El primer contacto entre Donald Trump y Alberto Fernández: un intento de ambos de forjar un aliado
WASHINGTON.- El primer contacto directo entre Alberto Fernández y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue un puntapié auspicioso para una relación que será decisiva en la complicadísima tarea que deberá asumir el futuro gobierno de terminar de estabilizar la economía y sacarla del pozo en el que cayó el año anterior.
Si Alberto Fernández busca el respaldo del Fondo Monetario Internacional (FMI), para lograrlo, primero, necesita el de Donald Trump.
El tono amistoso de la conversación, según la versión que surgió de las oficinas en la calle México y lo que dijo la Casa Blanca, sugiere que, cuando menos, el gobierno de Trump está dispuesto a otorgarle el beneficio de la duda a Fernández, quien carga sobre sus espaldas con una desconfianza heredada del gobierno de su ahora vicepresidenta, Cristina Kirchner.
En Washington, Mauricio Macri fue recibido con los brazos abiertos como un aliado confiable y un líder afín con quien se podía forjar una asociación estratégica y marcar una salida del populismo en América Latina. Fernández llega al poder sin esa aura. Para muchos, todavía es un enigma. La duda –o, más bien, la inquietud– es la misma en la mente de casi todos: si será un peronista moderado o si ofrecerá un "kirchnerismo 2.0".
La señal amistosa de Trump al hablar con Fernández puede ser leída como un intento de Estados Unidos de forjar un aliado, y evitar que un primer contacto duro o confrontativo alimente a un adversario.
Trump, cultor como pocos de los vínculos personales, ya había despachado antes otro mensaje más incisivo. El encargado de transmitirlo fue el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, cuando recordó, esta semana, desde Riad, que la Argentina tenía un "compromiso" con el Fondo y que Estados Unidos esperaba que el gobierno de Fernández lo cumpliera, aun cuando pidiera más cambios.
Más que anularse una a otra, ambas señales denotan la intención del gobierno de Trump de tenderle una mano al de Fernández, siempre y cuando se respeten los compromisos. Vale remarcar que la relación bilateral va más allá del FMI. Creció y se afianzó durante los últimos cuatro años luego del distanciamiento del kirchnerismo, signados por el litigio con los fondos buitre y el escándalo por la incautación de material militar en un operativo en 2011 liderado por el entonces canciller, Héctor Timerman, un episodio aún fresco en la memoria de Washington.
La relación de Fernández con Trump nunca será la que tenía Macri. Antes de ser presidentes, ambos hicieron negocios. Trump llamó a Macri "mi amigo" cuando lo recibió en la Casa Blanca y viajó por primera vez a América Latina para la reunión del G-20 que Macri llevó a Buenos Aires. Sin el apoyo de Trump, Macri difícilmente hubiera accedido al préstamo de 50.000 millones de dólares del Fondo, el más grande en la historia del organismo, que luego se amplió a US$57.000 millones.
Pero Fernández no necesita ser amigo de Trump. Ambos comparten un rasgo: son pragmáticos. Y Trump es, para algunos, el presidente más peronista que ha tenido Estados Unidos. Los incentivos, además, parecen alineados. La Argentina necesita volver a acceder al financiamiento externo si quiere evitar un ajuste mayor, y Estados Unidos y el FMI quieren que la Argentina, como dijo Mnuchin, respete sus compromisos.
Venezuela se avizora como uno de los principales focos de tensión en la futura relación. Macri fue uno de los líderes del Grupo de Lima y de la ofensiva regional para forzar una salida del régimen de Nicolás Maduro. Y respaldo al gobierno interino de Juan Guaidó. Una de las dudas que existen en Washington es cómo Fernández se desmarcará de esa política sin irritar a la Casa Blanca.
Aquí, por ahora, aguardan a que Fernández responda ese y otros interrogantes, y transforme el enigma en certezas.
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