El Presidente nos invitó a compararnos con lo que podemos ser, no con lo que fuimos
El discurso inaugural del presidente Macri marca una nueva época en nuestra democracia. Durante 14 años los presidentes se comparaban con como estábamos en 2001, año en el que tuvimos la peor crisis de nuestra historia. Ésa era una forma autocomplaciente de justificar todo lo pendiente y todo lo que nos separa de nuestra potencialidad como sociedad.
Ayer, el Presidente nos invitó a compararnos con lo que podemos ser, no con lo que fuimos. Eso también es un cambio revolucionario para un país eternamente nostálgico de lo que supimos conseguir, y obsesionado por buscar culpables internos o externos para justificar nuestros fracasos.
El discurso de ayer plantea una hoja de ruta detrás de la cual nos podemos alinear, sin abandonar nuestra diversidad de pensamientos o identidades políticas. Enamorarnos de un futuro común es un desafío enorme pero posible. Dando pequeños pasos todos los días hacia la dirección correcta. Sin dejar nadie afuera. Entusiasmándonos por cada logro compartido que vamos resolviendo.
Para eso es imprescindible empezar por un diagnóstico honesto de dónde arrancamos. La verdad no ofende. Al contrario, nos hace libres. Nos saca de la parálisis permanente de las culpas y de la mentira, y nos pone en el camino de la sanación como sociedad. Cuando nos mentimos, rompemos la confianza y terminamos por hacer que todo sea mediocre.
La Argentina no está bien. Es importante reconocerlo. Pero también es clave confiar en que podemos ser mucho mejores que esto. La creatividad, fuerza y vitalidad de los argentinos son nuestro principal activo, mucho más que nuestras enormes riquezas naturales. Siempre nos decimos: nosotros no venimos a cambiar la Argentina, la van a cambiar los argentinos. Nosotros venimos a ayudarlos, a darles herramientas y fuerzas para que lo logremos todos juntos.
También somos conscientes de la enorme cantidad de injusticias, especialmente sociales, que existen en nuestro país. Nuestra misión pasa por estar cerca, dándole prioridad al cuidado de los más débiles, pero también ayudándolos a levantarse, a confiar en ellos mismos, a que puedan construir un proyecto de vida. En resumen, a ayudarlos a ser libres y plenos como personas.
Cuando recorremos el mundo y hablamos con los líderes de otros países, nos llena de orgullo y emoción el lugar que puede tener nuestro país. Nos estaban esperando. No para ninguna visión infantil ni redentora, no para que lleguen soluciones mágicas, sino para que ocupemos el lugar que nos pertenece. Porque somos una gran nación, un país con dos siglos de historia en el concierto internacional. Un país muchas veces errático e impredecible, pero con muchísimo para aportar. En su discurso, el Presidente planteó también una serie de valores y temas clave para ese aporte que podemos hacer. Democracia y derechos humanos, lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, el combate de la pobreza y la desigualdad, la defensa del ambiente.
Dejó claro también que tenemos que terminar con la cultura de la viveza criolla, el atajo, la mentira y la corrupción. Eso mata, nos divide, nos aleja de lograr cambiar nuestra realidad. Nos podemos seguir mintiendo, pero en algún momento nos tenemos que hacer cargo de que tenemos una cultura de poder autodestructiva. El cinismo y el pesimismo no son sinónimos de inteligencia. Por el contrario, creemos que el entusiasmo, la positividad y la creatividad son rasgos de valentía y especialmente de amor. Amor por el país, por las cosas que se pueden lograr y por aquellas que aún ni nos imaginamos.
Gran parte de nuestra población viene de los inmigrantes de distintos lugares del mundo que llegaron con la ilusión de construir un futuro mejor para ellos y sus hijos, sea hace cien años o hace algunos meses. Transformemos esa energía individual en energía colectiva. Nos espera un gran futuro por delante. Ésa es la invitación que nos hace el presidente Macri con su discurso de ayer. Nadie lo puede lograr por sí solo, pero juntos lo podemos hacer posible. Sí, se puede.
El autor es jefe de Gabinete
Marcos Peña
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