El hospital que emocionó al ministro de Salud y al camionero
"¡Fenomenal, estoy muy feliz!", repetía el ministro de Salud, Juan Manzur, al terminar la recorrida por el Sanatorio Antártida, el centro médico que el Sindicato de Camioneros inauguró ayer. A unos pasos del funcionario, de espaldas a las espaciosas pero refinadas butacas de cuero blanco del flamante auditorio, el líder de la CGT, Hugo Moyano, no podía disimular una sonrisa igual de blanca y espaciosa.
El camionero sostenía contra su estómago a su hijo menor, Jerónimo (11 años), que miraba sorprendido a su madre, Liliana Zulet.
"Está por encima de cualquier otra infraestructura del país", insistía Manzur, que acababa de visitar las salas de terapia intensiva y los quirófanos. Moyano quería que el ministro siguiera hablando, aunque al final se soltó: "Como dicen los camioneros, este sanatorio es de prima-prima [primera calidad]. Por eso ya hay otros gremios que quieren atenderse acá". No exageraba. Desde la araña de luces sobre el ingreso y las columnas símil mármol, pasando por los detalles de decoración -que incluyen esculturas, flores y cuadros-, el sanatorio de los camioneros podría competir en sofisticación con cualquier clínica privada y con hoteles de alta gama.
"¡Esto demuestra que la plata de los trabajadores está!", bramó Moyano a la prensa. LA NACION le preguntó por las diferencias entre el flamante hospital y la situación crítica que atraviesan otras clínicas sindicales. "Bueno, eso depende de cada dirigente. Nosotros lo hacemos porque los salarios de los camioneros son altos", sostuvo, para luego disimular, de buen humor: "Espero que no me escuche ningún empresario".
Al camionero no le agradó la consulta de LA NACION por el busto de su persona que le prepara el gremio de recolectores de residuos. Moyano, deslizaron, habría frenado en seco el homenaje, aunque sus acólitos se esperanzaron con inaugurar la escultura más adelante.
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