre su deuda externa, el déficit fiscal y el régimen cambiario.
Encontrar alguien que opine lo contrario sería un hallazgo.
¿Pero cómo conjugar criterios, hasta llegar a un acuerdo político sólido, entre tantas posiciones diversas sobre cómo concluir las negociaciones sobre la deuda, dónde cortar los gastos y de qué manera acrecentar la recaudación y, por si fuera poco, qué hacer con el valor del peso argentino?
Una de las certezas más compartidas en medio de la incertidumbre general es que el doctor Cavallo jamás cometerá el delito de filicidio. Que caerá, en la hora fatal, abrazado a su creación, la convertibilidad.
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En un almuerzo que mantuvo ayer con el senador Oscar Lamberto y los diputados Jorge Matzkin y Jorge Remes Lenicov -todos del justicialismo-; el secretario de Hacienda, Jorge Baldrich, y el asesor norteamericano Jacob Frenkel, Cavallo especificó que la devaluación del peso es impensable. Lo es hasta tanto esté abierto el presupuesto y la negociación por el tramo externo de la deuda, que se abrirá el 20 de enero y espera ver concluido para fines del primer trimestre de 2002.
Todo eso suena, hoy por hoy, tan lejano que el nombre del doctor Cavallo se mantiene asociado a la más férrea posición antidevaluatoria. Como la mayor parte de la gente, que como el Estado y como tantas empresas, está endeudada en dólares y sabe, por añadidura, que la depreciación de la moneda hará añicos los salarios.
La dolarización está perdiendo adeptos. Nunca encontró a Cavallo entre ellos; tampoco a los radicales y a gran parte de los justicialistas. Y de uno de sus bastiones, el de los economistas ultraliberales vinculados con el CEMA, que en más de un sentido han rodeado al ex presidente Menem, han surgido estos días opiniones encontradas.
Sobre la base de que el presupuesto confeccionado por el ministro de Economía se alínea todo lo que es posible al compromiso con el FMI de no gastar más de lo que se recauda, la gran cuestión pendiente es entre el Poder Ejecutivo y el Congreso.
Los legisladores deben, por un lado, evitar la trampa de llegar a ser los responsables de las gravísimas consecuencias de dejar al país sin presupuesto -con el consiguiente default y devaluación en caos-; por el otro, ¿cómo afrontar un segundo frente de presiones, el de los políticos y empresarios dispuestos al escándalo a fin de lograr un proyecto que tienda, no ya a la estabilidad, sino al crecimiento económico inmediato?
El presupuesto enviado al Congreso no refleja cálculo alguno sobre el producto bruto interno para 2002. Pero las opiniones coinciden en que será negativo.
Cavallo mismo, en su almuerzo con legisladores justicialistas, estimó que el primer trimestre está perdido con vistas al aumento de la actividad económica. Se atrevió a calcular un repunte para el fin del primer semestre, fundado en que el cumplimiento de las metas fiscales restaurará la confianza y, por lo tanto, habrá una baja de las tasas de interés, mayor consumo e inversión y retorno de capitales. La recuperación, dijo, se registrará en el segundo semestre.
La oposición e, incluso, el radicalismo, se preguntarán entonces cómo se han de controlar las tensiones sociales de aquí a mediados de 2002 y, aun si fueran controladas, qué se hará por una mejora de los precios relativos.
Cavallo cree que los títulos argentinos podrán renegociarse en el exterior al 5 por ciento; la oposición entiende que debería hacerse a un costo menor, dado el descenso al que llegó el valor de aquéllos.
En el Ministerio de Economía se acepta, a puertas cerradas, que en el FMI existe una corriente según la cual la Argentina no sale de su crisis con el régimen de la convertibilidad, sino con el de la flotación del peso. "No le demos a esa gente argumentos", claman los negociadores gubernamentales ante la contraparte parlamentaria, al reclamarle el voto para el ajuste presupuestario.
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"Olvidémonos hoy de crecer. Olvidémonos hoy de políticas activas. Conjuremos el déficit, que pretende lograrlo este proyecto de presupuesto y hagamos el canje desde la mejor posición. O´Neill (por el secretario del Tesoro norteamericano) nos ayudará porque su política es contraria a que el FMI dé dinero para pagar a acreedores que han prestado a tasas altas. Además, Estados Unidos acaba de ganar una guerra. Bush es poderosísimo y lo es gracias a sus aliados. Entre ellos está la Argentina, el aliado extra NATO que ofreció ayuda militar. Esas cosas se reconocen."
Tal es la opinión de anoche del ex ministro Roberto Alemann. Sus palabras son parte de la extendida y compleja controversia sobre la encrucijada económica y financiera y, sobre todo, política de la Argentina. Entretanto, sólo con mucho esfuerzo se abren paso unas pocas certidumbres respecto de lo que los argentinos tienen por delante.
¿Alguien espera, acaso, que haya un día 91 para la regularización total de los depósitos financieros?
La puerta 12 del estadio de River Plate quedó en la memoria de las tragedias colectivas del país sobre qué sucede cuando la gente quiere salir de golpe y encuentra cerrado lo que debería haber estado abierto. El 1° de diciembre se verificó, en cambio, en los bancos el efecto de una situación opuesta.
Se diría que habrá que prepararse para una restauración gradual de los derechos de libre disponibilidad de bienes restringidos a la gente hace dos largas semanas y olvidarse de que el día 91 todo volverá a estar como era entonces.