El análisis de la noticia. El laberinto debe tener una salida
El estrépito de Washington retumbó en Pekín. El alto funcionario norteamericano que habló en off the record para criticar el manejo oficial del conflicto piquetero y las luchas internas en el partido gobernante hizo las veces de un rayo en el cielo limpio.
¿Intromisión en los asuntos internos del país? Seguramente, sí. ¿Expresión también de la alta repercusión externa que en las últimas semanas tuvieron los actos de violencia de manifestantes piqueteros? Sin duda.
Las únicas notas periodísticas sobre la Argentina que se publicaron en el exterior en los recientes 15 días se refirieron exclusivamente a la nueva y más violenta marea de protestas piqueteras. Diplomáticos de casi todos los países centrales no hacen más que repetir las mismas preguntas sin respuestas: ¿cómo sigue?
Rafael Bielsa hizo ayer lo que suele hacer: toma el micrófono y descomprime el malestar oficial para preservarlo a su presidente de la réplica segura. Pero las palabras de Bielsa son las palabras de Néstor Kirchner.
Ellos están seguros de tres cosas. La primera: el misterioso funcionario fue el fogoso subsecretario de Asuntos Latinoamericanos de Washington, Roger Noriega, información que no fue confirmada por ningún periodista y que nunca será confirmada. La segunda: Noriega fue arropado antes por un grupo de intelectuales republicanos norteamericanos vinculado con poderosos sectores económicos argentinos. La última: Noriega, o quien haya sido, expresó, al menos hasta que se demuestre lo contrario, ideas personales y no la posición oficial del gobierno de Bush, que tampoco se ha ocupado de rectificarlo.
Es cierto que el cielo estaba despejado, tras casi un año de turbulencias. Hace poco, John Maisto, el influyente embajador norteamericano en la OEA, empalagó de elogios al gobierno de Kirchner. Colin Powell lo invitó a Bielsa, en Quito, a compartir su mesa con tres o cuatro personas más. El FMI, donde Estados Unidos tiene posibilidades de vetar o de apoyar, dio a conocer hace pocas horas un elogioso documento sobre el comportamiento fiscal del gobierno argentino.
Mal paso
Bielsa cometió un inexplicable error diplomático. Puso palabras que no existieron en boca del embajador norteamericano en Buenos Aires, Lino Gutiérrez. Habló con él en la noche del lunes, pero Gutiérrez se manifestó sorprendido por una noticia que no conocía y por el contenido de la supuesta información. Si desconocía todo eso, ¿cómo podía pedir disculpas en nombre de un gobierno que sólo excepcionalmente pide disculpas?
Gutiérrez se vio ayer en la encerrona de tener que desmentir a su amigo Bielsa, por un lado, y de ponderar aspectos de la relación bilateral que aquel funcionario de Washington no había tenido en cuenta. Bolivia y Haití están en el centro de la preocupación norteamericana. En ambos casos la posición argentina fue concordante con las necesidades de Washington.
Haya sido Noriega u otro funcionario, su pecado fue hablar en público de cosas que se piensan en privado. El Gobierno caería en el despiste si no tuviera en cuenta que es enorme la repercusión internacional de la situación social y de la seguridad en la Argentina.
Rodeado por el boato chino, Kirchner tropezó, al fin y al cabo, con el más grave problema que enfrenta su administración. La crisis por la acción cada vez más violenta de los piqueteros, que se suma a una ola de revueltas contra comisarías, condiciona seriamente las inversiones externas e internas en la Argentina y, al mismo tiempo, pone en riesgo la relación del Presidente con vastos sectores sociales, ciertamente fatigados de la arrogancia piquetera en el espacio público. Es que el orden público, razón primera de ser del Estado, está en juego.
Kirchner tiene pocas armas. Un muerto o un herido le devolverían volumen y consistencia al fragmentado piqueterismo. La policía parece haber perdido la capacidad hasta de la prevención. Los propios jueces y fiscales parecen esperar una decisión política antes de actuar como les indica la ley. ¿Qué quiere el Presidente? ¿Hasta dónde está dispuesto a jugar a todo o nada su romance con la sociedad? No existe una respuesta clara para esas incertidumbres.
Un error político
El propio Kirchner calificó en la intimidad de "bandas sueltas" a los piqueteros, pero cuando éstos estaban en poder casi exclusivo del arrebatado Raúl Castells. Apareció Luis D´Elía en La Boca y emergió, con él, uno de los errores políticos más importantes del Presidente: haber hecho con D´Elía un proyecto político común. Dos ministros y un secretario de Estado en un acto político de D´Elía, hace pocos días, fueron la mueca del error.
Una cosa era la estrategia de dividirlos y amansarlos, a la que D´Elía sirvió notablemente, y otra es convertirlos en una estructura política presidencial para desafiar al duhaldismo. Ningún elefante se asusta con balas de goma. Ningún proyecto político pacífico puede contener a los que no renunciaron aún a los métodos violentos.
En la cabeza de Kirchner revolotea el fantasma de la gobernabilidad, que eventualmente podría poner en jaque el duhaldismo. No es más que una hipótesis. La más patética muestra del desafío a la gobernabilidad fue dada, en cambio, por los grupos piqueteros, ahora hasta por los sectores más amigos del oficialismo.
Con Duhalde tiene la posibilidad del diálogo clásico de la política y de sus probables acuerdos. Posiblemente los explorarán juntos, Kirchner y el caudillo bonaerense, en una reunión del próximo fin de semana.
Frente a los piqueteros, el Presidente tiene las manos casi vacías de soluciones, pero el laberinto debe tener alguna salida. Adentro de él, está sólo la simple estrategia de no hacer nada.
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